E-Book, Spanisch, 200 Seiten
Carpentier El ocaso de Europa
1. Auflage 2024
ISBN: 978-959-304-396-0
Verlag: RUTH Casa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 200 Seiten
ISBN: 978-959-304-396-0
Verlag: RUTH Casa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Alejo Carpentier (Lausana, 26 de diciembre de 1904-París, 24 de abril de 1980). Fue un escritor cubano y francés que influyó notablemente en la literatura latinoamericana. Uno de los escritores fundamentales del siglo xx en lengua española, y uno de los artífices de la renovación literaria latinoamericana, en particular, a través de un estilo que incorpora varias dimensiones y aspectos de la imaginación para recrear la realidad, elementos que contribuyeron a su formación y uso de «lo real maravilloso».
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Para volver a abrir un debate
Wotan clava profundamente su lanza
y provoca un incendio devastador
que se propaga por un mundo en ruinas.
Ricardo Wagner
El crepúsculo de los dioses
En fecha reciente, un editor español solicitó autorización para publicar en forma de libro la serie de artículos que, bajo el título El ocaso de Europa, Alejo Carpentier escribió para la revista Carteles. La actual crisis económica devolvía al presente trabajos concebidos para otro momento histórico. Eran entonces los días más dramáticos de la Segunda Guerra Mundial. Después de la ocupación de Francia, los nazis parecían invencibles en su proyecto de dominación. El tableteo apremiante de la inmediatez noticiosa ha quedado atrás. Hemos entrado en otro milenio.
Sin embargo, en un planeta transformado en muchos aspectos, los acontecimientos pasados recobran presencia viva. Incitan a una reflexión productiva sobre el sentido de la historia, la función del intelectual e iluminan zonas poco estudiadas del pensamiento de Carpentier, como lo atinente a la tan traída y llevada influencia de Oswald Spengler. Con la expansión del nazismo y su secuela xenófoba y concentracionaria, la barbarie arrasaba los valores culturales acumulados a través de una tradición secular. Ahora, el contexto es otro. La crisis económica socava las bases del estado de bienestar, aumentan los índices de pobreza, se quiebran las conquistas obreras y las grandes oleadas migratorias reverdecen el racismo y auspician el avance de ideas de inspiración fascista. Algunos intelectuales se preocupan por la organicidad del pensamiento y de la cultura.
La distancia abismal que separa el paso breve del hombre por la vida respecto a los trancos de la historia, fue tema recurrente en la obra de Alejo Carpentier. La historiografía contemporánea ha reconocido que nuestro devenir transcurre en medio de procesos de larga duración. El narrador cubano lo intuye en «Semejante a la noche», y al remitirse en este conjunto de artículos al rescoldo de la Primera Guerra Mundial, centenario que conmemoramos en 2014. Como ocurrió con la invasión de Polonia en septiembre de 1939, Sarajevo constituyó el pistoletazo detonador de una contienda que se venía preparando desde muy atrás, motivada por la expansión colonial y el reparto de África. La socialdemocracia, agrupada en la Segunda Internacional, lo sabía. El respaldo popular la había conducido a tener una amplia representación en los parlamentos europeos, sobre todo en Francia y Alemania. La plataforma común de los partidos socialistas establecía el compromiso de votar contra la guerra en cualquier circunstancia. En el Bundestag, los alemanes rompieron el acuerdo. A modo de respuesta, los franceses pudieron hacer lo mismo luego del asesinato de su dirigente Jean Jaurès, voz insobornable en defensa de la paz. Comenzaban a manifestarse así los primeros síntomas de descrédito de la clase política en el contexto de la democracia burguesa, acrecentados en la etapa de entreguerras y agigantados en la actualidad.
Sobre el trasfondo de la expansión imperial, las características que matizaron ambas guerras mundiales no fueron las mismas. Desde la toma del poder en 1932, el diseño del nacionalsocialismo implicaba el dominio planetario sustentado en una industria bélica en pleno desarrollo y de una ideología racista, raigalmente antihumanista, respaldada por un proyecto genocida. No había lugar para la prédica pacifista alentada otrora por Romain Rolland, exiliado en Suiza. La incapacidad francesa para ofrecer resistencia mínima ante el embate invasor respondió a varios factores, entre los cuales el papel de la subjetividad resultó decisivo. La imprevisión de los estrategas militares, confiados en el sistema de fortificaciones en torno a la Línea Maginot, al punto de descuidar la vulnerable frontera con Bélgica, fue uno de ellos. Mientras sus ingenieros dirigían a toda prisa la construcción de aviones y tanques de última generación, Alemania inauguraba una nueva modalidad bélica. Para socavar la moral y ablandar el terreno enemigo, sistematizó el trabajo subterráneo, a fin de incitar al derrotismo y al espíritu de colaboración con el futuro ocupante. Estimuló a los grupos de derecha, sobornó a la prensa y favoreció un acercamiento a los intelectuales. Proyectó una imagen de invencibilidad e hizo de la cultura un instrumento ideológico. En este contexto, El ocaso de Europa evoca una alusión irónica a la instrumentalización de la obra de Ricardo Wagner.
Observador lúcido de la cotidianidad, lector insaciable de diarios y revistas, inmerso en el mundo naciente de la radio, Carpentier trasmutó en vivencias productivas los años treinta del siglo xx, instalado en un promontorio privilegiado. En el París cosmopolita, el entrechocar de las ideas se acentuaba con la llegada de hombres y mujeres de todas partes, refugiados políticos de América Latina y de una Europa que empezaba a padecer el asedio del nazismo. En esa atmósfera tensa, animada por el contraste entre quienes seguían las corrientes renovadoras en el arte, la política y las ciencias sociales, frente a aquellos otros que discernían las señales del peligro inminente, percibió que la cultura había dejado de ser territorio neutral. La prédica pacifista ya no tenía lugar. El momento exigía firmeza para detener el avance de la catástrofe. En España se dilucidaba el futuro inmediato. Como parte de una izquierda multicolor, asumió la solidaridad activa con la República. Estuvo en Valencia y en Madrid. Escribió una serie de crónicas para mostrar la verdad de un pueblo lacerado por el hambre, los bombardeos indiscriminados y el desamparo.
Por intervenir de manera directa en el ámbito de la subjetividad, cultura y política se entrelazan. Conforman un imaginario que alienta la resistencia o el derrotismo. Preparan el terreno para la acción militar. Con el andar del tiempo, se ponen en práctica fórmulas cada vez más sofisticadas de manipulación de las mentes y los corazones. Por esto, Carpentier se detiene en el ambiente que favoreció la derrota moral de Francia. Acentúa el ángulo satírico de los rejuegos del Parlamento, de espaldas a la dimensión real de los acontecimientos que se precipitan. En la gran mascarada, los políticos se comportan como marionetas. El poder real ha comenzado a pasar a manos del capital financiero, fenómeno que apuntaba entonces y resulta aún más evidente en la actualidad. A pesar del enorme respaldo de las masas al Frente Popular que encabezaba, León Blum, víctima del chantaje del Banco de Francia, no pudo ofrecer el apoyo requerido a la España republicana.
Carpentier no escribe como un espectador distante. Lo hace con pasión y dolor. Su condena implacable al parasitismo irresponsable de París, expresa el desgarramiento ante el derrumbe de un símbolo irradiante de cultura que, desde el iluminismo y la Revolución, fue un foco cultural preeminente para sucesivas generaciones de intelectuales latinoamericanos.
El ocaso de Europa tiene un tono polémico infrecuente en el autor, afligido por la revelación del regreso a la barbarie y por la dramática fragilidad de una tradición humanista, latente todavía el recuerdo del despliegue renovador del París de entreguerras. La serie publicada en Carteles no constituye un hecho aislado. Tiene conexión directa con los artículos destinados al diario Tiempo Nuevo desde 1940. Para los jóvenes latinoamericanos de su generación, a orillas del Sena aparecía, restallante de vitalidad y desacralizadora, la revolución vanguardista en la música, la danza, las artes visuales y la literatura. Las crónicas de aquella década reflejan ese entusiasmo. Su estancia allí fue lo suficientemente duradera para percibir el declive del impulso inicial. El grupo surrealista se fragmentó. Los pintores encontraron sus marchands. Los Ballets Rusos se desintegraron. Nunca indiferente en materia política, acompañó la inquietud de otros intelectuales ante la creciente agresividad del fascismo. Periodista de fibra, se mantenía al tanto del panorama de la prensa. Podía diagnosticar el matiz de cada periódico y adivinar y discernir los entretelones de las tendencias ideológicas y la sumisión a intereses espurios. En ese contexto, comprendió la necesidad de sistematizar su aprendizaje de América. Ya en Cuba, al iniciarse el conflicto bélico, el conocimiento acumulado aflora, estimulado por las noticias trasmitidas a través del teletipo. Perfila siluetas de las figuras más comprometidas en el colaboracionismo con el invasor y repasa los antecedentes.
En la áspera tesitura polémica de estas páginas, subyace la sensación de pérdida de un conjunto de valores: la política devenida mascarada, la volatilización de los principios éticos y la derrota moral de los intelectuales. Nombres reconocidos en el campo literario de la época se comprometen al plantear definiciones programáticas. En cambio, Carpentier propone una línea de conducta que delimita en la práctica las funciones del intelectual y del político.
Consecuencia de este proceso, la posguerra conocerá el debate acerca del compromiso sartreano. Ese momento aún no ha llegado. En medio de la contienda, corresponde al intelectual descubrir las coordenadas mínimas indispensables para reconocer las fuerzas en pugna e indagar sobre las causas de los fenómenos. No se trata de permanecer «por encima de la pelea», sino...