Taylor / Bernstein / Gamper | Diálogos | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 112 Seiten

Taylor / Bernstein / Gamper Diálogos

Taylor Charles y Bernstein Richard con Gamper Daniel
1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-9784-995-1
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Taylor Charles y Bernstein Richard con Gamper Daniel

E-Book, Spanisch, 112 Seiten

ISBN: 978-84-9784-995-1
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Frente a un mundo en el que imperan los mensajes cortos, la inmediatez y la necesidad de crear sensaciones, la filosofía reivindica meditar sin prisas y pone en tela de juicio los lugares comunes. Como actividad libre, su objetivo no es la persecución del poder, sino la verdad entendida como la línea de meta que nunca se cruza pero que ha de guiar nuestro debate y reflexión. Este atractivo diálogo trata sobre la actualidad de la filosofía y sobre el modo en que las preguntas permanecen a pesar de que cada época las da por canceladas. La filosofía orientada al ámbito de lo público y lo común, nos recuerdan Charles Taylor y Richard Bernstein, nos ofrece un contrapunto en el sistema democrático (ayudándonos así a evitar cierres en falso) y una herramienta para aproximarnos a un horizonte de justicia. Este horizonte como promesa debe articularse en un contexto de diversidad ideológica, étnica, cultural y religiosa, donde el pluralismo de los valores elimine los peajes culturales para acceder a la ciudadanía y no recluya las identidades en compartimentos estancos, sino que promueva la reciprocidad, el reconocimiento y la vitalidad social.

Charles Taylor es profesor emérito de Filosofía en la McGill University de Canadá, es autor de notables ensayos sobre la construcción de la identidad moderna. En 2007 vio reconocida su talla intelectual con la concesión del más prestigioso galardón de filosofía, el premio Templeton. Richard Bernstein es doctor en filosofía de la Universidad de Yale y actualmente desempeña el cargo de profesor Vera List en la New School of Social Research en Nueva York. Bernstein ha destacado por su arduo análisis y trabajo de síntesis sobre el pragmatismo americano, la hermenéutica y la teoría crítica. Daniel Gamper es profesor de filosofía moral y política en la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha dedicado especial atención al papel de las religiones en las sociedades democráticas, los límites del liberalismo y al concepto de la tolerancia. Recientemente ha publicado Laicidad europea. Apuntes de filosofía política postsecular (2016)

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Después…
Apuntes a una conversación sobre filosofía, democracia y libertad Daniel Gamper La contingencia y su superación A la filosofía se llega desde diversos frentes, las tradiciones filosóficas. Los libros que leemos y cómo los leemos, los sesgos de la propia lengua, las costumbres y los maestros que se han elegido son métodos, es decir, formas de transitar por los problemas de siempre. El cartesianismo francés, la racionalidad alemana, el análisis británico son las brújulas más habituales, con las cuales las respectivas academias han fijado corpus doctrinales y maneras de escribir tesis doctorales. El contexto español, marcado por décadas de aduanas intelectuales, se mueve en el margen de Europa. Las generaciones de estudiantes que entraron en la universidad tras la transición democrática hallaron eclecticismo metodológico: los que soplaban en las cenizas aún humeantes de Marx; los analíticos pujando por una hegemonía académica que no tardaría en llegarles; los fenomenólogos y hermeneutas que combinaban exégesis bíblica con angustia existencial; los lectores atentos de Ortega, Unamuno, Zubiri y Aranguren reclamando a través del estilo una identidad propia para el pensamiento peninsular; y los que estaban a la última, con Foucault, Adorno, Deleuze, Derrida, Vattimo y Habermas como pensadores enseña. Hacerse con los rudimentos del filosofar consistía entonces, casi sin excepciones, en alzarse para otear más allá de los Pirineos, tan cercanos desde Barcelona que muchos sentían la frustración de no haber nacido unos centenares de quilómetros más al norte. La posterior internacionalización de la academia ha borrado muchas fronteras disciplinares, restaurando la pulsión omnímoda del pensamiento filosófico de un lado, mientras por el otro se incurre en una uniformización lingüística y en un estilo de escritura plano y aburrido, como si de una ciencia aplicada se tratara. La filosofía ha dejado de ir acompañada de un adjetivo de nacionalidad. Se mantiene únicamente la división de corte anglosajón entre continentales y analíticos, como dos maneras no complementarias pero sí compatibles de entender la empresa filosófica. La filosofía se estudia a través de internet, sin dependencias directas de la producción editorial de cada país, con acceso directo e ilimitado a todo lo que se produce ahí en donde se produce. El intercambio no tiene límites y las tradiciones se revelan de nuevo, para quien mantiene una perspectiva no especializada, como ramas de un tronco común. Esta filosofía plenamente globalizada e internacional, en la que imperan los índices de impacto, las editoriales de prestigio, los congresos internacionales y las agencias de evaluación se confronta con su pasado más reciente, cuando el medio privilegiado para transmitir conocimiento filosófico y para poner a prueba a los candidatos a filósofos eran aún el libro y el ensayo, por contraposición al artículo peer reviewed que debe ser exhaustivo y sintético a la par. Bernstein y Taylor pertenecen a la última generación que a pesar de estar plenamente integrada en la actividad universitaria conserva aún el amateurismo de los filósofos clásicos, cuando bastaba con esperar que llegaran los pensamientos y no había que correr frenéticamente para producir nuevas ideas con fecha de caducidad incorporada o para vestir con prendas nuevas argumentos archiconocidos. Las tradiciones filosóficas, la geografía académica y la transformación de los libros de filosofía en productos de investigación fueron el motivo de apertura de la conversación de mayo de 2015. La charla con ambos filósofos, educados en la otra orilla del Atlántico, en Nueva York y Montreal, dos de las urbes menos estereotipadamente americanas de América, trata sobre el método de la filosofía, sobre la actualidad de lo filosófico, y sobre el modo en que las preguntas permanecen a pesar de que cada época las da por canceladas. La libertad de la filosofía para cuestionar todo lo establecido es la contracara de la filosofía entendida como la conversación con la tradición. El diálogo no distingue entre oyentes y hablantes, pues la actitud filosófica requiere tanto la argumentación propia como la comprensión de lo ajeno. Desde los márgenes, la conversación con los grandes filósofos contemporáneos allende las fronteras es una vía para hallar una voz propia sin renunciar a ahondar en la propia contingencia cultural y evitando caer en la medida de lo posible en el provincialismo que hace de la ignorancia una virtud. Desde el sur de Europa, cuando se ha crecido en un país en el que la filosofía se vio entorpecida como tantas otras actividades del espíritu por la torpe política de los que no creían en la política, sobran oídos. En la conversación que propicia la dramática del conocimiento aparece la inquietud ante la herencia, la incomodidad en la tradición; mecanismos con los que la propia tradición asegura su renovación constante, la permanente actualización a través de la palabra viva. A diferencia de la religión, en especial de algunas versiones estáticas de creencias monoteístas, la filosofía no teme acompasarse con los tiempos, pues es falibilista y está abierta a la modificación. Una filosofía antidogmática y pragmatista que no renuncia a la verdad, pero sabe que cualesquiera resultados que logre no serán jamás definitivos pues las vías humanas son plurales. Así, Bernstein y Taylor también buscaron más allá de su contexto, y en la mirada europea encontraron un complemento a la tradición de procedencia. De este modo tal vez nos ilustran sobre el consustancial fastidio del pensamiento: la filosofía es al mismo tiempo la inquietud de una palabra que no se cierra y el ansia de silencio. La conversación con Taylor y Bernstein resulta especialmente sugerente y fértil, pues tampoco ellos viven en tradiciones cerradas, antes bien no han aceptado los prejuicios disciplinares. Bernstein practica un pensamiento sincrético y sintético de diversas tradiciones, motivado por la convicción de que el tema es lo que determina a la filosofía y que los distintos acercamientos pueden verse como formas alternativas que, como un prisma, expanden el rayo de la propia mirada. Taylor nos cuenta su encuentro revelador con la fenomenología de Merleau-Ponty, que vino a despertarlo del dogmatismo positivista. La política y la ética, y en definitiva el saber en torno al ser humano, son ciencias inciertas. La teoría de la acción de la que trata la ética, y el estudio de las cosas justas que son el objeto de la política no pueden ser definidos de una vez por todas, como si se tratara de un conocimiento que debe alcanzarse y que nos preexiste. Lo que hay que mostrar aquí es «la verdad de un modo tosco y esquemático» (Aristóteles, Ética nicomáquea, 1094b22). Esto no implica que sea carente de rigor, pero sí que requiere una mirada que no se agote por no ver colmado un afán de conclusiones que es contraproducente para la propia empresa filosófica. A fin de cuentas, y citando de nuevo al estagirita, «el fin de la política no es el conocimiento, sino la acción» (id., 1095a7). En el estudio de la filosofía práctica estas consideraciones, a mi parecer centrales a la experiencia filosófica de Taylor y Bernstein, deben serlo también para nosotros. Filosofía pública La relación de la filosofía con la democracia es controvertida desde los inicios en que Platón caricaturizó el régimen político que acabó con el mejor de los hombres. ¡Cómo puede contribuir la filosofía a la democracia si los discursos que en ella triunfan son aquellos que mejor ocultan su esencial mendacidad bajo la grosera demagogia! El filósofo se ve así como parte de la elite intelectual, y por ello se resiste a la nivelación de su voz en la cacofonía generalizada de la esfera pública. Sin embargo, esta tensión democrática no se resuelve necesariamente con la reclusión voluntaria de la filosofía en una esotérica torre de marfil. La alternativa al elitismo es una filosofía pública que se toma en serio la democracia, así como la posibilidad de contribuir a una mejor articulación colectiva de las opiniones y de las perspectivas. El filósofo en la arena pública puede clarificar conceptos, denunciar falacias y proponer cambios radicales en los temas que son objeto de discusión. Frente a una esfera política en la que imperan los mensajes cortos, la inmediatez y la necesidad de crear sensaciones, la filosofía no acepta los términos al uso y pone en tela de...



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