Bay | Noches de promesas | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, Band 2, 310 Seiten

Reihe: Nights

Bay Noches de promesas


1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19301-60-4
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, Band 2, 310 Seiten

Reihe: Nights

ISBN: 978-84-19301-60-4
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



He estado enamorada de Luke Daniels desde..., bueno, desde siempre. Pasé más de una década dejando que me viera como la mejor amiga de su hermana, observando desde la distancia con la esperanza de que se fijara en mí, me eligiera, me amara. Me gustan los cuentos de hadas y Luke es mi príncipe azul. Es alto, con hombros tan anchos que bloquean el sol. Es amable, con una sonrisa tan deslumbrante que me hace olvidar todo lo que está mal. Y es el único hombre que puede hacerme reír hasta que me duelan las mejillas y el estómago. Pero él nunca será mío. Así que he decidido seguir con mi vida y encontrar la siguiente mejor opción. Hasta que se han juntado un disfraz de Wonder Woman, una botella de tequila y un juego de Verdad o reto: entonces Luke lame la sal de mi muñeca y me dice que soy hermosa. Luego me empieza a quitar la ropa lentamente, mientras roza sus labios con los míos. ¿Y ahora qué? Estoy hecha un lío, no sé si este es el principio de mi «felices para siempre» o el comienzo de una tragedia...

Louise Bay adora la lluvia, Londres, los días en los que no tiene que maquillarse, disfrutar de tiempo a solas, estar con sus amigos, los elefantes y el champán. Todas sus novelas son auténticos best sellers. Noches de promesas es la última novela de la autora en Phoebe, después del éxito conseguido con Una semana en Nueva York, Altas esferas, Alta sociedad, El escándalo, Noches en París y Doctor Inalcanzable, con la serie Mister (Mister Mayfair, Mister Knightsbridge, Mister Smithfield, Mister Park Lane, Mister Bloomsbury y Mister Notting Hill), además de la serie The Royals (El rey de Wall Street, El príncipe de Park Avenue, El duque de Manhattan, El caballero inglés y El aristócrata de Londres) y la bilogía The Gentlemen (El caballero implacable y El caballero equivocado).
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2


Luke

Me quedé en casa de Haven hasta que me echó, pasada la medianoche. Antes me había ofrecido a llevar a Ash a casa, pero ella se había negado. No la había visto demasiado últimamente, y me habría venido bien hablar con ella. No recordaba la última vez que habíamos estado a solas. A veces quedábamos para comer o después del trabajo, pero había pasado mucho tiempo desde la última ocasión en que nos habíamos visto. Cuando la abracé para saludarla me di cuenta de que el aroma que desprendía era el que había olido en la iglesia el día anterior. Nunca me había fijado en el perfume que usaba, probablemente porque para mí solo olía a Ash.

Abrí silenciosamente la puerta del piso que Emma y yo compartíamos, intentando girar la llave lo más despacio posible en la cerradura para evitar el estruendo excesivo que hacía. Era tarde, y ella tenía que madrugar al día siguiente para ir al hospital.

No encendí ninguna luz; me desnudé en silencio hasta que me quedé en calzoncillos y me metí bajo las sábanas.

—Hola —dijo.

Había estado seguro de que dormía.

—¿Te cuesta dormir? —pregunté.

Se puso de lado, frente a mí.

—Sí, un poco. ¿Qué tal la cena del domingo?

—Bien. Todo el mundo me ha preguntado por ti. —No era del todo cierto, ni siquiera era una mentirijilla piadosa, pero seguro que habían querido saber de ella.

—Qué bien… —respondió.

Suspiré y me puse la mano detrás de la cabeza, clavando la vista en la luz de las farolas que se colaba en el dormitorio por los bordes de la persiana. El ambiente estaba cargado por las palabras tácitas de la conversación que estábamos a punto de tener.

—¿Disfrutaste de la boda? —preguntó.

—Sí, claro. —Había evitado deliberadamente el tema desde que había visto sus lágrimas el sábado, y volví a hacerlo—. Haven puso pato para la cena. Deberíamos probarlo alguna vez. Estaba muy bueno. Se está convirtiendo en una buena cocinera.

—Parece que el matrimonio le sienta bien. ¿Has pensado en algún momento si a ti también te convendría? —preguntó.

Me hormigueó la piel y se me secó la boca. Me quité las sábanas de encima para ir a por agua.

—¿Por qué iba a hacerlo? Somos felices tal y como estamos —dije mientras iba al cuarto de baño, deseando que dejara el tema.

—El matrimonio es el siguiente paso para dos personas que son felices y están enamoradas, ¿no? —preguntó, alzando ligeramente la voz para que yo siguiera oyéndola con claridad a pesar del ruido del grifo. Me sentí como si me estuviera hundiendo en arenas movedizas. Notaba la presión por todo el cuerpo, como si me estuvieran estrujando entre dos paredes de hormigón, igual que en la escena del compactador de basura de La guerra de las galaxias. De hecho, en ese momento me habrían ido bien un par de trucos mentales Jedi.

—No veo por qué. —Esperaba que eso fuera el final, pero sabía que no iba a serlo. La conversación nos estaba llevando por una calle de un solo sentido. Volví a cepillarme los dientes para dar tiempo a que Emma que se durmiera. ¿Por qué había sacado ese tema si todo iba tan bien?

Volví a dejar el cepillo de dientes en el vaso, me enjuagué la boca y regresé al dormitorio. Ella me miró fijamente.

—¿Nunca has pensado en casarte conmigo? —volvió a preguntar, ya a bocajarro.

—Ya te he dicho que no. No te miento, Emma. —Volví a meterme bajo las sábanas y me tumbé boca arriba, mirando al techo y deseando que la conversación concluyera de una vez.

—¿No quieres casarte antes de que tengamos hijos?

Dios, ¿ los niños también eran parte de la ecuación?

—¿Quieres que hablemos de niños?

—Tenemos que hablar de estas cosas, Luke. No quiero ser solo tu compañera de piso. Haven se ha casado. Y Jake y ella estuvieron juntos poco tiempo antes de que él le propusiera matrimonio.

—A ellos les funciona.

—¿Crees que no iba a funcionarnos a nosotros? —preguntó.

Me pasé las manos por la cara.

—Es tarde. No quiero hablar de esto ahora. Necesito dormir. Y tú tienes que madrugar. Discutámoslo en otro momento si crees que es tan importante.

—¿Si creo que es tan importante? Claro que es importante. No podemos quedarnos como estamos —me espetó—. A veces puedes ser un auténtico capullo.

—Tú has sido la que ha sacado el tema en mitad de la noche.

—¿El tema? ¿Me estás tomando el pelo? Llevamos viviendo juntos casi tres años. Mira a tu alrededor, Luke. Todo el mundo se casa. Las personas viven juntas, se casan y luego tienen hijos. ¿Por qué te consideras una excepción?

—¿Así que quieres casarte porque todo el mundo lo hace? Me parece un razonamiento excelente. —El litigante que había en mí quería ganar la discusión independientemente de los méritos y deméritos de lo que se estaba diciendo.

—Quiero casarme porque te amo, maldito idiota. Quiero tener hijos contigo porque quiero ser la madre de tus hijos. Tal vez no hoy, pero sí algún día. Dios, Luke, ¿por qué te sorprendes tanto?

No podía discutir con alguien que me decía que me quería aunque escupiera las palabras. Repasé los recuerdos de las conversaciones que habíamos mantenido a lo largo de los años, tratando de encontrar alguna vez en la que hubiéramos hablado de matrimonio. No se me ocurría ninguna. Siempre había supuesto que a ella le daba igual, como a mí. ¿Me había equivocado? ¿La había engañado?

—¿Pero por qué sacas el tema ahora? —pregunté en voz baja.

Inspiró.

—Porque quiero que sigamos adelante, que demos el siguiente paso en nuestra vida juntos. No entiendo por qué tienes tanto interés en que todo siga igual.

—No sé qué decir. Esto no es… —No sabía cómo terminar la frase. ¿Algo que quiera? ¿Algo en lo que hubiera pensado? No quería hacerle daño a Emma, pero no veía el matrimonio en mi futuro.

Tenía que hablar de aquello con alguien que no fuera ella. Quería hablar con Haven o con Ash.

—¿Me quieres? —me preguntó al ver que no terminaba la frase.

—Por supuesto que sí. Es decir, estamos juntos y…

—Eso es, cariño. Esto es lo que hace la gente. Se casa. Sé que a los hombres no les gusta pensar que están haciéndose mayores, pero es así. Todos envejecemos. Ya no somos niños jugando a las casitas.

¿Mis padres también habían pensado eso? ¿Uno de ellos quiso casarse y se lo había sugerido al otro y luego habían decidido, racionalmente, que daban el paso correcto? Yo no lo creía. Siempre me había parecido que habían tomado un camino diferente. Mi relación con Emma nunca se había podido comparar con la de ellos. Lo que había entre ellos había significado que tenían que casarse. Si Emma y yo no sentíamos que teníamos que casarnos, ¿por qué deberíamos hacerlo? No significaba que no la amara. Solo que éramos diferentes a otras parejas.

—Piénsalo. Esto es lo que quiero, Luke. Un futuro juntos.

A la mañana siguiente me levanté después de que Emma se fuera. Me sentí como una mierda por fingir que dormía para evitar otra discusión mientras ella se arreglaba. A media mañana seguía nervioso por la falta de sueño y no podía concentrarme en nada más que en intentar controlar el pánico que aún me recorría el cuerpo, así que fui a la escalera principal del edificio del bufete, buscando un número entre mis contactos. Le di a marcar al llegar a Ash. Necesitaba hablar con una persona, una que fuera mi amiga, que me conociera. Alguien que quisiera que fuera feliz, pero que no dudara en darme una patada en el culo si hacía falta. Alguien que me llamara gilipollas si me lo merecía, pero que en última instancia no me juzgara. Ash era esa persona. Haven y yo estábamos unidos, pero era mi hermana y no tenía la misma perspectiva que Ash. Haven no tenía la dulzura de Ash, una virtud que hacía que lo que salía de su boca, por duro que fuera, resultara más soportable.

—Joder, voy a meterme en un buen lío, ¿no ves que estoy de guardia? Espero que se te esté cayendo el pito a pedazos —contestó Ash al teléfono con un fuerte susurro. A pesar de mi mal humor, no pude evitar reírme. Quizá no todo lo que decía fuera tan dulce.

—¿Cómo va el asunto de curar a los enfermos y a los moribundos?

—Trabajo en cuidados paliativos, imbécil. Aquí no se cura nadie, ¿o no lo sabes ya?

—Deja de poner excusas por ser mala enfermera.

No entendía cómo se las arreglaba Ash para hacer su trabajo y estar tan contenta todo el tiempo. Lo único que hacía era pasar de un paciente a otro. Veía a la gente en su momento más vulnerable, en sus...



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