E-Book, Spanisch, 320 Seiten
G. Carter y Arizona
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-16970-58-2
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 320 Seiten
ISBN: 978-84-16970-58-2
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
(1988, Tennessee, Estados Unidos) es una optimista de la vida obsesionada con los viajes, el té y el buen café. Es autora de varias novelas best seller incluidas en las listas de The New York Times y de USA Today, y cofundadora de The Indie Tea, página que sirve de inspiración para autoras de indie romántico. Cuando no se encuentra hablando con sus lectores a través de su página de Facebook, la podremos encontrar en su web, en su instagram, en twitter... Pero si no la vemos en las redes, es porque está encerrada trabajando en una nueva y loca historia... Carter y Arizona es la tercera novela de Whitney que publicamos en nuestra colección Phoebe, después del éxito de Una noche y nada más (2017) y Turbulencias (2017).
Autoren/Hrsg.
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Pista 1
Blank space (3:47)
Carter
En la actualidad
«El sexo ya no es suficiente…».
Negué con la cabeza mientras mi novia, Emily, me perseguía dando vueltas a mi alrededor por la playa. Cubierta con un brillante bikini rojo, sonreía mientras me salpicaba, atrayendo la atención de todos los chicos cercanos. De vez en cuando, cuando le devolvía la sonrisa, cogía la cámara que llevaba colgada de la muñeca y se detenía junto a mí.
—¡Hora de un selfie! —gritaba sosteniéndola sobre nosotros—. ¿Quién es la mejor pareja del mundo?
Si era sincero, todo lo que concernía a esta chica era jodidamente perfecto por fuera: era preciosa, con los ojos verde claro y labios jugosos; tenía una risa contagiosa que era capaz de arrancar una sonrisa incluso a la persona más seria, y su sentido del humor era muy parecido al mío. Tenía una personalidad burbujeante y natural que conseguía que cualquiera la considerara su mejor amiga desde el momento en que la conocía, y cuando se cerraban las puertas del dormitorio, su deseo sexual era tan intenso como el mío.
Pero ahí terminaban todas sus buenas cualidades, algo que, para mi desgracia, descubrí demasiado tarde.
Su verdadera personalidad comenzó a aflorar unos meses después de empezar a salir en serio… Primero averigüé que su carácter burbujeante no era natural, sino un efecto secundario provocado por la sobredosis de Adderall, un medicamento que se usaba para la hiperactividad y que ella tomaba sin receta. Después descubrí que tenía la costumbre de enviarme mensajes de texto a cada hora tipo «Te echo de menos, cariño, ¿dónde estás?» cuando no estábamos juntos. Si no le respondía en menos de tres minutos, me enviaba un aluvión de mensajes: «¿Estás muerto? ¿Estás muerto?». Y, finalmente, la razón por la que tarde o temprano iba a poner fin a esta relación era su nuevo y extraño fetiche sexual: le gustaba arrastrarse por la habitación a cuatro patas y ronronear como un gatito antes y después de practicar sexo. Incluso maullaba cuando se corría.
Eso era algo que no iba a poder manejar a largo plazo…
—¡Eh, tú! —Me salpicó, arrancándome de mis pensamientos—. ¿En qué estás pensando?
—Uff… En un montón de cosas —admití.
—Por eso me gustas, Carter. —Sonrió—. Siempre tienes pensamientos profundos, intensos… —Sostuvo la cámara sobre nosotros—. Selfie de pensamiento profundo.
—Por cierto… —Esperé hasta que hizo la foto—. ¿Preparada para regresar?
—¡Casi! Dame cinco minutos más. Quiero meterme más en el agua y sentir las olas contra mis pechos una última vez.
Asentí moviendo la cabeza y la miré mientras se adentraba en el mar, haciéndome señas para que me uniera a ella. Sin embargo, me limité a forzar una sonrisa y permanecí atrás. Todavía seguía pensando, preguntándome por qué jamás podía superar la marca de los seis meses con ninguna mujer con la que saliera, por qué nunca encontraba las ganas necesarias para mantener relaciones más largas.
—¡Vale! —Emily se reunió conmigo en la orilla—. Ya estoy preparada para regresar si quieres, Carter. Además, sé en qué estás pensando exactamente… —Apretó la mano contra mi entrepierna—. Miauuu…
«¡Dios!».
Le moví la mano y se la sujeté, tirando de ella hacia mí.
—¿Qué te parece si vamos mañana a los Everglades? —preguntó.
—Creo que es mejor que lo hablemos mañana… De hecho, tenemos que hablar de muchas cosas.
—Ohhhh… —Me apretó la mano—. Me parece que por fin me vas a dejar entrar en tu corazón para contarme todos tus profundos y oscuros secretos…
—No tengo ningún secreto profundo y oscuro.
—Bueno, sea lo que sea eso de lo que quieres hablar mañana, ¿podemos no hacerlo en Gayle’s?
—¿Qué? —La miré y arqueé una ceja—. ¿Por qué?
—Porque, aunque sé que te encanta la comida de allí tanto como a mí, odio ese lugar. No siento que sea nuestro sitio, ¿sabes?
—No sé si…
—No podemos decir que sea nuestro sitio, ¿entiendes? Cada pareja necesita un lugar que sienta como su sitio especial. Hablando de eso, se me ha ocurrido que deberíamos publicar más fotos de nosotros dos juntos en Facebook. Voy a subir una foto de lo que desayunamos hoy, ¿qué te parece este pie?: «¡Dios mío, mi novio me ha sorprendido trayéndome a la playa! Hashtag, me ama, hashtag, no te pongas celoso, hashtag, siempre gasta su dinero en mí».
—La playa es gratis…
Ignoró mi comentario y continuó balbuceando, pasando de nuestros perfiles en las redes sociales a las ganas que tenía de follar conmigo esta noche, aunque en el momento en el que regresamos a mi apartamento, se hundió en la cama y se durmió.
Aliviado, cogí una cerveza en la nevera y apoyé la cadera en la encimera. Tenía que pensar en cómo iba a cortar con ella mañana. Necesitaba ir al grano, directo y rápido.
«No eres tú, soy yo…». «No sé si realmente soy el hombre que estás buscando…». «Mira, está bien, es por ese rollo tan raro que haces del gato…, —no, no, tengo que ser diplomático al respecto—. Mmmm…».
Busqué en Google «Las diez mejores maneras de cortar con alguien», pero el navegador se bloqueó cuando recibí una llamada telefónica de mi mejor amiga, Arizona.
—¿Hola? —respondí.
—Miauuuu… —susurró—. Miau…. ¡Miau!
—Que te jodan, Ari.
Se rio.
—¿Estás ocupado en este momento? ¿Interrumpo algo?
—En absoluto. —Entré en el dormitorio y di un golpe en la pared para ver si Emily se despertaba—. Acabamos de regresar de la playa. Emily ha caído en coma en cuanto hemos llegado.
—¿Ha comido demasiada hierba para gatos? Es lo que me suele pasar a todas horas…
—Ari, ¿hay algún motivo para que me hagas esta llamada?
—Lo hay…, lo hay… —Soltó una risita—. Lo hay.
—¿Te importaría compartirlo conmigo antes de que te cuelgue?
—Sí… Creo que por fin me he decidido: voy a tener sexo con Scott esta noche.
—Vale. Pues entonces, folla con Scott esta noche.
—No, no, no… —Ahora su tono era más serio—. No estoy segura de si debo hacerlo o no, ¿sabes? Y he notado algunas vibraciones…
—¿Qué tipo de vibraciones?
—Que quizá no sea una buena idea, que no es el momento adecuado.
Suspiré. Arizona siempre tenía que pasar una especie de examen interno cada vez que consideraba mantener relaciones sexuales con un chico. Todo tenía que medirse en términos de riesgos y rendimientos…, incluso la intensidad de los besos, la duración y calidad de las citas y el «factor relación» a largo plazo. Aunque ella lo negaba, sabía que tenía una hoja de cálculo en el móvil para medir todos esos ridículos puntos, y comenzaba una nueva cada vez que salía con alguien.
—Mira —le dije—, si no quieres acostarte con él, no lo hagas. Dile que todavía no estás preparada.
—¿De verdad? ¿Crees que le va a parecer bien? Llevamos juntos ocho meses.
—¿Qué? —Casi me atraganté con la cerveza—. ¿Ya han pasado ocho meses?
—¿Ves? Esa es la cuestión, y sé que él piensa que esta noche vamos a seguir adelante, pero… no sé. No estoy segura de si vale la pena el riesgo. No quiero volver a quemarme.
—Espera un minuto… —Negué con la cabeza—. ¿Dónde te encuentras en este momento?
—En el apartamento de Scott.
—Entonces, ¿dónde coño está él?
—Ha ido al supermercado a comprar condones.
—Al menos piensa con la cabeza… —Puse los ojos en blanco—. En serio, si no estás segura al cien por cien, dile lo que acabas de decirme a mí. Lo tendrá que entender.
—¿Y si no lo hace?
—Búscate a alguien que sí lo haga.
—Vale —repuso—. ¿Sigues pensando en cortar con Emily este fin de semana o vas a darle una segunda oportunidad para que funcione?
—No. —Me acerqué a la puerta del dormitorio y la cerré antes de responder—. Se acabó, es definitivo. Ya no siento nada por ella, y me he hartado de todas las discusiones, de su locura errática y de tener que darle cuenta de lo que hago cada hora.
—Es la cuarta vez que rompes con alguien en un año. Creo que ha llegado el momento de que pases de novias.
—No te preocupes —dije—. He aceptado por fin que no me van las relaciones, y se lo dejaré muy claro a todo el mundo a partir de mañana. Tengo que disfrutar de la vida y de mi soltería antes de empezar en la escuela de leyes.
—Entonces, ¿estás diciéndome que este verano te vas a acostar con cualquiera?
—No, solo lo estoy insinuando. —Sonreí—. Es diferente.
—La verdad es que no creo que… ¡Oh! ¡Tengo que dejarte! Scott acaba de aparcar delante de la entrada, así que te llamaré por la mañana. ¡Adiós!
Colgué y cogí otra cerveza en la nevera. Cuando estaba cerrando la puerta, un plato pasó silbando junto a mi cabeza, a escasos centímetros de mi oreja. Impactó contra la pared y cayó al suelo.
...



