Tamayo | Pedro Casaldáliga | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 128 Seiten

Reihe: Maestros espirituales

Tamayo Pedro Casaldáliga

Larga caminada con los pobres de la tierra
1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-254-4645-0
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

Larga caminada con los pobres de la tierra

E-Book, Spanisch, 128 Seiten

Reihe: Maestros espirituales

ISBN: 978-84-254-4645-0
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection



En este libro, Juan José Tamayo nos invita a un fascinante paseo por la vida de Pedro Casaldádiga, una caminada que, como decía nuestro protagonista, es el 'caminar del pueblo hacia la liberación', todo el proceso de las comunidades eclesiales de base, de las luchas políticas. 'Caminar con', no liderar, ni protagonizar, ni sustituir. El protagonismo en su liberación le corresponde al pueblo. Pedro lo tenía muy claro. Por eso se presentó siempre como compañero, acompañante. El autor nos muestra de qué manera el padre Casaldáliga puso en práctica en su sentido literal y de manera ejemplar el verso del poeta cubano José Martí 'con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar'. Y lo hizo con toda radicalidad y en todas las dimensiones de su vida: como persona creyente auténtica, obispo al servicio del pueblo, activista social, teólogo de la liberación, místico con los pies en la tierra, poeta y profeta que denunció las injusticias y anunció la utopía de la liberación.

Juan José Tamayo (Amusco, Palencia, 1946) es doctor en teología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Dirige la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría en la Universidad Carlos III de Madrid, es profesor de la cátedra de las Tres Religiones en la Universidad de Valencia y profesor invitado en diferentes universidades de América Latina y Europa. Es, asimismo, secretario general de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, miembro de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones y del Comité Internacional del Foro Mundial de Teología y Liberación. Colabora en numerosas revistas latinoamericanas y europeas de teología, ciencias sociales y ciencias de las religiones. Figura clave de la Teología de la Liberación en Europa, ha publicado más de cincuenta obras, muchas de ellas traducidas a varios idiomas.

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I. Itinerario hacia el Sur, lugar de la utopía
1. Pedro Casaldáliga: amigo de Dios, defensor de los pueblos oprimidos y persona compasiva
Tras varios años conviviendo pacíficamente con el «hermano párkinson» y «su superior general», como él llamaba a esa enfermedad, Pedro Casaldáliga falleció a las 14:30 (hora española) del 8 de agosto de 2020, a los 92 años, por una infección pulmonar en la ciudad de Batatais, del estado de São Paulo. Su fallecimiento conmocionó a los diferentes sectores religiosos, políticos y sociales con los que trabajó y se comprometió solidariamente, y de manera muy especial a las comunidades indígenas y afrodescendientes de Brasil y de otros países de Amerindia. La conmoción, junto con el dolor por su pérdida, llegó a todos los rincones de la Tierra. Numerosos fueron los actos de reconocimiento y despedida en todo el mundo, desde distintas organizaciones sociales, eclesiales y de otras religiones. Los indígenas con quienes echó raíces lo despidieron colocándole un sombrero de paja en la cabeza y un remo en las manos, que fueron los símbolos utilizados en su ordenación episcopal, y un cirio pascual, símbolo de la luz y de la esperanza en la utopía del Reino. Unos días después fue enterrado en el cementerio más pobre de São Félix, el de los indígenas carajá, mirando al río Araguaia, entre un peón y una prostituta. Allí reposan indígenas, trabajadoras y trabajadores explotados (peones), algunos asesinados a balazos por orden de los terratenientes, niñas y niños muertos por inanición antes de haber vivido. Es el mismo cementerio donde él despidió a tantas personas empobrecidas a quienes acompañó durante medio siglo de resistencia frente a los fazendeiros; personas que murieron antes de tiempo, como dijera Bartolomé de las Casas de los indios esclavizados por los encomenderos. Casaldáliga transmitió este mensaje al pueblo de São Félix y a los agentes de pastoral de la Prelatura: «Escuchen con oídos atentos. Voy a hablarles de algo muy serio. Es aquí que quiero que me entierren». Y la modalidad de la tumba: «Para descansar/ solo quiero esta cruz de palo/ con lluvia y sol;/ ¡estos siete palmos y la Resurrección!». Pedro Casaldáliga fue el obispo más carismático y profético del episcopado brasileño, el símbolo más luminoso del cristianismo liberador de América Latina y el referente ético de colectivos de hombres y mujeres de diferentes religiones, espiritualidades e ideologías comprometidas en la lucha por la justicia, la paz y la igualdad en el camino hacia «Otro Mundo Posible». Fue, sin duda, la personalidad española más internacional que durante más de medio siglo se convirtió en el defensor de los «condenados de la tierra», de los «indios crucificados» en un martirio colectivo durante la conquista y los siglos de despiadada colonización, y fue la voz de la gente cuya voz no suele ser escuchada por los poderosos de la tierra.1 Fue propuesto merecidamente en varias ocasiones para el Premio Nobel de la Paz por otro premio Nobel, el intelectual y activista argentino de los derechos humanos y comprometido con la paz a través de la no violencia activa, Adolfo Pérez Esquivel. Su candidatura fue finalista a dicho premio en 1992, pero renunció en favor de la activista indígena guatemalteca Rigoberta Menchú «por ser mujer, por ser indígena y por los 500 años de colonización», como justificó el propio Casaldáliga para su renuncia. Todo un ejemplo de conciencia feminista, indigenista y anticolonial. En 1994 también fue finalista del Premio Príncipe de Asturias. Le exigían viajar a España para recogerlo, pero él no aceptó. Se lo dieron al padre Ángel García, fundador y presidente de Mensajeros de la Paz, quien compartió la dotación económica con las causas de Pedro Casaldáliga. Si hubiese que dar una breve definición de su persona la resumiría en estos tres reconocimientos: amigo del Dios de los Pobres, Padre y Madre, defensor de los pueblos oprimidos y persona compasiva. Fue su amistad con el Dios de los pobres la que lo llevó a la defensa de las personas empobrecidas y los pueblos oprimidos y a practicar la compasión no como mero sentimiento de pena y lástima, sino como identificación con las personas que sufren, a ponerse del lado de las víctimas de los diferentes sistemas de dominación, a solidarizarse con ellas, a compartir sus sufrimientos y a luchar con las causas que los provocan. 2. Una vida austera: «no tener nada, no poder nada… no matar nada»
Lo más importante a destacar de Pedro Casaldáliga a nivel personal fue la ejemplaridad de una vida austera en una casa humilde como la de sus conciudadanos empobrecidos de São Félix. Nada que ver con los palacios y las casas suntuosas en las que viven no pocos de sus hermanos en el episcopado, rodeados de lujo y atendidos por una servidumbre cual señores feudales. Confirma este estilo de vida austera Federico Mayor Zaragoza cuando afirma que «Casaldáliga simboliza la frugalidad, la sencillez perseverante, la solidaridad, la entrega, el desprendimiento».2 En una ocasión, Eduardo Lallana, presidente de la asociación Tierra sin males y colaborador de Casaldáliga, le preguntó si siempre había vivido en esa casa. Él le contestó: «No. Tuve que dar un “golpe de Estado”, dejar la casa donde vivía y pasar a vivir en una casa como las de la gente sencilla de mi pueblo».3 Pedro describía muy certeramente su estilo de vida en este poema, titulado «Pobreza evangélica», del libro Clamor elemental: No tener nada./ No llevar nada./ No poder nada./ No pedir nada./ Y, de pasada, no matar nada./No callar nada./ Solamente el Evangelio, como una faca afilada./ Y el llanto y la risa en la mirada./ Y la mano extendida y apretada./ Y la vida, a caballo, dada / y este sol y estos ríos/ y esta tierra comprada/ para testigos de la Revolución ya estallada./ Y mais nada. 3. Tres vocaciones
Cataluña fue la patria de Pedro Casaldáliga, y Balsareny (Barcelona) el pueblo donde nació, el 16 de febrero de 1928, a orillas del río Llobregat, en una lechería en el seno de una familia campesina. Él mismo se presentaba como «hijo de la casa del lechero». Ingresó muy joven en la Congregación Claretiana y fue ordenado sacerdote en 1952 en el Congreso Eucarístico de Barcelona. Estos datos de aquel joven católico fervoroso en nada presagiaban lo que iba a ser décadas después: la voz de los pobres en Brasil y el continente latinoamericano, cuyo eco resonaba en todo el mundo y lo seguirá haciendo a través de sus escritos y de la ejemplaridad de su vida durante mucho tiempo. Dentro de la Congregación ejerció diferentes tareas. Una de las que tuvo gran importancia en su vida fue la de formador en el seminario de Barbastro, donde inculcó en los seminaristas la necesidad de compaginar la espiritualidad y la conciencia social que él tenía por su trabajo en los submundos de Sabadell y Barcelona. Fue director de la revista cordimariana El Iris de Paz, junto con un equipo formado entre otros por Fernando Sebastián, Rufino Velasco, Maximino Cerezo y Teófilo Cabestreros, a los que llamaba «compañeros del alma». Cambió el título inicial por Iris. Revista de Testimonio y Esperanza y la transformó en una publicación abierta a los nuevos climas culturales y en un espacio de diálogo interdisciplinar de grandes figuras del mundo de la filosofía, la teología, la poesía, el arte, etc. Participó también muy activamente en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Compaginó siempre armónicamente su trabajo pastoral, educativo y cultural con la actividad social al servicio de las personas y los grupos más desfavorecidos de las ciudades donde vivió en España. Un trabajo no puramente asistencialista, sino que fue a la raíz, a las estructuras injustas y luchó al lado de los colectivos empobrecidos para la transformación de dichas estructuras. Desde pequeño tuvo claras dos vocaciones: ser poeta y sacerdote. Conforme fue madurando en la vida religiosa descubrió la tercera vocación: ser misionero. Fue en el Capítulo General de 1967 de la Congregación Claretiana celebrado en Roma cuando tomó la decisión irrevocable de dedicarse al trabajo misionero. Casaldáliga participó en aquel Capítulo como delegado de la provincia de Aragón y desempeñó un papel fundamental en la apertura de los claretianos a la reforma puesta en marcha por el Concilio Vaticano II, el Concilio del diálogo múltiple entre las diferentes tendencias ideológicas dentro de la Iglesia católica, con las confesiones cristianas no católicas y las demás religiones, con la cultura moderna y con las distintas formas de increencia, la más importante el ateísmo, al que dedica especial atención en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual (pp. 19-21). Al grupo de claretianos que en el Capítulo General defendía la reforma de la Congregación lo llamaban «Sierra Maestra» y a Casaldáliga, que lideraba dicho grupo, «Che Guevara». No andaban descaminados, como demostraría muy pronto en su opción radical por las comunidades indígenas en el Mato Grosso. Precisamente, al Che Guevara le dedica un poema en el que le dice que cree en la «violencia del Amor» y le recuerda su propia idea de que «es preciso endurecerse sin perder nunca la ternura». Afirmación que le dio pie a Pedro para afirmar que «la solidaridad es la ternura de los pueblos». Al final del poema se...



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