E-Book, Spanisch, Band 86, 176 Seiten
Reihe: Narrativas
Ward / Gago Domínguez Arquitectura del disenso
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19168-41-2
Verlag: Gallo Nero
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Formas y prácticas alternativas del espacio urbano
E-Book, Spanisch, Band 86, 176 Seiten
Reihe: Narrativas
ISBN: 978-84-19168-41-2
Verlag: Gallo Nero
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Colin Ward (1924-2010) fue arquitecto y una de las principales figuras del movimiento anarquista del Reino Unido. Escribió sobre el sistema de bienestar y la historia social de Gran Bretaña, y en particular sobre cuestiones de vivienda y planificación. De 1947 a 1960 fue editor del periódico anarquista Freedom, y de 1961 a 1970, editor de la revista Anarchy, reuniendo a su alrededor un grupo de escritores y pensadores que llegarían a ser influyentes por derecho propio. Ward teorizó sobre un «anarquismo pragmático» que buscaba eliminar las formas autoritarias de organización y gobernanza en favor de mecanismos informales y autoorganizados basados en estructuras no jerárquicas. Los escritos de Ward se caracterizan por su discurso teórico sobre la naturaleza del anarquismo y por una sensibilidad práctica enfocada a proporcionar soluciones empíricas capaces de transformar la vida real y las condiciones de la vida cotidiana. Uno de los temas clave de su trabajo fue la promoción de estrategias cooperativas de autoayuda, en forma de ocupaciones ilegales, cooperativas de inquilinos y proyectos de autoconstrucción. Su obra contribuyó en gran medida a disipar los mitos y estereotipos populares asociados con el anarquismo, además de demostrar la aplicabilidad práctica de tal enfoque a una amplia gama de cuestiones pertinentes a la arquitectura.
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Introducción
Fragmentos de una Arcadia posible
Colin Ward dedicó una parte importante de su trabajo a la arquitectura y el urbanismo: de la treintena de títulos que componen su bibliografía, más de veinte se adentran en esos temas.1 Una misma perspectiva anarquista parece nacer y desarrollarse, a lo largo de toda su vida, en profunda conexión con las temáticas y experiencias de la arquitectura, el hábitat y la ciudad. De hecho, su encuentro con la arquitectura se produce unos cuantos años antes de su descubrimiento de las ideas anarquistas: en 1939 abandona la escuela muy joven —para disgusto de su padre, que era el pequeño de diez hijos y se había hecho maestro estudiando en la escuela nocturna— y en 1941, con dieciséis años, empieza a trabajar —en su tercer empleo— como diseñador en el estudio de Sidney Caulfield, un arquitecto londinense ya mayor formado en la Central School of Arts and Crafts que, durante esos años de guerra, se ocupaba de la reparación de edificios londinenses dañados por los bombardeos. Ward se dedica a reconocer y medir los edificios para diseñar su rehabilitación. Un poco más tarde, en 1943, se alista en el ejército y se traslada a Glasgow, donde entra en contacto con los ambientes anarquistas de la ciudad. Tal vez a causa de esas compañías «sospechosas», pronto lo destinan a una localidad remota de las islas Orcadas, donde trabaja en una unidad encargada de la manutención. Allí, su principal tarea consiste en montar y desmontar barracones militares con ayuda de prisioneros italianos, incluida la capilla que estos habían construido durante su estancia en las Orcadas. Para la reconversión de dos de los barracones, Ward empleó materiales reutilizados y elementos decorativos de lo más variado, y su trabajo pasaría a formar parte del vastísimo repertorio de ejemplos del arte de apañarse con lo que se tiene, esto es, de las arquitecturas no oficiales surgidas del ingenio popular, que Ward se dedicaría a inventariar y estudiar durante toda su vida.
Al acabar la guerra, Ward retomó su trabajo como diseñador en varios estudios londinenses de arquitectura: primero en Architects’ Co-Partnership, luego en Shepheard and Epstein durante muchos años y, por último, en Chamberlin, Powell and Bon, antes de empezar a dar clases y ocuparse de la educación ambiental en la Town and Country Planning Association. En paralelo, y ya desde la época de Glasgow, fue profundizando en su compromiso con el mundo anarquista hasta que, en 1947, entró a formar parte de la redacción del semanario Freedom, fundado por Piotr Kropotkin sesenta años antes, para el cual ya llevaba varios años escribiendo, desde la época en el ejército.
Así, por un lado, su formación en el campo de la arquitectura no solo es del todo extraacadémica, sino también eminentemente práctica, y, por otro, el contacto con la tradición anarquista lo lleva a descubrir un filón muy variado de reflexiones en torno a la ciudad y el territorio que, a través de Kropotkin, se ramifican hasta Patrick Geddes, Ebenezer Howard o William Morris; y hasta contemporáneos como Lewis Mumford, Paul Goodman o, en Italia, Giancarlo De Carlo, con quien entrará en contacto a principios de los años cincuenta.
En esta trayectoria autodidacta de Ward —o como diría Goodman, de «educación incidental»—2 podemos rastrear buena parte del carácter tan peculiar de sus investigaciones, sus intereses y, en definitiva, el modo en que contempla el mundo y la existencia. Así, me parece que podemos encontrar resonancias muy profundas entre su figura y la de Lewis Mumford, otro gran autodidacta, escritor poliédrico y enemigo de la especialización, diletante apasionado de la ciudad y la arquitectura que, con el tiempo, se convirtió en uno de sus más finos observadores. Además de estos rasgos comunes, y más allá de la acogida mucho más amplia que tuvo la obra de este último y de las diferencias de origen y generación que separan a ambos —Mumford crece en el chispeante y cosmopolita ambiente neoyorquino, mientras que Ward bebe de la tradición popular del East End londinense—, existen elementos evidentes de conexión que destacan sus respectivas obras en el marco de la reflexión arquitectónica sobre el siglo xix. El aspecto esencial viene expresado con gran claridad por el mismo Mumford en el prólogo de media página de su libro más conocido, La ciudad en la historia: «Como en otros estudios míos sobre la ciudad, he restringido mi discurso, en la medida de lo posible, a centros y regiones que conozco de primera mano. […] Mi método exige experiencias y observaciones personales, dos cosas que los libros no pueden remplazar».3 Un principio que resulta paradójico y provocador a la hora de presentar una empresa titánica como es trazar una historia de la ciudad desde la prehistoria hasta el presente, y que parece adaptarse muy bien a la obra entera de Colin Ward. El espíritu de observación de Ward tiene mucho en común con la mirada «a la altura del ser humano» de Mumford: ambos sitúan la experiencia directa, personal y corpórea en la base de todas sus reflexiones sobre arquitectura. El habitar humano se mira desde la óptica de lo cotidiano y se estudia desde ahí, fuera de toda codificación académica y disciplinar, pero sin dejar en ningún momento que la dimensión sociológica transforme la arquitectura en un escenario genérico e indistinto, lo cual permite capturarla en los detalles de su individualidad como cuerpo vivido, es decir, como arquitectura de carne y hueso. Uno de los textos aquí recogidos, «Bethnal Green: un museo de la vivienda» —que Ward escribió para un programa radiofónico de la BBC en 1962 y luego publicó en 1963 en la revista mensual Anarchy, dirigida por él mismo—, recuerda en muchos aspectos a las reseñas urbanas que Mumford escribía con regularidad en la revista New Yorker a finales de los años treinta:4 el paso al caminar; la mirada aguda, cálida y partícipe; la observación de las interacciones entre actividades y personas, los espacios y materiales de la arquitectura; el carácter de los lugares descritos… En las reflexiones errantes de Ward y Mumford reverbera la pasión descriptiva de otro enemigo inquebrantable de la especialización, Piotr Kropotkin: el numeroso elenco de actividades, costumbres, oficios, instrumentos y artefactos que habitan y construyen los ambientes vitales de las personas o la identificación con una topología de lo humano arman buena parte de sus textos fundamentales, desde Campos, fábricas y talleres hasta El apoyo mutuo. Un factor de evolución,5 que tanto Ward como Mumford admiraban sin reparos.
El tema de fondo del trabajo de Ward en torno a la arquitectura y la ciudad es la historia social que surge a partir del habitar, enfocada sobre todo hacia las formas populares y no oficiales de construcción y la transformación de los lugares. Cada ejemplo constructivo de una relación activa entre las personas y el ambiente vital, cada caso de habitar humano —o una parte del mismo, por pequeña que sea— erigido como fruto de una transformación realizada por seres vivos en primera persona y no por una entidad abstracta y burocrática son, para él, testimonios de esa «anarquía en acción» que constituye el núcleo central de su idea libertaria, la «semilla bajo la nieve»6 de una posibilidad latente que debe buscarse en la vida cotidiana y no tanto en la perspectiva palingenésica de un futuro remoto. Ward fue un auténtico zahorí en esa búsqueda de semillas, y se propuso encontrarlas no solo en lugares esotéricos o primitivos, sino también en el presente y el pasado más cercano, dentro de nuestros campos y ciudades, en el mismo Londres —capital del mundo desarrollado— e incluso en una arquitectura monumental entre las más celebradas, como demuestra su libro sobre la catedral de Chartres.7
Las investigaciones de Ward se adentran en las formas activas de habitar y las transformaciones que estas producen en el espacio construido. Siguiendo este hilo conductor, la búsqueda se abre a una pluralidad de temas y emplea una gran variedad de enfoques y herramientas; reflejar esa multiplicidad, al menos en parte, es uno de los objetivos de esta antología. Así, en muchos casos, Ward explora un tipo de discurso sin duda inusual en el ámbito de la arquitectura, una modalidad que, hoy en día, nos parece especialmente fértil: impulsa las afirmaciones kropotkianas y las caminatas mumfordianas en una dirección más coloquial y narrativa para abordar una dimensión microhistórica y biográfica. Ello sucede en varios capítulos de Arcadia for All —del cual recuperamos dos textos para esta antología—, escrito junto a Dennis Hardy y dedicado a un tema muy querido por Ward que, a día de hoy, aún resulta poco conocido: los plotlands, esos enclaves autoconstruidos erigidos en respuesta a las new towns (nuevas poblaciones); sitios populares, frugales y autogestionados que surgieron en las costas del sudeste inglés en la primera mitad del siglo pasado, y que Ward definió con ironía como do it yourself new towns. Un fenómeno en el que se entrelazaban dinámicas de muy diverso cariz: una crisis económica y agrícola, reminiscencias de ideales utópicos, inicios del veraneo de las masas y huidas del East End londinense bombardeado. Mediante un trabajo de investigación compuesto por entrevistas, lectura de...




