E-Book, Spanisch, 144 Seiten
Chartier / Scolari Cultura escrita y textos en red
1. Auflage 2019
ISBN: 978-84-17690-85-4
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, 144 Seiten
ISBN: 978-84-17690-85-4
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Roger Chartier es profesor emérito en el Collège de France y director de estudios de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), además de uno de los más distinguidos historiadores de la cultura del libro y de la lectura. Gedisa también ha publicado: El orden de los libros (2017), Cardenio entre Cervantes y Shakespeare (2012), La historia o la lectura del tiempo (2007), Las revoluciones de la cultura escrita (2000), Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII (1995) y El mundo como representación (1992). Carlos A. Scolari es profesor del Departamento de Comunicación en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Sus investigaciones se han centrado en la comunicación digital interactiva, la ecología de los medios y las narrativas transmedia. Gedisa ha publicado: Hacer Clic (2004), Hipermediaciones (2008), Ecología de los medios (2015), Las leyes de la interfaz (2018). Sus artículos han sido publicados en revistas científicas como Communication Theory, New Media & Society, International Journal of Communication. Se le encuentra en Twitter (@cscolari) y en la blogosfera (Hipermediaciones.com).
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Cultura escrita
y textos en red
¿Qué es un libro?
CARLOS A. SCOLARI: Podemos comenzar por una pregunta: ¿qué es un libro?
ROGER CHARTIER: La cuestión, ¿qué es un libro?, fue explícitamente formulada en un texto de Kant, Los principios metafísicos de la doctrina del derecho (que es la primera parte de La metafísica de las costumbres) por una razón jurídica: ¿A quién pertenece un libro? Como objeto material pertenece a la persona que lo ha comprado. En este sentido es el objeto de una primera forma de propiedad. Pero el libro es también un discurso dirigido al público. En este sentido pertenece al autor del texto. Esta ambivalencia se pensaba antes del siglo XVIII mediante una metáfora: la del libro como un ser humano que tiene alma y cuerpo. El libro fue así concebido como un discurso y como un objeto material. Muchas de las discusiones que tenemos se ligan a esta ambivalencia. Podemos abrir el diccionario de la Real Academia Española en su edición de 2001: «Libro: conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen». La primera definición es material y se remite a una forma particular de lo que podemos llamar libro, que es la encuadernación de muchas hojas dentro de un mismo objeto. Es decir, el libro que llamamos «códex» o códice, el libro que apareció en los primeros siglos de la era cristiana y que llega hasta ahora, parece definir el libro. En inglés, book es inmediatamente identificado con esta forma de libro con cuadernos, hojas y encuadernación.
C. A. S.: Es interesante esa primera definición. No dice que el libro deba estar impreso, sólo hace referencia a un paquete de celulosa.
R. C.: Volvamos a la definición: «conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen». Es la idea del libro tal y como lo conocemos. Lo irónico es que la palabra «volumen» en latín definía justamente un libro que no era un códex, sino un rollo. Seguimos. Encontramos en el diccionario una segunda definición: «Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen que puede aparecer impresa o en otro soporte». Como ejemplo de uso, el diccionario propone: «la editorial presentará el Atlas en forma de libro electrónico». De esta manera, la segunda definición se aleja de la forma material, ya que el libro puede ser un códex o no, puede estar impreso o electrónico. La definición es discursiva: todos los textos no son libros. La definición sugiere una extensión mínima.
C. A. S.: Esta definición cruje un poco, ¿no? No me parece muy bueno eso de fijarle una extensión determinada al libro.
R. C.: El texto contenido en un libro tiene una cierta dimensión que lo diferencia de un artículo y que, al mismo tiempo, se organiza a partir de una arquitectura discursiva global, sea científica o literaria. Esta segunda perspectiva define el libro como una forma particular de discurso. Imagino que para nuestro diálogo la doble pregunta más esencial es saber cuál puede ser el destino del libro tanto como objeto material como forma discursiva en el mundo digital. La primera cuestión se arraiga a la tensión entre, por un lado, la resistencia del libro impreso en el mercado del libro y, por otro lado, su marginalización por diversas razones en el mundo digital, que está más favorable a las formas más breves de los textos que no suponen una arquitectura articulada. Lo que conduce inmediatamente a la segunda discusión: ¿Puede sobrevivir en el mundo digital el libro entendido como una arquitectura textual en la cual cada fragmento (un capítulo, un párrafo, una sentencia) desempeña un papel en relación con la totalidad textual donde está ubicado? Es la percepción de esta totalidad la que define la relación con el códex, inclusive para un lector que no quiere leer todas sus páginas. La forma material indica que extraer un fragmento implica la percepción del papel que desempeñaba este fragmento en la narración o en la demostración. ¿Qué sucede con la arquitectura que definía, con una extensión suficiente, al libro en un mundo en el cual las prácticas de lectura o la forma dominante de los textos no se conforman con la idea de la totalidad? Una apuesta fundamental me parece, entonces, comprender la diferencia de la relación entre fragmento y totalidad en el mundo de la cultura impresa o manuscrita y en el mundo digital.
C. A. S.: Es indudable que el libro aún ocupa un lugar central en la vida cultural. Cuando vemos a un niño leyendo, es algo bueno. El libro que tiene entre manos está cargado de valores positivos, no parece que estuviera perdiendo el tiempo. En cambio, ese mismo niño con un dispositivo móvil o frente a una pantalla, es casi considerado un pequeño monstruo. Incluso se empieza a hablar de adicción… El libro mantiene este prestigio que brinda ser el lugar del saber. Obviamente, esta concepción es histórica. En un momento también se veía a los libros como una posible amenaza (seguramente después volveremos sobre este tema). Otra idea que tenemos, quizá la más difundida, es que el libro es un producto industrial hecho por un editor en una imprenta. Sin embargo, gracias a sus investigaciones sobre la historia del libro y la lectura, sabemos que el formato libro no se reduce al libro industrial de Gutenberg: el libro es una interfaz de lectura que tiene más de 2.000 años de vida. En un momento de su evolución ese objeto dio un salto a la reproducción mecánica… y ahora está dando otro salto a la reproducción y circulación digital. Por eso hablamos de e-books o libros digitales. Y ahí se podría abrir el debate semántico: ¿podemos considerar «libros» a estos objetos digitales que están en las pantallas y en los cuales se simula el gesto de pasar página? Siempre nombramos lo nuevo con las palabras de lo viejo… Si Tim Berners-Lee introdujo el concepto de «página web» (webpage), es porque no tenía otra forma de llamar lo que estaba en la pantalla. Por el mismo motivo, hablamos de «libros digitales». A lo mejor todavía es prematuro y seguimos utilizando palabras viejas para nombrar lo nuevo. Pero también hay que recordar que lo nuevo tiende a parecerse mucho a lo viejo: Gutenberg quería copiar el libro manuscrito por medios mecánicos y que se pareciera todo lo posible a esas magníficas obras.
Respecto a los cambios que estamos viviendo y las nuevas materialidades de la lectura y la escritura, debemos ante todo tomar nota de un hecho: no hay ámbito de la vida social que no esté siendo transformado por las tecnologías digitales. Cuando uno toma distancia, se aprecia con bastante claridad que ya hubo cambios tecnológicos y textuales a lo largo de la historia del Homo sapiens. Ya hemos pasado por transformaciones similares, pero nunca de manera tan acelerada… Antes, el pasaje de una interfaz de lectoescritura a otra tardaba siglos o incluso milenios. Las tablillas duraron milenios; el papiro también, cientos de años, y el códex manuscrito tuvo más de 1.500 años de vida hasta la llegada de Gutenberg. Y pasaron unos cuantos siglos hasta que la imprenta hiciera sentir su influencia y el libro impreso se convirtiera en un objeto realmente popular. Lo que nos diferencia de esas transformaciones es el ritmo del cambio: ahora no estamos hablando de miles o cientos de años sino de una generación. ¡La web tiene sólo 10.000 días de vida! La primera página web fue subida a la red en agosto de 1991. Y si vemos todo lo que ha pasado en esos 10.000 días... Siempre conviene tomar distancia histórica a la hora de analizar estas transformaciones. Esa mirada lejana nos ayuda a interpretar lo que está pasando pero también a asumirlo de otra forma. No hay que hacerse el harakiri si hay transformaciones en este objeto tan querido que es el libro o en las prácticas de lectura. Como dije antes, el cambio es veloz y cuesta acostumbrarse.
Leer y escribir
R. C.: Yo diría que es más la simultaneidad de tres tipos de transformación que caracterizan al mundo contemporáneo. La primera transformación es técnica, y la comparación tan frecuente entre la invención de Gutenberg y el mundo digital se remite a la novedad de la técnica de inscripción, de comunicación y de transmisión de los textos.
La segunda transformación es morfológica. De ahí, la comparación menos hecha pero más relevante con los siglos II, III, IV, cuando la forma del libro que hemos mencionado a partir de la definición del diccionario (el códex) se ganó cada vez más importancia a expensas de la forma de libro que leían los griegos o los romanos que era el rollo. A menudo se habla de la oposición entre el códex y el papiro, pero no todos los rollos eran sobre papiro y no todos los códices sobre pergamino. Pensando en la morfología del libro, debemos considerar que nos encontramos frente a una transformación radical en el mundo digital. Por primera vez el soporte de lo escrito, la pantalla, no está vinculado con un texto en particular. El rollo asociaba un...