Taré / Beltrán / Gutiérrez | Quasar 2 | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 2, 190 Seiten

Reihe: Antología ci-fi

Taré / Beltrán / Gutiérrez Quasar 2

Antología ci-fi
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-16936-45-8
Verlag: Nowevolution
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

Antología ci-fi

E-Book, Spanisch, Band 2, 190 Seiten

Reihe: Antología ci-fi

ISBN: 978-84-16936-45-8
Verlag: Nowevolution
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection



Estimado lector, volvemos una vez más llamando a su interés, a su conciencia. Si tiene este ejemplar entre las manos es gracias a cinco mujeres y seis hombres que, amantes de la literatura de ciencia ficción, han querido compartir sus relatos con todos nosotros. Los once relatos que componen esta nueva antología de ciencia ficción tienen un mensaje desde el futuro hacia nuestro presente. Acontecimientos más que posibles en una realidad que cada día está más desdibujada y que nos acercan a posibilidades inquietantes. Ciberpunk, transhumanismo, distopía, bioingeniería, control neuronal, espacios virtuales, las nuevas tecnologías, descubrimientos de nuestro futuro como especie que llegan del espacio exterior, la dependencia tecnológica, tripulaciones que recorren el espacio con más o menos fortuna. Todos recorren un viaje que los once escritores han creado para nosotros, para enfrentarnos a nosotros mismos, y permitirnos soñar en mundos lejanos en apenas un segundo. Disfruten del viaje.

Relatos y autores Quasar2 Los páramos del rango Z de Alejandro Taré Good citizen! de Cristina Gutiérrez La segunda Eva de Cristina Martínez Segunda oportunidad de Dioni Arroyo Zona de tormenta de Jorge Olivera El vigilante de José Raúl Camacho Estela de Lluvia Beltrán El hambre de la Yamamba de María Angulo Ardoy Cuando agosto no es un mes de Miguel Matesanz Tiempo detenido de Nieves Delgado 2014 OL339 de Víctor M. Valenzuela

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      Los páramos del rango Z         «Cuando recorres las extensas llanuras sin norte del espacio infinito y contemplas cientos de mundos, entiendes que la naturaleza es tan poderosa y sabia que es capaz de crearse y destruirse a sí misma sin necesidad de ninguna deidad que actúe por ella. A decir verdad, de existir, aprendería sin lugar a duda de ésta». Entre novas (Rebekah G.)   Una lata golpea los salientes de un escritorio bajo la ingravidez que la rodea, una lata apuñalada por el hambre y la rabia. Hayo la observa mientras se limpia las comisuras de su boca con la manga del traje reglamentario. Le resulta hipnótica la aleatoriedad con la que parece girar sin control, arrojando pequeños restos de carne. Los segundos parecen consumirse más rápido de aquella manera. —Hayo Tamuki retransmitiendo desde el faro espacial Axium, hora 11 de la jornada 45. —La oteadora alarga su brazo para que la cámara empiece a enfocarla correctamente—. Hace escasos minutos he recibido señal de lo que parece ser un módulo de supervivencia proveniente del cuadrante exterior más cercano, a unos dos o tres días de distancia. He intentado acceder al mensaje, pero llega cifrado; lo único que reconozco es el rango en el cual está emitiendo. Estamos ante un rango Zeta… —La mirada de Hayo cae al suelo, rebotando de forma meditativa entre sus manos—. No puedo esperar hasta recibir respuesta de la estación Reina, así que estoy decidida a iniciar rumbo al objetivo. A continuación mandaré las coordenadas de la señal, e iré retransmitiendo en todo momento las novedades de la misión. Como comprobarán, pertenecen a la región más cercana aunque inexplorada del espacio, que rodea todo cuanto nuestra nación conoce. —Su mirada se dirige hacia la derecha, tras el espacio infinito que se extiende más allá de los muros que erigen el faro Axium. Tras enfocar la cámara hacia la cristalera, se levanta del sillón para otear el posible horizonte con un rostro que parece descomponerse por momentos—. Me pidieron que fuera sincera en todo momento, que hiciera un ejercicio de reflexión continuado —comenta sin volver la mirada, saltando entre las estrellas más lejanas—. Pues bien, puede que, después de todo, sea agradable que alguien ahí fuera pueda necesitarme. Los siguientes segundos reflejan la soledad más absoluta de un ser humano envuelto en la oscuridad; la oteadora lanza susurros incomprensibles que revolotean por el complejo sin que ningún otro sonido pueda rebatirle, y con su mirada ansía encontrar esos ojos mudos entre las estrellas que supieran tranquilizarla. De vez en cuando, un pequeño destello lanzado por las consolas de comandos cobra vida y resalta entre la monotonía grisácea. Durante largos meses, su trabajo había consistido en ofrecerse como enlace de información entre sus compañeros oteadores de la colmena y vigilar el sector inexplorado que tenía ante sí, un trabajo para el que, según ella, había nacido. La idea de formar parte de la exploración espacial había alimentado durante toda su vida una mente dispuesta al sacrificio, a lo desconocido. Pero aquella llamada desde el abismo la aterraba en cierta medida; abandonar su posición en busca de hacer lo que creía correcto quizás era engañarse, pues con el paso de su mirada entre las estrellas iba en aumento la idea del encuentro humano, del tacto, la conversación. Al cabo de los minutos, Hayo es consciente de donde está: —Fin de la transmisión —consigue encontrarse a sí misma en la cámara, acercándose con tranquilidad para desconectarla.   Durante los tres días que tardó en alcanzar el módulo de supervivencia, no ocurrió nada de gran importancia; se ejercitó de la misma manera que tenía por costumbre con el aliciente de la posibilidad de ejercer un rescate, su alimentación siguió basándose en el equilibrio perfecto entre lo saludable y lo económico para que las jornadas de trabajo fueran lo más productivas posible, y su vigilancia tan solo se vio turbada con la lectura de los protocolos de actuación ante avistamientos o enlaces de rango Zeta. Pasó horas estudiando el análisis, las posibilidades de actuación que albergaba, las medidas de protección necesarias y la legislación vigente a la que, como oteadora, se debía enfrentar. Era el único de los rangos en el que los oteadores tenían la potestad de actuar sin previa confirmación de sus superiores, en este caso de la estación Reina, debido a la urgencia que demandaba la llamada de socorro. Aquella sería la segunda vez desde que se instauró la colmena de faros espaciales, circundando siempre los límites conocidos del espacio exterior, que una de sus naves abandonaba su posición de centinela. La colmena, varios siglos atrás, constaba de una décima parte de lo que hoy se conoce, y el veteranísimo oteador Wires vigilaba junto con el aprendiz Pietr Kieth el cuadrante 24, una sección del espacio que limitaba con el planeta Zathos y que ahora formaba parte de la civilización. Sus últimas retransmisiones acerca del avistamiento de señales luminosas en un espacio inexplorado llegaron a la estación Reina años después de cuando se esperaban. Durante ese tiempo se estudiaron minuciosamente cada una de las grabaciones sin que se pudiera extraer conclusión alguna de su posterior desaparición. Tal fue la importancia de aquel hecho, que la formación de los faros colmena tuvo que ser modificada para que muchos de ellos se lanzasen a los sectores desconocidos limítrofes en los que Wires y Pietr Kieth dejaron de emitir señal; pero, de la misma manera, nada resultó. Las siguientes décadas fueron desastrosas para la exploración espacial y el objetivo de la colmena puesto que se vieron obligados a la revisión, reestructuración e instalación de ciertos mecanismos de seguridad en cada una de las naves de la civilización. Cuando, oficialmente, se abandonó el proyecto de búsqueda, su legado pasó a ser un ejemplo de valentía y determinación para la colmena venidera. —Puedo verlo —comenta Hayo a la cámara, sumergida en la pantalla del controlador principal—. Puedo ver el módulo de supervivencia emitiendo. El escáner de fondo no muestra señal alguna de rastro de vida a cientos de miles de kilómetros. En dos minutos abriré el acceso posterior e inclinaré el faro para interceptar el módulo hasta llevarlo a la sala de cuarentena. Estudiaremos lo que tiene en su interior bajo toda la precaución que estipula el protocolo de actuación. No quiero sorpresas. —Sus facciones cambian conforme las luces de la consola parecen golpearla—. Todo el proceso debe quedar bien guardado para su posterior estudio. Lanzando marcador hacia el módulo de supervivencia. Activando intercepción del objetivo en 3, 2, 1… Poco después las compuertas se abren silenciosas para dar paso al manto de oscuridad que envuelve el módulo. Axium gira con precisión milimétrica hasta adoptar la postura adecuada para recoger el paquete de datos y dejarlo en suspensión gravitatoria. Debido a su forma alargada, que no llegaba a sobrepasar el medio metro, y al objetivo por el cual eran lanzados, en multitud de ocasiones estos módulos eran comparados con los antiguos mensajes ocultos en las botellas de cristal que navegaban los mares de la antigua Tierra. De alguna manera, se trataban de comunicaciones que recorrían sin rumbo fijo enormes distancias e, incluso en ocasiones, vagaban por el tiempo sin ser reveladas por nada ni nadie. Tras volver a cerrar las compuertas del faro, Hayo recorre el pasillo que la separa de la sala de cuarentena tecleando la orden de transporte de mercancías peligrosas. Durante su trayecto, observa a través de las pantallas el estado actual de su misión. Nada debe dejarse en las manos del simple azar. —Hayo retransmitiendo desde el faro espacial Axium, hora 4 de la jornada 49 en la sala de cuarentena. —Una luz rojiza crea sombras intermitentes sobre las paredes metálicas contiguas a la oteadora, sombras alargadas que, como ignotos tentáculos, se extienden hasta alcanzarla—. Finalizada la fase de acoplamiento de mercancías peligrosas con óptimo resultado. Iniciando secuencia de enlace desde la desencriptadora. Vamos a ver que guarda en su interior. La oteadora teclea comando tras comando para desencriptar con diligencia el mensaje oculto. Conforme introduce los datos obtenidos en la consola principal, una oleada nueva de mensajes inunda la pantalla advirtiendo de la importancia que incuba en su interior; pero Hayo es consciente de la dificultad que entraña, permaneciendo ajena a cualquier tipo de elucubración que pueda arrastrarla lejos de su objetivo. Sus dotes profesionales la llevan a la última ráfaga de comandos inconexos por descifrar. —Sin lugar a dudas, puedo confirmar que este módulo de supervivencia ha sido programado por la colmena —esclarece sin levantar la vista de su cometido, una vista que parece ir más allá del mensaje—. Cuando os llegue la información que voy a mandaros, comprobaréis que se trata de un conjunto de textos encriptados que sigue el orden protocolario de nuestra actuación. Es minucioso y elaborado, pero lo conozco. Tras comprobar los...



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