FRANKL, PIONERO DE LOS CENTROS DE ASESORAMIENTO JUVENIL
Ya a fines de 1914, el encargado del archivo del Dresdner Bank en Berlín, Hugo Sauer, expuso la importancia que tenía la creación de centros de asesoramiento para jóvenes necesitados de ayuda en los aspectos psíquicos y morales. Y realmente, había en ese entonces entre los jóvenes numerosos casos de intento de suicidio, de fuga y de depresión con importantes consecuencias en el rendimiento escolar, en las relaciones sociales y familiares, así como en la capacidad de responder adecuadamente a las propuestas hechas por el contexto ambiental. Hugo Sauer no se quedó en las palabras: llevó a la práctica sus ideas organizando centros de ayuda psicológica en Berlín, Núremberg, Breslau y Magdeburgo, y en 1923 ilustró los resultados positivos de su actividad en una breve publicación que suscitó mucho interés tanto en los lectores como en las autoridades políticas.
Entre los que seguían con entusiasmo y atención particular la iniciativa de Hugo Sauer había un joven vienés estudiante de medicina, Viktor E. Frankl, hijo de un director del Ministerio de Asuntos Sociales. Políticamente comprometido, jefe administrativo de los estudiantes socialistas de toda Austria, miembro de la Sociedad de Psicología Individual -fundada en 1912 por Alfred Adler, después de su clamorosa separación de Sigmund Freud en 1907-, Frankl leía con perplejidad las alarmantes noticias de la prensa austríaca y veía confirmada también en Viena la precaria situación en que se encontraba la juventud: carente de intereses, presa del vacío existencial, más orientada a «dar al traste con todo» que hacia una toma de conciencia de la propia responsabilidad.
Con fervor, Frankl hizo propia la propuesta de Hugo Sauer y, sirviéndose de las páginas de varios periódicos y, sobre todo, de la revista de la cual fue director en 1927, no vaciló en presentar largas listas de episodios de jóvenes decepcionados y marginados que habían elegido el suicidio como solución radical a las difíciles situaciones en que se encontraban.
Al hacerlo, Frankl despertó la atención de las autoridades competentes y de los responsables del movimiento psicológico al que pertenecía, ofreciéndoles un vasto campo de trabajo con un resultado seguramente positivo. Poco después de la apertura del primer centro de asesoramiento en Viena escribía Frankl: «La referencia a la necesidad general de una institución de este tipo se hace superflua si se tiene en cuenta, por una parte, la acumulación de tragedias juveniles y del cansancio de la vida entre los jóvenes y, por la otra, el fracaso de los padres o de la escuela en muchos de estos casos. Preguntar en este contexto dónde han de buscarse las verdaderas causas es irrelevante, puesto que lo único que aquí interesa o, por lo menos, lo que no puede descartarse, es la posibilidad de acudir en ayuda». Y concluye: «Habrá que coincidir con la opinión de que es imposible pensar la vida pública de una gran ciudad del futuro con una asistencia social completa sin que posea también un asesoramiento juvenil organizado» (Frankl 1928, 194, véase más abajo, pág. 146).
La plena adhesión de algunos grandes estudiosos de la psicología como Charlotte Bühler, Oswald Schwarz y Rudolf Allers convenció cada vez más al joven Frankl de la bondad de la iniciativa. Como es obvio, no faltaron las oposiciones: por ejemplo, Heinrich Soffner, persuadido de que el origen de las perturbaciones juveniles debía señalarse sobre todo en situaciones de carencia social y económica, prefería intervenciones rotundas en el campo de las estructuras organizativas, familiares y escolares.
No obstante, la idea se abrió camino rápidamente y se llegó así a inaugurar el primer centro en Viena. El anuncio fue dado de la siguiente manera por Frankl en el número 3 de la revista arriba mencionada: «Representar [...] una instancia en la que el joven con dificultades psicológicas pueda encontrar su refugio es la tarea de los centros de asesoramiento juvenil. [...] Ahora, la redacción de la revista ha logrado fundar el primer centro de asesoramiento juvenil de Austria y dar así, como esperamos, el primer paso en este camino de una "economía" de lo humano» (Frankl 1927, 5; véase más abajo, pág. 111).
Los diarios locales se hicieron gran eco de la iniciativa, mientras en las porterías de las escuelas se fijaban carteles que indicaban las direcciones de los profesionales asesores, las horas de disponibilidad y la gratuidad del servicio.
La presidencia honoraria de la sociedad que dio origen a esta actividad de asesoramiento fue confiada al profesor Otto Pótzl, cuyo compromiso en Viena era apreciado y estimado por su seriedad científica y por las valiosas aportaciones que había realizado en el sector clínico con sus numerosas publicaciones. Con criterio acertado, los centros fueron localizados en los puntos donde se registraba mayor necesidad, sobre todo en los domicilios particulares de los asesores, a fin de permitir de ese modo un encuentro amigable y abierto en un clima de confianza y de reserva. La táctica de abrir un centro junto a las principales escuelas en el período final del año escolar, cuando eran más frecuentes los casos de fuga o de tentativa de suicidio, permitió resolver a tiempo situaciones difíciles y, ya después del primer año de actividad, se constató que el porcentaje de las tentativas de suicidio en Viena se había reducido drásticamente.
Resulta significativa la información transmitida por Karl Dienelt, un atento observador de los problemas juveniles desde la perspectiva psicopedagógica. Al describir, muchos años después, los méritos de la iniciativa emprendida por Frankl, Dienelt hizo notar que, en el periódico del 13 de julio de 1931, no se había informado de ningún intento de suicidio sino sólo del siguiente juicio de un jefe de redacción: «La fundación de este centro de asesoramiento para escolares ha sido una idea sumamente afortunada del fundador y director honorario de la Asesoría Juvenil de Viena, el joven doctor V. Frankl» (Dienelt 1959, 592).
Siguiendo el ejemplo de Viena, muy pronto surgieron otros centros: en Chemnitz en 1928, en Praga y Zúrich en 1929, y posteriormente en Dresde, Brünn y Teplitz-Schónau. Hacia mediados del año 1928 surgió también un centro en Berlín, y en 1929 otro en Fráncfort del Meno, dirigido éste por la Asociación para la Protección de las Madres. En 1930 comenzaron iniciativas análogas en Budapest, Yugoslavia, Polonia y Letonia. El éxito fue grande: cada vez eran más numerosos los jóvenes que, afligidos por problemas sexuales, por conflictos familiares, por trastornos neuróticos o psicóticos, por necesidades económicas, por fracasos escolares o por cuestiones de carácter netamente médico, buscaban consejo. De ese modo, además de enriquecerse por el conocimiento de diferentes casos clínicos, Frankl pudo ampliar el campo de sus experiencias por la diversidad de las problemáticas presentadas. Basta pensar que, en 1935, publicó una reseña de problemas y de indicaciones de solución basándose en cerca de novecientos casos tratados por él personalmente (Frankl 1935).
LA IMAGEN DEL HOMBRE EN EL JOVEN FRANKL
Pero las ventajas que obtuvo Frankl de la intensa actividad desarrollada a favor de los jóvenes fueron también otras: pudo establecer contacto con muchas personalidades, incluso extranjeras, que se interesaban por la psicología y la psicoterapia y, sobre todo, confirmó algunas intuiciones que había tenido en los años precedentes. En efecto, mientras realizaba sus estudios de medicina y asistía a las clases de filósofos como Max Scheler, Karl Jaspers, Martin Heidegger, Ludwig Binswanger y Martin Buber, fue llegando a la convicción de que era indispensable hacer hincapié en la persona considerada como única, original, irrepetible, unidad somático-psíquico-espiritual orientada hacia la individuación del significado de su existencia y hacia la realización de la propia tarea personal. Consideraba asimismo que en la relación entre terapeuta y paciente debía evitarse toda esquematización, estandarización o visión determinista del hombre y del trastorno psíquico, subrayando la singularidad de las situaciones específicas y las consiguientes actitudes de respeto, de comprensión y de profunda participación en los problemas del paciente.
El hacer hincapié en la persona en una perspectiva global que abarca varias dimensiones (biológica, psicológica, sociológica, espiritual-noética) caracteriza de forma muy clara y evidente los escritos del joven Frankl. Al publicar en 1925 en la un breve ensayo sobre las relaciones entre psicoterapia, valores y visión del mundo, escribía lo siguiente: «Lo que urge aquí es una fundamentación...