E-Book, Spanisch, 376 Seiten
Reihe: Biblioteca de filosofía
Shklar Sobre la obligación política
1. Auflage 2021
ISBN: 978-84-254-4393-0
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 376 Seiten
Reihe: Biblioteca de filosofía
ISBN: 978-84-254-4393-0
Verlag: Herder Editorial
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Judith Shklar es una de esas pensadoras liberales que, en tiempos tan convulsos como los actuales, están adquiriendo una gran relevancia. Su principal preocupación como teórica política es la defensa de la libertad cívica y la descripción de los modos y circunstancias en los que puede ser practicada y defendida.
En La obligación política, se pone de manifiesto el lugar central que Judith Shklar concede a la libertad de pensamiento. Firme defensora del concepto de libertad positiva, la autora defiende que un liberal político debe comprometerse profundamente con la sociedad que habita. Estos textos son, por otra parte, demostraciones prácticas de la filosofía de enseñanza de la autora y de su meticulosa preparación de la docencia.
Las veintitrés conferencias reunidas fueron pronunciadas por Judith Shklar en Harvard durante la primavera de 1992. Se articulan alrededor de tres ejes temáticos. El primero es una lectura de la obligación política en clave de una filosofía de lo común, más allá de la mera reivindicación de no injerencia. El segundo, la propuesta de un temperamento cívico liberal acorde con el compromiso político de Shklar. En último lugar, una breve exploración de dos situaciones límite en la vinculación normativa: el caso de la desobediencia y el exilio.
Un libro indispensable para profundizar en una de las más importantes contribuciones a la filosofía política del siglo XX.
Judith Shkar (1928-1992) es una de las figuras clave del pensamiento político estadounidense. Nacida en Letonia, su juventud estuvo marcada por constantes huidas que llevaron a su familia a emigrar a Suecia, Japón y Canadá, donde finalmente se instalaron, no sin antes pasar por un centro de detención de inmigrantes ilegales en Seattle. Tras doctorarse en la Universidad de Harvard, fue la primera mujer catedrática del Departamento de Ciencia Política en la misma universidad. En 1990, se convirtió también en la primera mujer en ejercer el cargo de presidenta de la Asociación Americana de Ciencia Política. Su obra, testimonio de las circunstancias históricas de su época, está marcada por la desconfianza en las grandes ideologías y la defensa de los colectivos vulnerables de la sociedad.
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Prólogo a la edición española
Judith N. Shklar: un liberalismo político a la altura del presente Alicia García Ruiz Pocas veces la publicación de una obra coincide de modo más certero con una época histórica en la que es plenamente necesario nutrirse de sus ideas. Este es el caso del libro de la eminente filósofa política, letona nacionalizada estadounidense, Judith Shklar que el lector tiene entre sus manos. No puede dejarse de elogiar, por ello, la extraordinaria oportunidad y acierto que han mostrado los editores Samantha Ashenden y Andreas Hess, al asumir la responsabilidad de recopilar y sacar a la luz estos textos inéditos de Shklar que tantas respuestas ofrecen hoy a la perplejidad que impregna no solo las filas del liberalismo político actual, sino del pensamiento político contemporáneo en general. El lector podrá comprobar cómo el cuidado y erudición de estos estudiosos de la autora queda de manifiesto en la introducción que acompaña a este volumen: no solo han sabido sacar partido histórico de la gran capacidad de anticipación de Shklar a problemas actuales que se han manifestado décadas después de la redacción de estas conferencias y lecciones, sino que también han sido conscientes de ofrecer una herramienta de enorme utilidad al que quizás sea uno de los retos históricos más ineludibles a los que se enfrenta el liberalismo del siglo XXI, como ha sostenido recientemente un teórico liberal tan destacado como Timothy Garton Ash en un artículo reciente, «The future of Liberalism», en el que utiliza ideas de Shklar presentes en este volumen para una reformulación profunda del liberalismo político en clave igualitaria. De este modo, Garton Ash se suma a un creciente conjunto de pensadores que están señalando hoy día el punto fundamental de inflexión en la interpretación de un liberalismo a la altura de los tiempos presentes, esto es, que la idea de libertad está inextricablemente ligada a un programa político de provisión de capacidades para ejercerla de hecho. Por esta razón, una potente reflexión sobre las instituciones públicas que deben comprometerse en esta tarea compete al corazón mismo del liberalismo. Lejos de asignársele un papel difuso y secundario, aquí las instituciones (y no menos los controles a ellas) aparecen en un lugar central: son garantes y custodios de derechos fundamentales. Hablamos de redistribución, en definitiva, y de la necesidad ineludible de abrir bajo ese principio una conversación pública sobre la justicia y la injusticia, tal como en su día hicieron Rawls y Shklar, respectivamente. Libros muy recientes como el de W. Edmunson, John Rawls: Reticent Socialist o el de G. Gatta, Rethinking Liberalism for the 21st Century: The Skeptical Radicalism of J. Shklar, permiten leer el valor del liberalismo político de estos autores desde una perspectiva izquierdista que ni siquiera ellos mismos se atribuían. Si los dos libros anteriores son interesantes y sintomáticos en este sentido, el último libro de H. Rosenblatt, The Lost History of Liberalism, es crucial. Nos habla de una historia perdida del liberalismo, colocando con potente erudición histórica acentos fundamentales en la línea de interpretación del liberalismo que venimos describiendo. Explicitado este proceso de reformulación que está atravesando el liberalismo político en el ámbito anglosajón, tal vez quede más claro de este modo el propósito de las líneas que seguirán, que es precisamente el de servir como marco para contextualizar más específicamente la recepción en castellano de esta obra, desplegando algunos énfasis que resultan de concreto interés para el propósito descrito de reformulación del liberalismo igualitario. No resulta en absoluto exagerado decir que si hay un momento en el que se debe arrojar luz en el contexto español es sin duda este. El preocupante estado del debate político español, uno de los más polarizados de Europa según diversos estudios, hace más que saludable, terapéutica incluso, la lectura sosegada de las ideas de Shklar como instrumento para acercar en lo posible posiciones innecesariamente ásperas en un impasse histórico en el que tanto necesitamos una conversación pública constructiva. Y sobre todo es una herramienta utilísima para deshacer malentendidos esterilizantes en torno a la idea de libertad, como hemos podido comprobar en unas recientes elecciones en nuestro país en las que la libertad se ha convertido en bandera de una interpretación puramente negativa de ella y que, como pondremos de relieve, se opone frontalmente a la perspectiva liberal de Judith Sklar. Si para algo debe servirnos la lectura de esta importante pensadora en España es para meditar por qué buenas razones otorga a la justicia social el papel que merece y le es plenamente posible en un liberalismo que debe dar respuesta a los desafíos extremos a los que se enfrentan las democracias liberales en un mundo pospandémico como el que se empieza a perfilar, entre los que la conciliación social orientada a la reconstrucción de un país no ocupa un papel precisamente menor. Entremos, pues, en la materia que nos ocupa. Hay una lista de pensadoras de carácter indomeñable que en tiempos tan convulsos como los actuales están adquiriendo una gran relevancia como fuentes de un saber político liberal que sitúa la preocupación por las libertades de los ciudadanos en una perspectiva fundamentalmente relacional, tal como correspondería hacer a un liberalismo cívico que tanto necesitamos hoy. Mujeres como Judith Shklar o su colega Hannah Arendt (con la que discrepó en tantos puntos) pueden ser consideradas, si bien con los acentos específicos que caracterizan a cada una, como pensadoras liberales1 en el preciso sentido de que su principal preocupación como teóricas políticas es la defensa de la libertad cívica y la descripción de los modos y circunstancias en los que puede ser practicada y debe ser defendida. Pero sería empobrecer su pensamiento permitir que esta etiqueta se quedara solo en la superficie, limitándose a encajar sus propuestas políticas dentro de determinadas rejillas conceptuales bajo las que se entienden las distintas corrientes de pensamiento político. Máxime cuando, como veremos, la interpretación de Shklar ofrece un liberalismo político igualitarista que dista mucho de lo que se entiende a menudo por liberalismo, estribando precisamente en ello el enorme y polémico valor revitalizador de su propuesta para un liberalismo político a la altura del presente. El verdadero tesoro que nos ofrecen estas pensadoras forjadas a contracorriente (incluso del mismo Isaiah Berlin) es, siguiendo la estela de la propia Judith Shklar, un énfasis en la defensa de un concepto positivo de libertad, una libertad que no solo es arrancada al contexto social, sino, sobre todo y ante todo, ejercida en y gracias a dicho contexto. En esto precisamente se diría que consiste su personal trazado de aquello en lo que consiste practicar un «carácter liberal» y la inspiración que suponen para cualquier librepensador, más allá de una adhesión emotiva autoproclamada a esa etiqueta teórica. Diríamos, en primer lugar, que el pensamiento libre se demuestra pensando con libertad y en segundo, reclamando condiciones para que esa libertad se extienda como principio sin exclusión para todos. Una comprometida —en todos los sentidos— posición epistemológica, ética y política que las reflexiones del presente libro se encargan brillantemente de ilustrar. En lo primero, pensar con libertad, las tesis de Shklar despliegan y muestran un tipo de temperamento intelectual y político cuyo cultivo consiste en ejercer una inquebrantable independencia de criterio. Para empezar, y de modo decisivo, Shklar tuvo el acierto de no situar el carácter liberal en ningún ideal aristocrático, individualista extremo o ascético, sino, más bien, en la tradición genuina encarnada por Jefferson o Paine, en el potencial que posee el ciudadano más anónimo y corriente para defenderse a sí mismo y, si es necesario, nadar a contracorriente: en primer lugar a título personal, obviamente, pero también en nombre de los demás. Así, Shklar contrasta el ideal aristotélico de formación del «carácter» del buen ciudadano, que hoy asimilaríamos fácilmente al entusiasmo casi «militar» del «militante» de facción con la sosegada propuesta de ecos kantianos de un gobierno que «en absoluto demanda virtudes particulares, sino que es un gobierno para los seres humanos tal como son, no tal como deberían ser».2 En otras palabras, el gobierno de unos ciudadanos que, sin rasgos notables, tienen una fortaleza moral pacífica pero inquebrantable que pasa casi inadvertida a causa de aproximaciones más viscerales a la vida política como las que hoy nos sacuden. La paradoja de señalar la deseabilidad de este carácter liberal desde una perspectiva psicopolítica reside en que, a la vez, Shklar sensatamente advierte de que semejante disposición nunca puede ser impuesta desde arriba como un proyecto de Estado educador, pues «es absteniéndose de querer moldear nuestro carácter como los gobiernos proporcionan el marco y las condiciones en las que podemos comenzar nuestra pequeña pero épica batalla contra la maldad».3 Ninguna de estas pensadoras, por tanto, retrata o apela a héroes de la disidencia, sino a gente normal y corriente que no es extraordinaria en ningún sentido, simplemente es lo suficientemente sensata como para pararse a pensar qué están haciendo sus gobernantes y en qué les afecta. Arendt ya argumentó que los Eichmann nazis eran en su mayoría gente anodina,...