E-Book, Spanisch, Band 111, 368 Seiten
Heinrichs / Sloterdijk El Sol y la muerte
1. Auflage 2014
ISBN: 978-84-16280-29-2
Verlag: Siruela
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 111, 368 Seiten
Reihe: Biblioteca de Ensayo / Serie mayor
            ISBN: 978-84-16280-29-2 
            Verlag: Siruela
            
 Format: EPUB
    Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Hans-Jürgen Heinrichs (1945) es escritor y periodista científico. Ha publicado obras sobre temática etnológica, psicoanalítica, literaria y crítico-cultural, así como numerosas biografías. Actualmente vive en Frankfurt am Main.
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I
Para una filosofía de la sobre-reacción
Tener oído para los terrores de la propia época
Hans-Jürgen Heinrichs Señor Sloterdijk, el título de su libro, (1996), no deja de sugerirme algo inquietante: evoca la frialdad de un laboratorio en el que son posibles automutilaciones, tal vez incluso automorti?caciones. Se me antoja una tentativa relacionada con un asunto de vida o muerte.
En los de Laure1, la compañera sentimental de Georges Bataille, se nos cuenta la historia de una pequeña muchacha que suele colocarse a menudo enfrente del espejo de su madre. Dicho espejo se compone de tres partes, a las que se puede dar la vuelta de manera aleatoria. Con la ayuda de este mecanismo, ella despedaza sus miembros y los recompone una y otra vez. Ella comprende así esta experiencia existencial de despedazamiento y recomposición como una condición de su pensamiento y escritura. Si paramos mientes, por ejemplo, en los trabajos de Unica Zürn, de Hans Bellmer o en los propios escritos de Lacan, volvemos a toparnos con esta dimensión de la autodescomposición, del cuerpo mutilado y desmembrado. ¿No se retrotrae también a estas fuentes, a esta experiencia personal con el desgarramiento y la integridad, su propia manera de ?losofar?
Peter Sloterdijk Seguro que sí, pues, privada de este impulso existencial, la ?losofía degeneraría en un asunto trivial. Por otra parte, creo que usted, al hacer referencia al contexto designado por la expresión «experimentos con uno mismo», ha ido un poco más lejos de lo que yo trataba de apuntar. La verdad es que no soy muy a?cionado al expresionismo alemán, donde era moneda corriente mantener una posición ?losó?ca de vida o muerte. Quizá este gesto tuviera algún sentido en el año 1918, cuando la gente salía de las trincheras y albergaba la sospecha de que nunca más volvería a casa, como Hermann Broch pone en boca de uno de sus personajes en . Cuando yo hablo de «experimentos con uno mismo», no pienso en un experimento de vivisección en las propias carnes, ni tampoco en la psicosis romántica del psicoanálisis francés. Con esta expresión no trato de aproximarme a Camus, quien a?rmaba que sólo existía un problema ?losó?co real: el suicidio; ni tampoco a Novalis, de quien procede la sugerente observación de que el suicidio es el único acto «genuinamente ?losó?co». Hago referencia más bien a un fenómeno perteneciente a la historia de la medicina moderna, el movimiento homeopático, que se remonta a Samuel Hahnemann. En el año 1796, ya hace más de doscientos años de ello, esta sorprendente cabeza formuló por primera vez el principio del remedio terapéutico efectivo. Asimismo, él fue uno de los primeros curadores en tratar el nerviosismo moderno de sus pacientes con propuestas médicas adecuadas. Estaba convencido de que el médico estaba obligado a intoxicarse a sí mismo con todo lo que él más tarde iba a prescribir a los enfermos. De esta re?exión procede el concepto de experimento con uno mismo: quien quiera ser médico necesita previamente ser cobaya.
La razón más honda de esta transformación encaminada a la experimentación con el propio cuerpo hay que encontrarla en la idea romántica de la relación activa entre la imagen y el ser. Hahnemann consideraba que los efectos de las dosis en el hombre sano y en el enfermo se re?ejaban de manera especular. Es aquí donde se origina una ambiciosa semiótica de la medicación farmacológica. El gran pensamiento optimista de la medicina romántica pertenece esencialmente a la homeopatía; es más, reside en el hecho de que hay que presumir una relación de re?ejo entre lo que es la enfermedad como fenómeno global y los efectos que un medio puro provoca en el cuerpo sano. La homeopatía piensa en el plano de una inmunología especulativa. Y en la medida en que los problemas inmunológicos son considerados cada vez más aspectos prioritarios de la terapéutica y la sistemática del futuro, hemos de vérnoslas aquí con una tradición muy actual, por mucho que el funcionamiento de las dosis homeopáticas siga envuelto en un velo de oscuridad.
Vistas así las cosas, la expresión que da título a mi libro se inserta más bien dentro de la corriente de la ?losofía naturalista romántica; dicho más concretamente, tiene más que ver con la metafísica alemana de la enfermedad que con el discurso francés en torno al cuerpo desmembrado. Ahora bien, como es natural, mi discurso tiene más a?nidades con el de Nietzsche, quien en no pocas ocasiones jugó con metáforas homeopáticas o, más aún, inmunológicas. No es ninguna casualidad que él pusiera en boca de Zaratustra y en presencia de la multitud la frase: «Os inoculo la locura». Y eso por no hacer mención a su ominosa sentencia «Lo que no me mata me hace más fuerte», una expresión que hay que entender a todas luces en un sentido inmunoteórico. Nietzsche comprendía su vida toda como una suerte de inoculación de sustancias tóxicas de decadencia, y trató a su vez de organizar su existencia como una reacción integral de inmunización. No fue capaz de darse por satisfecho con esa ingenuidad blindada de los últimos hombres gracias a la cual éstos se protegían de las infecciones de sus contemporáneos y de la historia. De ahí que en sus escritos entrara en escena como un terapeuta de la provocación que trabajaba con intoxicaciones concretas. En ?n, son todas estas connotaciones las que resuenan en mi título, lo cual no excluye que las imágenes o las asociaciones relacionadas con él puedan combinarse con otros ámbitos tonales y sean adecuadas para estas otras capas de sentido.
H.-J. H. De Hahnemann a Nietzsche: he aquí un campo de análisis muy amplio. No obstante, entre los pequeños gránulos homeopáticos, que pueden conducir a la curación, y esas ideas ?losó?cas que, probablemente, no logran efectos terapéuticos tan directos, cabe constatar un enorme hiato. Con todo, me parece que en lo que acaba de decir se pone de mani?esto un aspecto particularmente importante: ese estar-infectado, esa participación casi psicosomática en las dolencias de la propia época. Esta idea aparece en su libro en un momento clave, donde usted, al hilo de la polémica con Botho Strauss, de?ne su idea de autor. Un pasaje que tiene rasgos confesionales. Argumentando en su defensa, usted aduce que el autor tiene la obligación de pensar peligrosamente. El escritor, continúa, no está para contraer compromisos con la inocuidad. Los autores importantes son sobre todo los que piensan en arriesgarse. De ahí que su ?losofía experimental presuponga algo más que una simple comprensión metafórica de la homeopatía. Quizá habría que de?nirla mejor a la luz de su relación con las vanguardias artísticas y ?losó?cas del siglo XX...
P. Sl. Sí, podría verse así. También habría que añadir que la homeopatía, en virtud de su relación con las ?losofías reformistas de la vida de la pequeña burguesía, brinda una difícilmente compatible con la idea de un pensamiento temerario. Con todo, si nos ?jamos en la experiencia personal de Hahnemann, aparecen al descubierto otros rasgos. Él fue un virtuoso en el arte de la intoxicación voluntaria. Experimentó con su cuerpo, lo puso a prueba, lo sometió a duras cargas, hizo tal uso de él que lo convirtió en un gran órgano sensible a los estados enfermizos. Llevó a cabo una deconstrucción de la salud a modo de experimento psicosomático con uno mismo. Esto presupone una de tipo especial que difícilmente tiene parangón con las lúgubres inquietudes tomadas de prestado con las que algunos autores de la Modernidad pintan sus excesos. Por ello advierto del riesgo que supone subestimar el potencial de amenaza que conlleva la medicina homeopática. Se trata de un planteamiento muy complejo y en absoluto inocuo que se esconde tras una máscara de honradez.
Por otro lado, tiene usted razón al decir que mi caso no se ajusta como tal a la homeopatía. «Experimentos con uno mismo» es una expresión metafórica que, si bien procede de la esfera médico?losó?ca, tampoco se agota aquí. También tiene un elemento casual: en ese momento tenía la terminología homeopática en mente; poco antes, en septiembre de 1996, en la iglesia de San Pablo de Frankfurt, había asistido a la celebración del 200 aniversario del movimiento homeopático y, a tal efecto, me sumergí en el estudio histórico de las primeras ideas burguesas sobre la medicina. Esta oportunidad me hizo consciente de hasta qué punto la historia del pensamiento moderno está jalonada de fantasmas sanitarios y metáforas farmacológicas. La idea de mayor in?uencia de los siglos XIX y XX, el concepto de alienación, apunta a una terapéutica universal. La política y la clínica corren amplios trechos en paralelo, incluso esos antípodas que fueron Marx y Nietzsche tenían esto en común. Por lo que respecta a mi libro, lo más pertinente en todo caso es pensar en la divisa nietzscheana de la vida como «experimento del hombre que busca conocer». Al elegir este título quería llamar la atención sobre las condiciones de nuestra contemporaneidad. Uno está obligado a sentir en sí mismo los excesos ilusorios de su propia época y su terror si quiere decir algo en calidad de intelectual contemporáneo. En cierto modo, uno dice algo instado por una orden lingüística procedente de la sorpresa y el horror o, dicho en...





