E-Book, Spanisch, 114 Seiten
Reihe: Horizontes Universidad
Feigenblatt Tendencias y debates en la educación americana
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19690-07-4
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Una perspectiva hispana
E-Book, Spanisch, 114 Seiten
Reihe: Horizontes Universidad
ISBN: 978-84-19690-07-4
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
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El Dr. Otto Federico von Feigenblatt tiene una licenciatura en Ciencias Sociales por la Universidad Ritsumeikan del Asia Pacifico (Beppu, Japón), una maestría en Desarrollo Internacional de Chulalongkorn University (Bangkok, Tailandia), un doctorado de Filosofía en Análisis y Resolución de Conflictos de Nova Southeastern University, un doctorado de Liderazgo en la Educación de Nova Southeastern University, y dos posgrados en Justicia Social y en Relaciones Internacionales y una maestría en Antropología y Arqueología de la Universidad de Harvard (Boston, Massachusetts). Ha completado una estancia posdoctoral en la Universidad de San José, Costa Rica, con un enfoque en gerencia y liderazgo. Es académico correspondiente de la prestigiosa Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras de España, académico de honor de la Real Academia de Doctores de España y académico numerario de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México. El Brain Charity Trust de Gran Bretaña lo eligió para el Brain of the Year Award del 2022 por sus aportaciones a la integración de mapas mentales en el campo de la educación. Actualmente ejerce como director del programa y profesor catedrático de Liderazgo en Educación en la División Latina de Keiser University (Fort Lauderdale, Florida).
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Teoría crítica racial en la educación: controversias y alternativas
Existe una gran variedad de teorías críticas, todas originalmente derivadas del marxismo (Lemert, 2004; Willis, 2007). La teoría crítica tradicional se concentra en sociedades que tienen algunas instituciones que perpetúan injusticias sociales (Stuart Sim, 2005; Williams, 1997). Una de las características de la teoría crítica es que rechaza la objetividad y adopta firmemente el punto de vista de los que se consideran victimizados por estructuras injustas. En otras palabras, la teoría crítica no pretende ser imparcial, sino más bien resaltar las injusticias para apoyar a los grupos marginalizados (Minow, 1997). Por ende, las muchas versiones de la teoría crítica difieren de la mayoría de los marcos teóricos tradicionalmente relacionados con la investigación en las ciencias sociales. La teórica critica combina el activismo social con la investigación; por lo tanto, integra un importante aspecto ideológico en el proceso de investigación (Chodorow, 1997).
El primer capítulo del volumen introdujo algunos debates centrales sobre la educación americana, especialmente en la controversia sobre la intervención legislativa en esta. En particular, el debate sobre el supuesto abuso policial en Estados Unidos y sobre el rol del constructo racial en la educación ha alcanzado un lugar central en la polarización social del país. La teoría crítica racial no es nueva; es una de las grandes ramas de la teoría crítica, junto con la teoría crítica de género y una gran variedad de teorías criticas culturales (Bartky, 1997; Beauvoir, 1997; Charlesworth, 1997; Chodorow, 1997; Gottlieb, 1997; Holmstrom, 1997; Jaggar, 1997; Lemert, 2004; Minow, 1997; Murphy y Dingwall, 2007; Stuart Sim, 2005; Williams, 1997; Willis, 2007). Históricamente, la teoría crítica racial ha existido sobre todo en ámbitos académicos en las universidades, en particular en departamentos de los llamados estudios afroamericanos, algo muy particular de Estados Unidos, pero con poca trascendencia fuera de círculos muy reducidos de intelectuales y activistas políticos. Considerada como teoría radical en las ciencias sociales, y la raza como un constructo rechazado en la antropología y la sociología cultural, ha retomado nuevos bríos en Estados Unidos debido a su percibida utilidad para activistas sociales (von Feigenblatt, 2015).
Antes de poder explicar la naturaleza de la teoría crítica racial es importante exponer la historia del concepto de la raza y su rechazo por la mayoría de los científicos sociales. Siendo en parte producto del impulso clasificador de la ilustración europea, el constructo racial intentaba clasificar a los humanos en grupos raciales. Inicialmente se dividió a la humanidad en negroides, mongoloides y caucásicos. Los tres grupos son muy amplios e incluyen a una gran variedad de grupos étnicos con características físicas y culturales que transcienden continentes y civilizaciones (von Feigenblatt, 2015). Las tres categorías se simplificaron todavía más fuera del ámbito académico en la dicotomía colonial norteamericana, que clasificaba a las personas como blancas o negras. La dicotomía previamente descrita deriva en parte del sistema de esclavitud impuesto en el sur en las colonias británicas de Norteamérica (Gearhart, 2005). Históricamente, la definición de la raza «negra» fue evolucionando hasta llegar su apogeo de elaboración durante la época de segregación en el sur de Estados Unidos a principio del siglo XX (Chetty et al., 2018). Según este sistema de clasificación, tener «sangre» negra, aunque sea en un mínimo porcentaje, automáticamente significa que la persona sea considerada como «negra». En este caso, paradójicamente se ignoran aspectos fenotípicos y se enfatiza la genealogía de la persona. Una persona puede tener la tez pálida y ser considerada negra si uno de sus abuelos fue considerado negro (Gearhart, 2005). Existen varias explicaciones sobre el desarrollo de este sistema de clasificación racial. Una de las más aceptadas se concentra en el miedo de la minoría blanca de perder el control sobre un grupo mayoritario (Hochschild, 1995). Después de la abolición de la esclavitud, la minoría blanca intentó cristalizar su dominio manteniendo una estricta clasificación racial para limitar el acceso a los servicios públicos y a la interacción en los grupos. Las leyes conocidas como Jim Crow estaban basadas en la división de razas, pero desde el punto de vista legal y social, en particular en el sur de Estados Unidos, solamente existían dos (Hochschild, 1995; Hochschild y Powell, 2008).
Inicialmente, la larga y difícil lucha para lograr derechos civiles se enfocó en atacar al sistema de Jim Crow y en poner el énfasis en la humanidad de los negros para justificar su inclusión en la vida social y política del país (von Feigenblatt, 2015). La meta de la mayoría de los grupos que luchaban por los derechos civiles fue la eliminación del sistema de clasificación racial. Una figura central en la lucha por los derechos civiles fue el Dr. Martin Luther King (von Feigenblatt, 2015). Pero también es importante recordar que otros grupos lucharon por una visión alternativa de la relación entre los grupos raciales. Ejemplos paradigmáticos fueron Malcolm X y el grupo terrorista conocido como las Panteras Negras. Estos grupos aceptaron una identidad alternativa e interiorizaron las diferencias raciales, fenómeno conocido en la teoría marxista como falsa conciencia, en este caso, desde el punto de vista de identidad racial. La diferencia es que las Panteras Negras, y hasta cierto punto también Malcolm X, intentaron forjar una identidad alternativa para empoderar a los negros, pero separados y en oposición a los blancos (von Feigenblatt, 2015). En los años sesenta del siglo XX, la versión del Dr. Martin Luther King surgió como la visión victoriosa, en parte por su mensaje de no violencia y su promoción de la integración social y económica de los negros en Estados Unidos.
Sin embargo, las versiones alternativas representadas por Malcolm X y las Panteras Negras nunca desaparecieron totalmente de la esfera pública. Perduraron marginalmente en grupos de intelectuales radicales y de activistas sociales. El tema de la violencia policial y el supuesto contenido racial del prejuicio racial en Estados Unidos ha bridado un nuevo ímpetu a perspectivas sociopolíticas normalmente consideradas marginales. Es difícil explicar por qué estas perspectivas marginales han resurgido a finales de la segunda década del siglo XXI, pero se pueden resaltar algunos factores contextuales. La presidencia de Donald Trump fue interpretada por algunos grupos progresistas como un ataque directo al consenso logrado durante décadas tras el famoso discurso de Martin Luther King en Washington DC (Abramowitz, 2018). El presidente Trump incluyó elementos de nacionalismo racial en algunos de sus discursos y recibió apoyo de grupos conocidos como «blancos nacionalistas» (Abramowitz, 2018), grupos que enfatizan la historia angloeuropea de Estados Unidos como un aspecto central del desarrollo del país (Gillion, 2020). La sorpresiva popularidad de Trump también asustó a grupos liberales en centros urbanos tradicionalmente controlados por el partido demócrata. La mayoría de los medios, controlados habitualmente por grupos liberales, también reaccionaron al ataque frontal de Trump y de sus aliados conservadores (Gillion, 2020). Un ejemplo importante de este fenómeno es el caso del proyecto 1619 expuesto en el primer capítulo de este volumen (Harris, 2020; Kaufman, 2019). El New York Times, la CNN y otros medios prominentes se movieron en una dirección más ideológica y claramente liberal, en un esfuerzo por contrarrestar el movimiento trumpista, centrado sobre todo en las redes sociales y en la Fox. La magnitud de los recursos de las corporaciones más grandes de comunicación impulsó a grupos marginales al centro del debate nacional sobre asuntos de raza y valores. Casos aislados de abuso policial recibieron cobertura de primera plana y horas de televisión en vivo fueron dedicadas a temas de justicia social y racial (Harris, 2020). Por ende, la radicalización de la lucha por derechos civiles es en parte una reacción al populismo conservador de Trump. Para muchos académicos radicales enfocados en teoría crítica racial se presentó una gran oportunidad de salir del sótano de la Torre de Marfil y de aprovechar la coyuntura social y política para avanzar sus careras. El caso de Hannah-Jones es emblemático de este fenómeno (Harris, 2020). Periodista del New York Times, encabezó el proyecto 1619 reinterpretando la historia de Estados Unidos y enfatizando el fenómeno de la esclavitud. Era poseedora de una maestría en Periodismo y un número mínimo de publicaciones académicas; sin embargo, tenía un gran número de seguidores debido a la publicidad recibida gracias al apoyo de los medios, en particular del New York Times. Hannah-Jones solicitó recibir un puesto como catedrática en la Universidad de Carolina del Norte, solicitud que inicialmente fue denegada. Pero debido a la gran presión de los medios y de sus miles de seguidores, la universidad se vio virtualmente obligada a darle el puesto de catedrática con contrato continuo a una persona sin doctorado y con un número mínimo de publicaciones académicas... Algo imposible para cualquier otra persona con sus credenciales académicas. Es importante tener en cuenta que la Universidad de Carolina del Norte es una institución pública que recibe fondos provenientes de los impuestos pagados al Estado de Carolina del Norte....