E-Book, Spanisch, 416 Seiten
Reihe: Pensamiento Herder
Sáez Rueda El ocaso de occidente
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-254-3443-3
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 416 Seiten
Reihe: Pensamiento Herder
ISBN: 978-84-254-3443-3
Verlag: Herder Editorial
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Luis Sáez Rueda emprende en este libro la ambiciosa tarea de mostrar las bases de la crisis que atraviesa Occidente, conectando sus causas sociales y políticas a dinámicas más profundas incrustadas en el subsuelo espiritual de la cultura. La tesis central del autor afirma el ocaso de las potencias creativas que subyacen a la interpretación del mundo y el modus operandi que conforman el modo de ser de nuestra civilización. Al unísono, da cuenta de un nuevo malestar en la cultura, un sentimiento asfixiante en el inconsciente colectivo que se expande de forma clandestina. Sobre la base de este análisis, Sáez sostiene que el ocaso de Occidente radica en su agenesia (la impotencia de su substrato sociocultural para crearse a sí mismo) y en la necedad que la acompaña (en cuanto pérdida del autoextrañamiento). Tal estado yermo del mundo sociocultural da lugar a un agente patógeno -la autofagia civilizatoria- un fenómeno complejo que propulsa un devenir de la civilización contra sus propias potencias autocreadoras. La crisis del presente es este paradójico progreso involucionista, del que emanan patologías civilizatorias que cobran forma en procesos concretos sociales y políticos. Hay que atravesar desde dentro esta noche del ocaso -termina sosteniendo el autor- para que se hagan realidad las luces de aurora que hoy se vislumbran y que el autor cifra en tres fundamentales: el centelleo pro-barroco, el destello del espíritu trágico y los principios de una ética de la lucidez.
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Prólogo A lo largo del siglo XX y en las primeras décadas del XXI, el ocaso de Occidente se ha intensificado. La crisis en la que se encuentra no es meramente económica e ideológica, sino que se funda en el desfallecimiento de su subsuelo cultural en profundidad: es una crisis de espíritu. Una crisis que camina con patas de paloma, silenciosa pero agitadamente. Si la escuchamos con un poco de demora, nos revela, además, un fenómeno desolador: la penuria espiritual se ha convertido, además, en un agente patógeno cuyos efectos se extienden en la urdimbre entera de la colectividad. Hay que atreverse ya a decirlo sin titubeos: Occidente está enfermo. No extraña que un nuevo malestar en la cultura se expanda clandestinamente, como un rumor confuso y constante que termina por no escucharse, en nuestro mundo de movimientos vertiginosos, y que irrumpe con claridad solo en horas precisas, especialmente bajas. Estas afirmaciones podrían resumir las tesis con las que se compromete, querido lector, la investigación que aquí se ofrece. El ocaso occidental no consiste en la decadencia de un supuesto ideal regulativo que yaciese escondido en un origen primordial y pleno, sino en el ensombrecimiento de su lucidez espiritual, que no posee ni una alfa primigenia o inaugural ni una omega lejana a la que se dirige. Su lucidez espiritual ha emitido destellos dispersos y heterogéneos, pero siempre en el seno de un devenir sin comienzo causal determinante ni fin teleológico. En el presente, estos frágiles pero proliferantes destellos se apagan, por una inercia interna que amenaza con conducirlos a una noche prolongada. Cuando decimos «lucidez espiritual» no nos estamos refiriendo a una instancia mística, sino a la riqueza y la vivacidad de la cultura, ese suelo nutricio en el que crecen comprensiones del mundo, interpretaciones de lo real, modos de vida y expectativas valorativas. En los primeros pasos del presente siglo se dice por doquier que le ha sobrevenido a Occidente una crisis económica, acompañada por el yugo de un neoliberalismo político opresivo. Siendo cierto este diagnóstico, resulta, sin embargo, parco de miras, estrecho y, en ese sentido, unilateral. Porque la crisis es, más profundamente, de espíritu. Es la musculatura cultural de Occidente lo que está entrando, desde hace más de un siglo, en una decrepitud crítica. Sobre esta, que es el agotamiento de las fuerzas que dinamizan a toda la colectividad, medran las miserias economicistas e ideológicas. Pero, como el flujo cultural es cualitativo y subterráneo, permanece en la invisibilidad y resalta por contraste la visibilidad de otros ocasos más corticales, que acaparan la atención y secuestran tanto al análisis crítico como a la praxis transgresora. No interprete el lector que esta comprensión de lo que ocurre es reduccionista. El autor no piensa que el espacio sociopolítico sea solo una expresión en superficie del fondo cultural. Se ha esforzado, por ello, en mostrar que ambas son caras de una misma moneda, haz y envés de un mismo discurrir, aunque disyuntos, heterogéneos. El devenir de la cultura y el devenir sociopolítico se vinculan en una unidad discordante, que permite la recíproca afección. Ahora bien, la crisis espiritual de la cultura, la dinámica de su ocaso, le lleva muchísima ventaja a aquella que mina la topología social y política. De modo que ninguna solución perentoria en este segundo ámbito nos extraerá de la indigencia del primero. Se hace necesaria una mirada estereoscópica, capaz de iluminar una y otra en su interpenetración, así como el desfase que existe entre ellas. Por lo demás, es este el objeto de estudio de una Gran Política, dirigida a examinar lo invisible en lo visible y que es compañera ineludible de una política de lo patentemente presentable. El ocaso de Occidente arraiga, pues, primera y esencialmente, en su fondo cultural. Pero ¿qué significa cultura y en qué consiste su ocaso? Responder a la primera de estas preguntas es el cometido de la primera parte de este libro. Frente a perspectivas antropocéntricas, el autor entiende la cultura como el estrato más reciente de la physis entera que genera el mundo, desde la piedra hasta lo humano colectivo, pasando por la vida de la alondra. Si hay que emplear el término realidad, es necesario resignificar su sentido más tradicional. Lo real no es un todo ordenado estructuralmente y fundado en un suelo sólido y estable. Lo real es, aunque resulte paradójico, la forja de realidad por la potencia de una génesis autocreadora que lo atraviesa. Por eso, la cultura posee su propio ser salvaje, que hunde sus raíces en la natura naturans. Y por eso, también, su envés es aquí comprendido como societas socians. La fuerza generadora, en toda la amplitud de la physis, no sigue la pauta determinista de una legalidad. Procede por caósmosis, un término que, según la convicción del autor, está destinado a conformar un nuevo paradigma de pensamiento, hoy naciente en todos los ámbitos del saber. Una generación caosmótica es el devenir auto-transfigurador de plexos problemáticos, es decir, de relaciones diferenciales entre dinamismos heterogéneos, de cuyo caos emerge un orden siempre auto-alterante y regido por una regla proteica, naciente a cada paso. En el estrato de la cultura este devenir procede, no por suplir carencias inherentes, sino por exuberancia de potencia y riqueza vital. Restringir el movimiento de la cultura y de su envés sociopolítico a la persecución de la supervivencia material es cometer un error que cierto darwinismo social propaga en nuestros días. El devenir sociocultural es impelido por el aumento de potencias y posibilidades, es decir, por la aspiración a una vida más prolífica, por el anhelo de la vida a más vida, por la sobre-vida, en suma. Y en su decurso asistimos a la autocreación proteica, trans-mutante, del espacio humano. Tal autocreación hunde sus raíces en la que tiene lugar en la naturaleza entera, como fuerza emergente, es decir, como physis o natura naturans, cuyo impetus no se basa, en toda su profundidad, ni en un fundamento primero ni en la atracción a distancia ejercida por un telos. Él es su propio fin y su medio, en un camino sin término, infinito por principio. Su textura general, desde lo físico a lo humano, la abordamos en el capítulo segundo. En el estrato de la vida sociocultural humana puede ser analizada desde distintos puntos de vista, entre los que hemos destacado dos. Por un lado, el de la tensión entre comunidad y pueblo, que indagamos en el primer capítulo porque puede, al mismo tiempo, introducir al lector en la concepción que desarrollamos. Por otro lado, en la diferencia tensional entre societas socians y physis cultural, tema del tercer capítulo. Es en la segunda parte donde intentamos discernir el sentido del ocaso occidental. La tesis central, que desplegamos en el capítulo cuarto, tras este largo recorrido, dictamina que dicho ocaso consiste en una génesis sociocultural que se vuelve contra sí misma, ofreciendo el pavoroso espectáculo de lo que hemos llamado génesis autófaga. Una génesis que, en su dinamismo inmanente, devora paradójicamente sus potencias. Tal es el significado que damos a la enfermedad de Occidente. Esta no es producida por anomalías respecto a un estado supuesto de salud o normalidad. La enfermedad es el proceso aporético por el cual la vida, por mor de su propio movimiento, desfallece y se vuelve contra sí misma. Es autófaga y no autoinmune, pues no tiene su causa en la revuelta de sus defensas contra sí misma (la cultura no tiene un exterior y no se defiende de ningún agente patógeno), como algunos hoy sostienen. Su causa reside en una vuelta contra-genética de sus propias fuerzas dinamizadoras. Siendo la génesis autófaga el agente de la enfermedad occidental, da lugar a multitud de patologías de civilización, es decir, a procesos, también autófagos, por los cuales la comunidad occidental, considerada de modo supra-individual (como un conjunto mayor que la suma de sus partes) ciega su crecimiento cualitativo en el mismo acto en que lo propulsa. La enfermedad de Occidente, así considerada, tiene como condición su crisis, que comprendemos como agenesia, incapacidad para engendrar o crear. La aporética autófaga es la clave del nuevo malestar en la cultura, que se expande en clandestinidad, gestionada privadamente, en una civilización que impone la felicidad por decreto. Para aclarar su sentido nos hemos visto obligados, en este mismo cuarto capítulo, a ofrecer una teoría del psiquismo colectivo, una teoría en la que el autor se ha arriesgado, tal vez, demasiado, pero que queda a la disposición del juicio por parte del lector. En el capítulo quinto nos hemos esforzado en sacar a la luz figuras concretas de la crisis y la enfermedad de Occidente, en las que se cruzan incursiones interdisciplinares en la sociología, la psicopatología, la antropología y la filosofía política. Finalmente, en el capítulo sexto, el autor ha explorado posibles salidas al ocaso occidental, de modo sintético y en esbozo, pues su estudio riguroso implicaría todo un tratado. Aunque solo señaladas en sus perfiles generales, el autor las ha incluido porque no ha querido dejar huérfana a esta investigación de propuestas para un posible amanecer. En el ocaso occidental también se adivinan luces de aurora. El libro guarda...