E-Book, Spanisch, 320 Seiten
Reihe: Digitales
Hill Piense y hágase rico
1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-9111-624-0
Verlag: Ediciones Obelisco
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 320 Seiten
Reihe: Digitales
ISBN: 978-84-9111-624-0
Verlag: Ediciones Obelisco
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Napoleón Hill (1883-1970) ha sido quizás el hombre más influyente en el área del éxito personal de todos los tiempos. Su cita más famosa era, 'lo que la mente de un hombre puede concebir y puede creer, eso puede lograr.' Napoleón Hill nació pobre en 1883 en Virginia. A la edad de 10 años, su madre murió. Él se volvió un niño muy rebelde y odioso. Dos años después su padre volvió a casarse. Cuando Napoleón se encontró a su madrastra, le dijeron, 'Napoleón es el ser más perverso que usted se puede encontrar.' Su madre puso las manos en sus hombros y le dijo 'No es un muchacho soez, quizás es el muchacho más inteligente del mundo y simplemente no sabe qué hacer con su inteligencia.' Esas palabras tuvieron un gran impacto en la vida de Napoleón. Luchando contra toda clase de grandes desventajas y presiones, dedicó más de 25 años de su vida a entrevistar a los grandes triunfadores e investigar sus carreras. ¿Su meta? Aislar y definir las razones por las cuales tantos fracasan y tan pocos alcanzan el éxito. Entrevistó a 500 millonarios que le revelaron el origen de su riqueza como Thomas Edison, Alexander Graham Bell, Henry Ford, Elmer Gates, Charles M. Schwab, Theodore Roosevelt, William Wrigley Jr., John Wanamaker, William Jennings Bryan, George Eastman, Woodrow Wilson, William H. Taft, John D. Rockefeller, F.W. Woolworth, Jennings Randolph entre otros. El resultado de su trabajo fue una filosofía de 17 principios basados en cómo estos hombres adquirían sus riquezas y construían sus imperios comerciales.
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Prólogo del autor
En cada capítulo de este libro se ha mencionado el secreto para ganar dinero, un secreto que ha logrado la fortuna de más de quinientos hombres extraordinariamente ricos a quienes he analizado con detenimiento durante muchos años.
Andrew Carnegie me informó del secreto hace más de un cuarto de siglo. El astuto y amable viejo escocés lo depositó en mi mente sin prestar atención cuando yo sólo era un niño. Luego, se volvió a sentar en su silla con brillo de alegría en sus ojos y me observó detenidamente para ver si tenía suficiente intelecto para comprender el significado de lo que me acababa de decir. Cuando vio que había captado la idea, me preguntó si estaría dispuesto a pasar veinte años o más preparándome para entregársela al mundo, a hombres y mujeres que, por desconocer del secreto, tal vez pasarían sus vidas condenados al fracaso. Le respondí que lo haría y, con la cooperación del señor Carnegie, he cumplido mi promesa.
Este libro contiene el secreto, después de que miles de personas de prácticamente todas las condiciones lo hayan puesto a prueba. Fue idea del señor Carnegie que la fórmula mágica que le proporcionó una fortuna prodigiosa se pusiera al alcance de personas que no tienen tiempo para investigar cómo los hombres ganan dinero, y fue su deseo que yo pudiera probar y demostrar la solidez de la fórmula mediante la experiencia de hombres y mujeres. Consideraba que esta fórmula tenía que enseñarse en todas las escuelas y universidades públicas, y opinaba que si se enseñaba adecuadamente, revolucionaría todo el sistema educativo hasta poderse reducir a la mitad el tiempo que uno pasa en la escuela.
Su experiencia con Charles M. Schwab y con otros jóvenes como él convencieron al señor Carnegie de que buena parte de lo que se enseña en las escuelas no tiene ningún valor en relación con la tarea de ganarse la vida o de acumular riquezas. Había llegado a esta conclusión porque en su empresa habían trabajado muchos jóvenes con muy poca educación, pero a los que una enseñanza sobre el uso de esta fórmula les permitió desarrollar un sentido del liderazgo poco común. Además, esta preparación proporcionó verdaderas fortunas a todos aquellos que siguieron sus instrucciones.
En el capítulo sobre la fe, leeremos la asombrosa historia de la gigantesca United States Steel Corporation, tal como la concibió y gestionó el joven gracias al cual el señor Carnegie demostró que su fórmula funcionaría para todos los que estuvieran preparados para ella. La simple aplicación de este secreto por parte de un hombre joven, Charles M. Schwab, le proporcionó una gran fortuna tanto de dinero como de oportunidades. En términos generales, esta aplicación particular de la fórmula le valió seiscientos millones de dólares.
Estos hechos, bien conocidos por casi todos los que conocieron al señor Carnegie, le darán al lector una idea clara de lo que le puede aportar la lectura de este libro siempre y cuando sepa lo que quiere.
Incluso antes de haberse puesto a prueba durante veinte años, el secreto se trasmitió al menos a un centenar de hombres y mujeres que lo han utilizado para su propio beneficio como había planeado el señor Carnegie. Algunos han logrado fortunas con él. Otros lo han utilizado para crear armonía en sus hogares. Un clérigo lo empleó con tanta eficacia que logró unos ingresos de 75.000 dólares anuales.
Arthur Nash, un sastre de Cincinnati, utilizó su negocio prácticamente en quiebra como conejillo de indias para probar la fórmula. El negocio revivió y proporcionó una fortuna a sus dueños. Todavía es un negocio próspero, aunque el señor Nash ya se haya ido. El experimento fue tan extraordinario que los periódicos y las revistas le proporcionaron más de un millón de dólares haciendo publicidad laudatoria.
El secreto pasó a Stuart Austin Wier, de Dallas, Texas. Estaba preparado para ello, tanto que abandonó su profesión y estudió Derecho. ¿Tuvo éxito? También explicaremos esta historia.
A Jennings Randolph le revelé el secreto el día que se graduó en la universidad, y lo ha utilizado con tanto éxito que actualmente está cumpliendo su tercer mandato como miembro del Congreso, con muchas oportunidades de seguir usándolo hasta que lo lleve a la Casa Blanca.
Mientras trabajaba como director de publicidad en LaSalle Extension University, cuando todavía era poco conocida, tuve el privilegio de ver a J. G. Chapline, el director de la universidad, utilizar la fórmula con tanta eficacia que desde entonces ha hecho de LaSalle una de las universidades más destacadas del país.
El secreto al que me refiero se menciona por lo menos un centenar de veces a lo largo de este libro. No lo he nombrado directamente, pues parece funcionar con más éxito cuando se destapa ligeramente y se deja a la vista, donde puedan recogerlo aquellos que están preparados y lo están buscando. Ésta es la razón por la que el señor Carnegie me lo lanzó de forma tan discreta, sin darme su denominación específica.
Si el lector está preparado para ponerlo en práctica, identificará este secreto al menos una vez en cada capítulo. Desearía tener el privilegio de explicarle cómo saber si está preparado, pero eso le privaría de buena parte de los beneficios que recibirá cuando realice el descubrimiento a su manera.
Mientras escribía este libro, mi propio hijo, que entonces estaba terminando su último año en la universidad, cogió el manuscrito del segundo capítulo, lo leyó y descubrió el secreto por su cuenta. Utilizó la información tan eficazmente que accedió directamente a un puesto de responsabilidad con un sueldo inicial mayor que el que gana un hombre corriente. Su historia está narrada brevemente en el segundo capítulo. Cuando el lector la lea, quizás deseche la impresión que pudo haber tenido al inicio de este libro de que éste prometía demasiadas cosas. Y, también, si alguna vez lo han desanimado, si ha tenido dificultades que superar, si lo ha intentado y ha fracasado, si alguna vez ha estado discapacitado por una enfermedad o dolencia física, entonces la historia del descubrimiento y la utilización que hizo mi hijo de la fórmula de Carnegie le parecerá el oasis en el Desierto de las Esperanzas Perdidas que tanto ha estado buscando.
Este secreto fue ampliamente utilizado por el presidente Woodrow Wilson durante la Primera Guerra Mundial. Lo trasmitió a todos los soldados que lucharon en la guerra, oculto cuidadosamente en el entrenamiento que recibieron antes de ir al frente. El presidente Wilson me dijo que fue un factor importante en la obtención de los fondos necesarios para la guerra.
Hace más de veinte años, el secreto inspiró al honorable Manuel L. Quezón, (en aquel entonces comisionado residente de las islas Filipinas) para conseguir la libertad de su pueblo. Logró la libertad para los filipinos y fue el primer presidente de ese estado libre. Una peculiaridad de este secreto es que una vez adquirido y utilizado, hace que aquellos que lo poseen se vean arrastrados literalmente hacia el éxito con muy poco esfuerzo y que nunca más vuelvan a sucumbir al fracaso. Si el lector lo duda, puede examinar los nombres de aquellos que lo usado dondequiera que se hayan mencionado, revisar sus historiales y se convencerá.
¡No existe tal cosa como recibir algo a cambio de nada!
El secreto al que me refiero no puede lograrse sin pagar un precio, aunque éste sea muy inferior a su valor. Aquellos que no están buscándolo intencionadamente no pueden obtenerlo a cualquier precio. No puede regalarse ni se puede comprar con dinero, por la sencilla razón de que está compuesto de dos partes. Una parte ya la poseen los que están preparados. El secreto funciona igual de bien para todos aquellos que están preparados.
La educación no tiene nada que ver con ello. Mucho antes de que yo naciera, el secreto ya estaba en posesión de Thomas A. Edison, y él lo utilizó de un modo tan inteligente que llegó a ser el inventor más importante del mundo a pesar de contar únicamente con tres meses de escolarización.
Trasmitió el secreto a un socio suyo, que lo utilizó con tanta eficacia que, a pesar de que por aquel entonces sólo ganaba doce mil dólares anuales, acumuló una gran fortuna y se retiró de los negocios cuando todavía era un hombre joven. El lector puede encontrar su historia al inicio del primer capítulo. Debería convencerle la idea de que las riquezas no están fuera de su alcance, de que todavía puede ser lo que desea ser, de que todos los que están preparados y dispuestos pueden obtener dinero, fama, reconocimiento y felicidad.
¿Cómo puedo saber yo estas cosas? El lector debería tener la respuesta antes de terminar el libro. Puede encontrarla desde el primer capítulo hasta la última página.
Mientras realizaba un trabajo de investigación que duró veinte años y que inicié a petición del señor Carnegie, analicé a cientos de hombres famosos, muchos de los cuales admitieron haber acumulado sus inmensas fortunas gracias a la ayuda del secreto de Carnegie; algunos de esos hombres son:
Henry Ford
William Wrigley Jr.
John Wanamaker
James J. Hill
George S. Parker
E. M. Statler
Henry L. Doherty
Cyrus H. K. Curtis
George Eastman
Theodore Roosevelt
John W. Davis
Elbert Hubbard
Wilbur Wright
William Jennings Bryan
Dr. David Starr Jordan
J. Odgen...