G. | Por supuesto que no es él | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 300 Seiten

G. Por supuesto que no es él


1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-19301-37-6
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 300 Seiten

ISBN: 978-84-19301-37-6
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Lo único que quería en mi trigésimo cumpleaños era una noche de locura de la que me acordase toda la vida... Y en vez de eso, acabé embarazada de mi jefe. Vale, espera. Antes de que empieces a juzgarme -que te estoy viendo-, la verdad es que no sabía que era mi jefe en esos momentos. Lo único que vi fue al hombre más sexy con el que me había tropezado nunca, con acento británico incluido, y unos labios que me devoraron durante horas en la cama. un así, cuando se comportó como un gilipollas y asumió que iba a haber una segunda ronda después de haber dicho que mi apartamento se parecía a «una caja de cerillas», le di la patada y esperé no volver a verle nunca más. Hasta cuatro semanas más tarde... Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba «tardando», cuando veinte pruebas de embarazo distintas me confirmaron la verdad que no quería reconocer. Y justo cuando pensaba que tendría que pasarme otras cuatro semanas más buscándole, entró tan tranquilo por las puertas de mi empresa, y mi supervisor nos anunció que era nuestro nuevo director general. Pero es que eso no es ni siquiera lo peor. Ni de lejos. Resulta que ese hombre ocultó un secreto la noche en que nos conocimos, y los siguientes ocho meses iban a ser mucho más complicados de lo que jamás podría haberme imaginado...

Whitney G. (1988, Tennessee, Estados Unidos) es una optimista de la vida obsesionada con los viajes, el té y el buen café. Es autora de varias novelas best seller incluidas en las listas de The New York Times y de USA Today, y cofundadora de The Indie Tea, página que sirve de inspiración para autoras de indie romántico. Cuando no se encuentra hablando con sus lectores a través de su página de Facebook, la podremos encontrar en su web, en su Instagram, en Twitter... Pero si no la vemos en las redes, es porque está encerrada trabajando en una nueva y loca historia... Por supuesto que no es él es la nueva novela de Whitney en nuestra colección Phoebe, después del éxito de Una noche y nada más y Turbulencias en 2017; Carter y Arizona en 2018; Mi jefe, Mi jefe otra vez y Dos semanas y una noche en 2019; Sexy, descarado, irresistible, Olvidar a Ethan y El rey de las mentiras en 2020; Fue un martes, Entre tú y yo y Te esperaré todas las noches en 2021 y Fue un miércoles en 2022.
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2


Una breve escapada

Más tarde, esa misma mañana

Londres, Inglaterra

Tyler

—Se me saltan las lágrimas cada vez que pienso en su madre. —La organizadora del evento benéfico me sonrió—. Era tan guapa y tenía tanto estilo… La manera en la que murió cuando tan solo era un adolescente fue tan… trágica, ¿sabe?

—Sí, que lo sé…

—Ha gestionado muy bien el dolor, y estoy muy agradecida de que acuda todos los años a nuestra fiesta para honrar su recuerdo.

—Lo mismo digo. —Me obligué a sonreír—. Gracias por su compasión.

—Hemos pintado un mural nuevo sobre ella en el jardín. —Me entregó un folleto—. Parece que a su hermano y a su hermana les gusta, así que apuesto a que a ella también le habría encantado.

—Ella lo habría encontrado de muy mal gusto.

—¿Qué? —Su sonrisa flaqueó—. ¿Qué ha dicho, señor?

—He dicho que se lo habría llevado con gusto.

—Ahhh. Bueno, claro, y la habríamos ayudado a moverlo a donde ella quisiera en los jardines.

—Estoy seguro de ello. —Le estreché la mano y di un paso atrás—. Si me disculpa, por favor.

No aguanto más.

Esa mujer y el resto de esas personas, incluso mis hermanos menores, no tenían ni idea de cuánto odiaba mi madre esa vida, de lo que había sufrido entre las paredes de palacio.

Paseé por la sala sonriendo con falsedad a los invitados, que llevaban unos broches azules en los que ponía «Descansa en paz, princesa Joanna».

—Disculpen todos. —Mi padre apareció de repente en el escenario—. ¿Pueden, por favor, prestar atención?

Los ligeros murmullos y risas se desvanecieron, y todo quedó en silencio.

—Como ya saben, hoy es un día muy triste en la historia de la familia. —La voz se le quebró, igual que ocurría siempre que ensayaba la misma frase manida—. La princesa Joanna vivirá siempre en mi corazón, y nuestros hijos, Tyler, Charlie y Priscilla, continuarán blandiendo su espíritu luchador.

¿Qué demonios significa eso?

—Tyler, como todos saben, es doce años mayor que los gemelos, y es mucho más distante y frío que ellos.

La sala se llenó de risas estruendosas, pero yo no capté el chiste.

—En fin, no es muy dado a hacer declaraciones en público, así que me ha pedido que lo haga yo en su nombre.

Se aclaró la garganta, y yo me crucé de brazos.

—Cumplirá treinta y cinco años el mes que viene y, por primera vez en su vida, va a invitar al público a su fiesta de cumpleaños, en la que habrá algunas sorpresas para alguien con quien ha estado coqueteando últimamente.

Victoria Nauss, una princesa morena y guapa de Dinamarca —en la que tenía cero interés—, se convirtió en el centro de atención de la sala.

Sus ojos se encontraron con los míos y las mejillas se le colorearon, lo cual consiguió unos cuantos murmullos y ovaciones de la multitud. A pesar de su actitud refinada y de «Oh, qué humilde soy», lo único que le importaba en realidad era convertirse en «La princesa más guapa de la historia de Londres».

No podía mantener una conversación decente ni aunque su vida dependiera de ello, y la única vez en que habíamos intentado acostarnos durante una noche de borrachera, me había dicho: «Si te doy mi regalo más preciado, tendrás que pedirme matrimonio después».

Desde entonces, no volví a tocarla ni a hablar con ella.

—Estoy seguro de que Joanna sabía que Tyler sería el último en sentar cabeza, y que le habría encantado verlo feliz en el amor…

Mi padre pronunció las últimas palabras de su discurso con un ritmo lento y calculado, y yo volví a reproducir en mi cabeza la conversación que habíamos tenido antes.

Nunca había querido hablar conmigo «en privado». Todo formaba parte de sus argucias de titiritero: una clase magistral para enseñarnos a mí y a todos los demás que él controlaba las riendas de mi vida. Que todo lo que decíamos y hacíamos en público era tan solo una actuación para una audiencia que nos amaba y nos odiaba a partes iguales.

Conforme proseguía con su función, me quedó más que claro que no me había equivocado al ocultarle mis andanzas privadas en Estados Unidos, en no dejar que se enterara de que estaba siguiendo los últimos consejos de mi madre al pie de la letra: «Ante todo, sigue siendo estratégico siempre. No dejes que esa gente sepa lo que sientes de verdad».

La sala irrumpió en aplausos cuando acabó, y yo me uní a ellos. Después, me acerqué hacia Victoria y le cogí la mano para continuar con aquella farsa.

Era lo que la «princesa Joanna» habría querido…

Horas más tarde, subrayé algunas frases de mi guía de La vida en Seattle, Washington, y tomé algunas notas.

«¿Qué es un pastelito Twinkie?».

Según mis investigaciones, Londres y Seattle compartían el mismo clima húmedo y las mañanas neblinosas, así como el mismo tono melancólico que cubría el cielo durante semanas seguidas.

El tráfico era otro tipo de desastre similar, pero las diferencias eran lo que me habían llevado a empezar una nueva vida allí. Eso y la editorial que había comprado en secreto con lo que me quedaba de la herencia de mi madre.

Mientras estaba marcando un lugar llamado «mercado de Pike Place», Dillon apareció delante de mi escritorio.

—Tu hermano y tu hermana acaban de hacer galletas de sucesión al trono con cabezas incluidas —anunció, mostrándome los dulces más espantosos que hubiese visto nunca—. Según ellos, tú vas justo detrás de tu padre.

—Soy más que consciente de ello. —Hice un gesto de exasperación—. Gracias.

—De nada. —Le dio un mordisco a la que tenía mi cabeza—. Priscilla y Charlie son mucho más agradables que tú.

—Y también tienen mucho más lavado el cerebro.

Él sonrió. Odiaba a mi familia tanto como yo, y me había ayudado con un montón de mis futuros planes.

—Dime una cosa, Dillon —comencé—. Si te contara que esta semana quiero volar a Seattle de incógnito durante unas cuantas noches, ¿cómo podrías ayudarme?

—No podría.

—¿Por qué no?

—Porque es arriesgado y casi imposible —adujo—. Tendría que fletar un avión privado, hacer un montón de preparativos y romper todas las normas del personal que aparecen en el libro.

—No te lo estoy pidiendo como miembro del personal —le dije—. Te lo estoy pidiendo como mi único amigo.

Él suspiró y me lanzó una mirada de compasión.

—¿Cuánto tiempo crees que puedo escaparme? —pregunté.

—Una noche, probablemente. Todo un día, si tenemos suerte.

—¿Eso es todo?

—Puede que entre otras seis y doce horas después —prosiguió—. Si fueras feo como tu hermano, te conseguiría toda una semana, porque nadie querría estar contigo.

Lo miré, impertérrito.

—¿Es eso un «sí» a que vas a ayudarme o no?

—Es un «sí», pero tengo algunas preguntas.

—Te escucho.

—Dame un motivo —dijo—. ¿Por qué no puedes esperar hasta dentro de unos meses?

—Quiero conocer la ciudad de verdad antes de mudarme de manera permanente.

—Me refiero al verdadero motivo.

—Me gustaría celebrar mi cumpleaños unas semanas antes. Quiero disfrutarlo yo solo.

—Te estoy dando una última oportunidad de no insultar mi inteligencia.

—Me gustaría encontrar a alguien para follar, para poner fin a mi dique seco.

—Gracias. —Puso los ojos en blanco—. En ese caso, ni bares ni fiestas con más de veinte personas dentro, y una visita turística obligatoria, puesto que no podrás hacerlo hasta dentro de un tiempo. ¿Otras peticiones que puedan ponerme de patitas en la calle?

—Me gustaría tener un coche mientras esté allí. Quiero conducir yo mismo.

—Eso queda descartado.

—Sé conducir, Dillon.

—Aquí en Londres, claro que sí —afirmó—. Pero en Estados Unidos conducen al otro lado de la carretera.

—No puede ser tan distinto.

—Bueno… —Se dio unos golpecitos en la barbilla—. Te conseguiré un coche, pero seguiré todos y cada uno de tus movimientos, junto con otros seis miembros de un equipo de seguridad, un médico y otro empleado.

—Cuatro miembros del equipo de seguridad, ningún médico y ningún otro empleado.

—Tyler…

—Casi no puedo tolerar esa mierda aquí, y ya hemos aclarado que no pienso aguantarlo cuando me marche de manera definitiva.

Se hizo un silencio.

—¿Y qué hay de una enfermera, en vez de un médico? —preguntó.

—Trato hecho.

Sacó su móvil y pulsó en la pantalla.

—Pediré unos cuantos favores a hoteles y empresas, pero tienes que estar listo para marcharte durante los tres próximos días para que esto pueda funcionar.

—Me parece perfecto.

—Por cierto, tu padre le ha dicho a la prensa que tienes una cita en una cafetería por la noche con esa princesa danesa de la que se supone que estás enamorado —explicó—. Tu hermana tiene pensado engañarte para que vayas, y se supone que yo no tengo que contarte nada de ello.

Por Dios bendito…

—¿Sabes qué? —Cerré el folleto que estaba leyendo—. ¿Qué tal si hacemos...



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