E-Book, Spanisch, 392 Seiten
Hawthorne / Daudet / Collier Gótico botánico
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-19581-77-8
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Cuentos de un verdor perverso
E-Book, Spanisch, 392 Seiten
ISBN: 978-84-19581-77-8
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Una selección de relatos de horror que muestra lo más oscuro del mundo vegetal. Una antología que reúne a nombres como Roald Dahl, Eudora Welty o H.P. Lovecraft.
Orquídeas sanguinarias, bosques enteros que se rebelan contra quienes los masacraron, setas tan bellas como venenosas, robles majestuosos que se convierten en la reencarnación del hombre de la casa, maravillosas enredaderas que reviven espantosos fantasmas del pasado, máquinas rudimentarias que permiten registrar el terrible sufrimiento de las plantas maltratadas, árboles solitarios que señalan el mismísimo umbral a un mundo pesadillesco... Un verdor siniestro recorre la literatura de los siglos XIX y XX y nos recuerda que las plantas, seres fascinantes y misteriosos, benéficos y letales a la vez, encarnan la otredad en forma de monstruo silencioso, al tiempo que padecen los efectos de la avaricia que lleva al ser humano a usurpar y destruir sin compasión aquellas formas de vida que, reducidas a materia prima, pueden generar riqueza.
Gótico botánico es un catálogo de historias del mundo vegetal más fantástico, que incluye a autores tan destacados como M.R. James, Richmal Crompton, H. P. Lovecraft o Roald Dahl, y que permite, además, descubrir las inquietantes creaciones de escritoras pulp como Mary Elizabeth Counselman, Maria Moravsky o Eli Colter. A partir de ahora, el verde será el nuevo negro.
CRÍTICA
«Ya sea como eficaces símbolos de temas universales, en forma de remotos miedos victorianos y de personajes híbridos, peligrosos o sedientos de venganza, los vegetales ofrecen una fascinante variedad literaria, consecuencia lógica de su casi infinita y perturbadora cantidad de especímenes y de todo lo que nos queda por descubrir sobre ellos.» -Patricia Esteban Erlés
Autoren/Hrsg.
Weitere Infos & Material
Las formas se parecen y nunca son iguales.
Desde el coro sugieren que hay una ley secreta,
un enigma sagrado. ¡Si yo pudiera, amiga,
entregarte ya mismo, alegre, su respuesta!
J.W. Goethe,
La metamorfosis de las plantas[1]
CONVIENE SER PRECAVIDOS Y NO ACERCARSE MUCHO AL VERDE. Es verdad que no ladra, y en teoría, solo en teoría, tampoco muerde. Ni falta que le hace, podríamos añadir.
Un sinfín de criaturas fétidas o capaces de exhalar fragancias embriagadoras, inertes, prensiles, reptantes, trepadoras, justicieras, rencorosas, a veces medio humanas, a veces medio espectrales, componen el temible repertorio de motivos relacionados con lo fantástico vegetal que podemos encontrar en la literatura de los siglos XIX y XX, tal vez porque igualmente infinitas son las variedades de árboles, plantas y hongos que se extienden a lo largo y ancho del mundo real, asumiendo el papel de cohabitantes silenciosos y muchas veces indescifrables para el ser humano. No en vano diversos estudios científicos estiman en más de trescientas mil las especies vegetales terrestres y acuáticas registradas, aunque se admita, asimismo, que son muchas más las que quedan aún por catalogar. A la enorme cantidad y variedad mencionadas debe añadirse, además, otra de sus características definitorias: una rareza intrínseca que provoca una inevitable sensación de temor en el observador humano.
En efecto, las especies que conforman el universo botánico son muy diferentes a nosotros, ya desde su configuración externa. Los expertos afirman que poseen, además de los cincos sentidos del humano, la friolera de quince más. Se definen en general por un carácter estático, frente a nuestra mayor capacidad de movimiento, y están dotadas de una estructura modular que les permite segmentar su cuerpo, regenerando partes dañadas en oposición a nuestro organismo indivisible. Carecen de rasgos físicos similares a los del rostro y el cuerpo humano, por lo que resulta difícil establecer analogías inmediatas con ellas. Por otro lado, ya en la Antigüedad clásica se estableció un debate filosófico y científico (en el que han participado desde Aristóteles y Platón hasta los Darwin) con el fin de esclarecer si poseen alma o cerebro, pero lo cierto es que durante mucho tiempo se ha ignorado buena parte de la información sobre su inteligencia, sensibilidad o estrategias de comunicación. Podemos decir que nos han despistado a menudo, que no se dejan clasificar tan fácilmente. Así, Aristóteles, sirviéndose de la oposición entre animado e inanimado, redujo durante un tiempo a los vegetales a la categoría de seres inorgánicos, pero después tuvo que retractarse, al resultar evidente que su capacidad reproductiva es incompatible con su clasificación como meros objetos.
Es bien sabido que nuestra especie tiende a establecer jerarquías en las que ocupa un lugar dominante, que margina y cosifica al resto de los seres para someterlos. Sin embargo, la extrañeza de lo vegetal inspira con frecuencia cierta prevención en el ambicioso homínido empeñado en descubrir y explotar cuantos recursos puedan reportarle un beneficio, que cristaliza literariamente en la visión monstruosa de unos seres vivos, que no objetos, misteriosos y muy distintos a nosotros. Consecuentemente, en numerosas narraciones un espécimen botánico aparecerá caracterizado como enemigo que ofrece resistencia al impulso conquistador del ser humano y llegará a atacarlo con ferocidad.
De lo dicho hasta ahora se deduce que lo vegetal se vincula a lo siniestro sin dificultad y encarna una versión clorofílica del término acuñado por Freud. El concepto unheimlich se refiere a la sensación amenazadora que nos embarga ante algo que genera un malestar e incertidumbre difíciles de racionalizar, pues en muchas ocasiones viene motivado por el contacto con un elemento, ser, espacio, cosa, etc., que forma parte del ámbito cotidiano. Un ejemplo en el que queda clara la cercanía de lo siniestro sería la impresión desasosegante que nos invade al encontrarnos con un objeto o lugar sin vida que sentimos animado de alguna manera, como sucede con ciertas muñecas o casas funestas. De forma similar, aunque inversa, se puede experimentar cierta desazón al entrar en contacto con determinados árboles o plantas, a los que percibimos como criaturas vivas, sí, pero muy alejadas biológicamente. Los vegetales se hallan sumidos en una quietud casi total y no emiten sonidos pautados para comunicarse, todo lo cual parece aproximarlos más al objeto inerte que a nuestra especie. Por otro lado, su existencia secreta, todo lo que ignoramos de ellos a pesar de que forman parte del mundo que habitamos, es otro factor que incrementa lo unheimlich, la sospecha de que poseen una dimensión desconocida y, por ende, amenazante.
En el principio, fue el verde. Así podríamos resumir la Creación según la Biblia, ya que las especies vegetales constituyen el primer elemento esencial para el mismísimo Dios, que las colocó en el escenario del mundo al tercer día, tres antes de que hiciera su aparición estelar el rezagado ser humano. Los árboles y las plantas nos rodean desde siempre, disfrutamos de su belleza y propiedades medicinales, nos procuran alimento, provecho material y las condiciones necesarias para que podamos respirar, pero callan muchas cosas sobre sí mismos, lo que nos lleva a identificarlos con fuerzas sobrenaturales o monstruos predadores, tal y como reflejan en la actualidad un gran número de obras literarias, cinematográficas, videojuegos, cómics, etc. Muchas veces, en ese proceso de metamorfosis artística se hiperbolizan aspectos reales, transformando el vegetal en un auténtico depredador al que hay que combatir.
No es una novedad. Su naturaleza oculta, críptica, ha llevado al ser humano en ocasiones a utilizar la imaginación para rellenar los espacios vacíos que dejaba el hermetismo de lo vegetal. Sucedió en la Edad Media, periodo en el que, al versionar herbarios de la Antigüedad como el Dioscórides, algunos escribas optaron por dar más importancia a la fantasía, el folclore, la mitología y el simbolismo que a la fidelidad a un modelo real. De este modo encontramos en algunos libros dedicados a las plantas del Medioevo cómo de las flores del narciso brotaban hombrecillos que recuerdan al joven hermosísimo que se amó a sí mismo más de la cuenta. Quizás ya en ese lejano punto de la historia, además de buscar la vistosidad que hiciera atractivo un manuscrito, se empezaba a intuir el potencial fantástico de lo vegetal, tan fácilmente asimilable a la maravilla como los animales de los bestiarios, en los cuales la hibridación de seres resultaba igualmente habitual.
En siglos posteriores, tras los descubrimientos en los que se avistaron nuevos territorios de los que interesaba también apropiarse en el plano del conocimiento, distintos libros de viajes se ocuparon de detallar las peculiaridades geográficas, incluyendo descripciones de la fauna y flora autóctonas, y continuaron difundiendo esa vertiente maravillosa de las especies vegetales, que quizás no sea sino la asunción tácita del desconocimiento sobre muchos aspectos relacionados con ellas. Todavía en el siglo XVIII se dan ejemplos de volúmenes que entretejen la observación directa, supuestamente fidedigna, con el prodigio.
En el siglo XIX, la ciencia tal y como la conocemos ahora estaba dando sus primeros pasos firmes, basados en el positivismo y sus métodos de observación directa con el fin de reducir a una taxonomía rigurosa cada elemento natural. Pero ese conocimiento empírico no logró disipar del todo la inquietud generada por el mundo vegetal, ya que la constatación de las características de determinadas plantas o flores, como la orquídea, por ejemplo, sirvieron para azuzar nuevos miedos relacionados con la pérfida exuberancia de especies llegadas en ocasiones de lugares lejanos recientemente colonizados. La literatura gótica, que había sido un revulsivo contra la fe absoluta en la razón de los ilustrados, venía abonando desde la centuria anterior el terreno de la creación como una muy fecunda vía de escape del encorsetamiento neoclásico a través de una poética de lo irracional, sirviéndose del miedo como inspiración. En pleno auge del método positivista, el gótico se mostró como campo fértil para la imaginación desaforada y la expresión del horror que provocaron algunas de las conclusiones del darwinismo. Resultaba pavoroso ratificar que, aunque poco conocido, el universo vegetal había evolucionado por su cuenta, desarrollando estrategias de supervivencia en ciertas especies capaces de invadir, atacar y devorar con ferocidad monstruosa, como los fluidos venenosos, las raíces aéreas tentaculares o la exhalación de aromas hipnóticos para adormecer a sus víctimas. Curiosamente, ya no hacía faltar suponer o imaginar la naturaleza secreta de las plantas, y fue la constatación real de algunas características lo que supuso una nueva e inagotable fuente de temor.
En este contexto histórico se sitúan buena parte de los relatos incluidos en la presente antología, que comprende un arco temporal de más de ciento veinte años desde el cuento de Nathaniel Hawthorne hasta el de Zenna Henderson, fechados en 1837 y 1959, respectivamente. Entre ambos encontraremos ejemplos variados del terror que inspira lo vegetal en las narraciones de diez autores y ocho autoras de diferentes países como Francia, Inglaterra, Polonia o, mayoritariamente, Estados Unidos. Cabe...