E-Book, Spanisch, Band 86, 128 Seiten
Reihe: El Árbol del Paraíso
El libro de los muertos tibetano
1. Auflage 2016
ISBN: 978-84-16749-92-8
Verlag: Siruela
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 86, 128 Seiten
Reihe: El Árbol del Paraíso
ISBN: 978-84-16749-92-8
Verlag: Siruela
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El libro de los muertos tibetano («La liberación por audición durante el estado intermedio» o «Bardo Thödol») es el tratado escatológico que con mayor precisión ha descrito todos los fenómenos que encontraremos tras nuestra muerte. Basándose en la doctrina del «estado intermedio», esta importante obra de la literatura religiosa universal, descubierta en el siglo XIII, sostiene que, después de morir, todas las personas nos vemos proyectadas a un vórtice de espantosas visiones y sensaciones que son el resultado y la manifestación de nuestro último karma. Para exhortar al difunto a rememorar la verdad de esta doctrina, cuyas enseñanzas habrá recibido y practicado en vida, se le leen las indicaciones expuestas en este libro. Es con esta lectura, según la hermenéutica tibetana, como se logra ayudar a los difuntos a orientarse en el curso del estado intermedio, que es el periodo que transcurre desde la agonía que antecede a la muerte hasta que tiene lugar un nuevo renacimiento o bien la iluminación espiritual definitiva. La presente edición, cuidadosamente traducida y anotada por Ramon N. Prats, estudioso internacionalmente reconocido, es la primera traducción directa que se realiza al castellano de esta obra fundamental de la literatura sagrada del Tíbet.
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Introducción
La literatura del Tíbet, cuyo origen se remonta al siglo VII, es una de las mayores de Asia, tanto por su contenido como por su volumen, que cuenta con centenares de millares de obras que nos han llegado en forma de xilografías y de manuscritos. Mas, a pesar de sus dimensiones y, sobre todo, de su excepcional valor en el marco del conocimiento de la naturaleza humana, la literatura de la civilización tibetana ha sido prácticamente desconocida allende sus fronteras hasta hace relativamente muy poco tiempo.
De las contadísimas obras de aquel patrimonio literario llegadas hasta hoy a nuestras manos, la más conocida es el libro de –en tibetano ()–, rebautizado en Occidente como . Dicha obra ha sido objeto de distintas traducciones al inglés (tres), italiano (dos) y alemán (una). La primera de ellas, debida a la traducción del lama sikkimés Kazi Dawa-Samdup y a la compilación y edición del norteamericano W. Y. Evans-Wentz, apareció en Londres (Oxford University Press), en 1927, bajo el título Bardo . Su publicación despertó en seguida un gran interés en Europa y en América, mereciendo un comentario psicológico de C. G. Jung que fue incorporado a la segunda edición del libro, en 1949.
Esta primera versión en una lengua europea de este texto clásico tibetano, aunque recomendable por su rigor y por el excelente aparato crítico que la acompaña, presenta, sin embargo, el defecto de emplear un lenguaje que re?eja demasiado las in?uencias de la terminología propia del cristianismo y de los escritos de la denominada Sociedad Teosó?ca, que W. Y. Evans-Wentz conocía bien. La causa, prácticamente inevitable, de ello no era otra que el conocimiento insu?ciente que en Occidente se poseía, en aquel entonces, de las complejas doctrinas del buddhismo tántrico del Tíbet. Las cosas han ido cambiando paulatinamente en estos últimos decenios, pero siguen predominando las publicaciones que no son más que un débil y confuso eco de las profundidades del espíritu humano a las que apunta el pensamiento ?losó?co y religioso tibetano.
El texto original del
El texto tibetano del forma parte de un vasto ciclo de enseñanzas tántricas titulado : «La autoliberación por el entendimiento de [la doctrina relativa a] las deidades apacibles e iracundas». Dicho ciclo pertenece a la categoría de escrituras sagradas del buddhismo tibetano denominadas «tesoros» () y se remonta, por lo menos, al siglo XIV, en que fue exhumado en una gruta, en el Tíbet central, por el yogui Karma-ling-pa (1356-1405), cuando éste contaba quince años de edad. La tradición tibetana sitúa, de todas maneras, el origen de dicho ciclo en el siglo VIII.
El procedimiento de los «tesoros» doctrinales
El más peculiar de todos los sistemas de transmisión de las sagradas enseñanzas conocidos en el Tíbet es el de los «tesoros», empleado por los adeptos de la Antigua Tradición () del buddhismo tibetano para legar los preceptos pertenecientes a la categoría doctrinal de los «tantras superiores» u otros subsidiarios. Mientras que la mayoría de los textos canónicos del buddhismo tibetano «ortodoxo» son obras traducidas del sánscrito, del prácrito, etc., estos tesoros textuales del buddhismo son obras originales tibetanas. Dicho procedimiento de transmisión doctrinal atañe a dos tipos de «tesoros»: materiales e inmateriales.
El tipo principal consiste en hallazgos denominados «tesoros de la tierra» (). Se trata de objetos rituales o litúrgicos de valor emblemático y, sobre todo, de escrituras religiosas: textos ordinariamente manuscritos, o –en algunos casos– minúsculos rollos de criptogramas.
El origen de la tradición tibetana de los tesoros doctrinales se remonta a las postrimerías del siglo VIII, cuando el gran gurú indostánico Padmasambhava, conocido localmente como Pema-djung-ne, introdujo en el País de las Nieves las doctrinas del tantrayana, la senda iniciática del buddhismo. En aquel entonces, un buen número de textos –que recogían sus enseñanzas– y de diversos objetos religiosos fue, al decir de la historiografía tibetana, ocultado bajo su dirección en sitios muy dispares (en el interior de rocas, de árboles, de estatuas sagradas, de columnas de templos, en el seno de lagos, etc.). El objetivo era preservar aquellos conocimientos para legarlos directamente a los venideros seguidores del Dharma, que de esta suerte iban a disfrutar de nuevas enseñanzas espirituales adecuadas a su tiempo. Antes de que tales «tesoros» fueran revelados paulatinamente era necesario, sin embargo, que se conjugaran una serie de circunstancias propicias.
El segundo tipo de «tesoros» son los «del entendimiento» (), enseñanzas orales que el mismo Padmasambhava con?rió a algunos de sus discípulos más allegados. La tradición tibetana a?rma que el sentido conceptual de dichas enseñanzas quedó depositado en la esencia del continuo mental () de aquellos individuos, siendo de tal forma transmitido a sus sucesivas encarnaciones. Una vez llegadas las épocas propicias, determinados personajes que estaban considerados lejanas encarnaciones carismáticas de aquellos antiguos maestros cumplieron con su cometido profético de revelar las enseñanzas que antaño les habían sido especí?camente con?adas. Respecto a los «tesoros de la tierra», estos últimos representan una importante diferencia cualitativa en relación con el elemento trascendente de su transmisión y de su revelación.
Las circunstancias del descubrimiento de muchos de los «tesoros» (sobre todo del primer tipo), junto con el nombre iniciático de sus respectivos reveladores, los llamados «maestros de tesoros» (), fueron profetizadas por Padmasambhava, según indican distintas versiones de su hagiografía, amén de otras fuentes textuales paralelas a aquéllas.
En cuanto a las críticas, expresadas por algunos exponentes de la Nueva Tradición () del buddhismo tibetano, referentes al carácter apócrifo de los tesoros textuales, está fuera de toda duda el hecho de que una parte de los mismos son descubrimientos falsos o contrahechos. La gran mayoría de los «tesoros» consiste, sin embargo, en obras de composición heteróclita cuya versión de?nitiva –aquella que fue puesta en circulación y fue presentada como el hallazgo original o como una simple transcripción de éste– es fruto de una profunda reelaboración de material de origen mucho más antiguo, que bien podría tratarse de aquel que se pretendía haber traído a la luz como «tesoro». Pero es igualmente cierto que una parte de los «tesoros» son, efectivamente, hallazgos arqueológicos auténticos; y, en consecuencia, los textos consignados como descubrimientos por ciertos «maestros de tesoros» eran, si no los verdaderos escritos originales, sí, por lo menos, apógrafos o resultantes de una simple reelaboración parcial de aquéllos.
Este procedimiento de los «tesoros» es especí?co de la Antigua Tradición tibetana, aunque entre los «maestros de tesoros» ?gure un número exiguo de lamas pertenecientes a las escuelas de la Nueva Tradición. Este sistema de transmisión doctrinal fue practicado asimismo por los bonistas –los seguidores del bonismo (), la tradición religiosa autóctona tibetana, de origen prebuddhista–, como se evidencia ampliamente en su literatura canónica. Para ellos, sin embargo, el sistema de los «tesoros» (el de los «tesoros de la tierra» concretamente, el único que admiten) presenta una relevancia sociorreligiosa distinta que para los buddhistas. Para el bonismo, el ocultamiento de los textos era un medio al que se recurrió para evitar que fueran destruidos en aquellas épocas en que sus creencias religiosas fueron objeto de discriminación o de persecución, o sea desde ?nales del siglo VIII hasta la primera mitad del IX, principalmente. Para los buddhistas de la Antigua Tradición, en cambio, el de los «tesoros» ha sido considerado siempre un procedimiento cuya ?nalidad primordial es la continua renovación espiritual de su propia tradición.
Sang-guie-la-ma (ca. 1000-1080) es celebrado como el primer «maestro de tesoros» buddhista; pero sus descubrimientos fueron posiblemente precedidos por los de otro u otros maestros. Los hallazgos doctrinales atribuidos a Sang-guie-la-ma, que vieron la luz en un del Himalaya perteneciente a la actual región de Mustang (Nepal), fueron de todos modos anticipados por el descubrimiento de los primeros tesoros textuales del bonismo, que, según sus propias fuentes, acaeció accidentalmente en el año 913. Se conocen casos de maestros que, junto a los tesoros doctrinales de su propia fe religiosa, buddhista o bonista, exhumaron también, esporádicamente, «tesoros» pertenecientes a la otra tradición religiosa tibetana. El caso conocido más reciente de revelación de un tesoro textual buddhista tuvo lugar en 1986, por obra de una «maestra de tesoros».
La mayor colección canónica de «tesoros» del buddhismo la constituye el , una...