Azoulay / Ismard | Atenas 403 | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 133, 480 Seiten

Reihe: Biblioteca de Ensayo / Serie mayor

Azoulay / Ismard Atenas 403

Una historia coral
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19553-89-8
Verlag: Siruela
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Una historia coral

E-Book, Spanisch, Band 133, 480 Seiten

Reihe: Biblioteca de Ensayo / Serie mayor

ISBN: 978-84-19553-89-8
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El año que cambió la historia de Occidente Una original y esclarecedora aproximación a la democracia y la pluralidad de la sociedad ateniense que dialoga directamente con el mundo de hoy. A finales del siglo V a. C., la guerra del Peloponeso condujo a la derrota de Atenas. Aprovechando la debacle, una comisión de treinta oligarcas abolió las instituciones democráticas que habían regido la vida política de la ciudad durante un siglo: fue el comienzo de una sangrienta guerra civil que duró algo más de un año. Pero los demócratas no se quedaron de brazos cruzados. A finales del 404, Trasíbulo reunió un ejército de voluntarios y, tras varias victorias contundentes y difíciles negociaciones, en el otoño del 403 se logró la reconciliación y la democracia quedó restablecida. A partir del destino de diez singulares figuras históricas, este ensayo aborda los hechos desde un novedoso ángulo. Inspirándose en el modelo del coro del teatro griego, nos ofrece una visión renovada de la sociedad ateniense que rehúye las categorías tradicionales que distinguían exclusivamente entre ciudadanos, extranjeros y esclavos. El conflicto dio lugar a colectivos múltiples y cambiantes, organizados en torno a figuras clave, como el inclasificable Sócrates, el oligarca Critias, el retórico Lisias, pero también el escriba Nicómaco, el antiguo esclavo Geris o la sacerdotisa Lisímaca. Al examinar este coro, se van revelando las jerarquías y tensiones que lo atraviesan, y también las prácticas y emociones que lo unen. Dando forma a una nueva sociología de la polis bajo el signo de la pluralidad y la contingencia, esta historia coral apunta, en última instancia, al modo en que se construye la sociedad: ¿por qué procesos llega una sólida comunidad a desgarrarse, o incluso a desintegrarse, y luego a refundarse? Una original y esclarecedora reflexión que dialoga directamente con el mundo de hoy. «Un libro esencial para entender conceptos tan decisivos como la memoria y el olvido después de una dictadura».Guillermo Altares, El País Proyecto financiado por la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, Ministerio de Cultura y Deporte. Proyecto financiado por la Unión Europea-Next Generation EU

Vincent Azoulay (1972) es director de estudios de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS). Entre sus obras destacan Périclès: La démocratie athénienne à l'épreuve du grand homme y Les Tyrannicides d'Athènes: Vie et mort de deux statues.
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INTRODUCCIÓN


Por una historia coral


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Joseph Brodsky

El 11 de enero de 2015, millones de personas desfilaron por las calles, en París y en el resto de Francia, conmocionadas por los atentados contra la redacción de y los franceses de confesión judía. Cortejo fúnebre a la par que expresión de unidad nacional y garantía frente al terror, esas manifestaciones tuvieron algo de exorcismo colectivo: muchos ciudadanos se sintieron movilizados para participar, fueran cuales fuesen sus afiliaciones políticas, como si, tras un momento de estupefacción, cada cual sintiera la necesidad de volver a ponerse en movimiento. Los participantes tuvieron entonces la sensación de vivir un momento de una intensidad extraordinaria, que provocó en todos emociones salvajes y contradictorias, mezclando miedo, hostilidad, espíritu de venganza, solidaridad y fraternidad: les pareció vivir, en resumen, un momento histórico.

La amplitud de esa reacción colectiva suscitó grandes esperanzas. Muchos vieron en el fervor de esas manifestaciones la ocasión de reconstruir un vínculo social extenuado, como si en torno a un trauma compartido se abriese una brecha en el orden del tiempo. Tal vez sea eso lo propio de todo acontecimiento histórico: hacer que surjan virtualmente otras formas de «hacer sociedad», de ordenar los cuerpos y los seres, antes de que esas virtualidades vuelvan a sumirse en los abismos del olvido histórico, borradas por los discursos oficiales. Pero por ser surgimiento de lo instituyente, de lo ordinariamente recubierto por el funcionamiento instituido de la sociedad, todo acontecimiento auténtico abre tanto la posibilidad de la reunión como la de la división radical.

De hecho, en el mismo momento de comunión que conoció Francia en enero de 2015, no tardaron en alzarse voces discordantes. Desde los primeros momentos después de los atentados, hubo que rendirse a la evidencia: no todo el mundo deseaba participar en esas marchas colectivas. Si bien en los desfiles hubo gran número de manifestantes, muchos estuvieron ausentes, tanto que hubo quien vio en los inmensos cortejos del 11 de enero la emanación de una Francia temerosa de clase media y alta, étnicamente homogénea. No, definitivamente no todo el mundo era «Charlie»: las redes sociales actuaron como una caja de resonancia excepcional para las voces que rompían el coro al unísono. Se expresaba en ellas el legítimo recelo frente a la unión sagrada y su instrumentalización por parte de un presidente y un gobierno que perdían fuerza y que invitaron a jefes de Estado poco democráticos a la cabeza del desfile. No tardaríamos en constatar que la retórica de la unanimidad iba a abrir el camino, en los años sucesivos, a la institucionalización progresiva del estado de alarma.

¿Cómo «hacer sociedad»? Esa fue la pregunta que se impuso en el debate público durante el mes de enero de 2015. Comenzado antes incluso del inicio de esa secuencia terrorista y acabado mientras una pandemia reactiva antiguos miedos, este libro desea profundizar en esa pregunta dando un rodeo que lleva hasta los confines de una célebre ciudad griega de la Antigüedad: Atenas. La sociedad ateniense del siglo V a. C. para pensar el presente: la empresa parece absurda a primera vista, pues nos resultan ajenas las reglas que la gobiernan. Es difícil, en efecto, proyectarse en una sociedad basada en la exclusión política de más de tres cuartas partes de los habitantes que la componen: las mujeres libres, los extranjeros y los esclavos. Ciertamente, pero frente a esa comprensible idea preconcebida conviene recordar que los atenienses del siglo V fueron los primeros en instituir un régimen político basado en la participación de una proporción considerable de la población, en cuyo seno las distinciones de fortuna no eran obstáculo para la igualdad ante la ley, y que a esa forma de organización comunitaria inédita le dieron el nombre de democracia, por lo que sigue siendo un territorio fértil para pensar lo político hoy en día.

Sin duda, el regreso a Atenas necesita intermediación para ofrecernos las «lecciones» de la historia que nuestra inquietud y nuestra impotencia parecen reclamar. Tucídides y Platón no resolverán nuestro presente. Pero, aun así, la experiencia ateniense puede ayudarnos a aguzar varias de las cuestiones decisivas de nuestro tiempo: ¿de qué forma el conjunto de los mecanismos de inclusión y exclusión que genera un grupo puede construir, más que la suma de redes dispares, una verdadera sociedad? Al contrario, ¿mediante qué procesos llega una sociedad a desgarrarse, a desintegrarse incluso? ¿Cómo cohabitan en su seno espacios sociales y temporalidades heterogéneas? ¿Con qué condiciones mantener el fervor insinuante de la situación de alarma sin caer en la unidad totalitaria? Todas esas cuestiones se despliegan con claridad en un momento muy singular de la historia de Atenas.

A finales del siglo V a. C., acabó «la mayor crisis que conmocionó a Grecia y a una fracción del mundo bárbaro, pues afectó, por así decirlo, a la mayor parte de la humanidad»1. Acentuada por una terrible epidemia y por masacres masivas, la guerra del Peloponeso (431-404 a. C.) concluyó con la derrota de Atenas y el desmantelamiento de su imperio marítimo. Marginalizados durante mucho tiempo, los oligarcas atenienses aprovecharon la debacle para tomarse la revancha en la ciudad: con el apoyo de las tropas espartanas, una comisión de treinta atenienses puso fin a las instituciones democráticas que regían el funcionamiento de la vida política desde hacía más de un siglo. Liderados por Critias y Caricles, los Treinta redujeron drásticamente el corpus cívico —limitado en adelante a tres mil ciudadanos— y multiplicaron las ejecuciones sumarias, los expolios arbitrarios y los destierros colectivos2*.

Los demócratas no dejaron de reaccionar a estos abusos: a finales del año 404, Trasíbulo reunió a un ejército de voluntarios, compuesto por ciudadanos atenienses exiliados, metecos e incluso esclavos. Saliendo de Tebas, esta tropa heteróclita se apoderó en primer lugar de la fortaleza de Fileo en el norte del Ática y, unas semanas más tarde, tomó el control del puerto estratégico del Pireo. Aprovechando la actitud expectante de los espartanos y los desacuerdos en el seno de la oligarquía, «los del Pireo» obtuvieron entonces varias victorias sonadas sobre «los de la Ciudad». Tras largas y complejas negociaciones, la reconciliación se concluyó por fin a principios del otoño de 4033.

El duodécimo día de Boedromión

Casi cincuenta años más tarde, los atenienses podían fechar con precisión el día de la victoria de los hombres de Trasíbulo: cada año, el duodécimo día de Boedromión, celebraban, más que una simple restauración de las instituciones democráticas, la refundación del régimen inaugurado cerca de un siglo antes por Clístenes en 508/507 a. C. Los atenienses celebraban en esa ocasión su libertad recobrada, «pues en ese día regresaron los exilados de Fileo»4; con un sacrificio en honor de su divinidad tutelar, la ciudad conmemoraba el recuerdo de su unidad recobrada.

Lo que los atenienses celebraban no era en absoluto evidente. ¿Qué acontecimiento en concreto señalaba a sus ojos la reunificación de la ciudad y el fin definitivo de la guerra civil? El duodécimo día de Boedromión, cuando los vencedores tomaron posesión de la ciudad, la comunidad ateniense presentaba un doble rostro. Tras ocho meses de guerra civil, Trasíbulo y sus hombres formaron al principio una procesión que ascendió armada hasta la Acrópolis para rendir culto a la diosa Atenea5. Después, al bajar de la Acrópolis, los estrategas convocaron una asamblea durante la cual Trasíbulo se dirigió al conjunto de los ciudadanos. Al término de la reunión, los atenienses designaron a los magistrados del nuevo año y «la vida pública recuperó su curso»6.

Así pues, la ciudad presentó dos rostros de sí misma muy distintos: por una parte, el de un cortejo procesional que rinde culto a Atenea; por otra, el de una comunidad política reunida en el gran lugar de deliberación democrática que es la Asamblea, en la colina de Pnyx.

La Acrópolis y la Pnyx: dos representaciones canónicas de la ciudad o, más exactamente, dos formas de construir la idealidad de la ciudad griega. Estas dos representaciones suelen funcionar de forma invertida. El rito cívico se analiza generalmente como un medio de construir la unidad de la comunidad política. La procesión de 403 sería el símbolo mismo de la reunificación de la ciudad, en torno a un ritual en honor de Atenea, después del desgarro de la guerra civil. A la inversa, la Asamblea es el lugar donde se expresaría el desacuerdo y, potencialmente, la división política.

Ahora bien, aquel día de octubre de 403, esos dos momentos funcionaron a contrapelo de las representaciones habituales: mientras el ritual, en principio integrador, manifestaba la división de la comunidad, la ciudad recobraba la unidad en la Asamblea, sede de enfrentamientos políticos a menudo violentos. Sería un error interpretar la procesión hasta la Acrópolis a la luz de las Panateneas, el gran rito cívico que ponía en escena a la ciudad en su unidad7. Si bien recorría el mismo trayecto, la procesión de Trasíbulo tenía un significado muy distinto. La escena no presenta en modo alguno el hermoso...



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