Identidad cosmopolita global | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 288 Seiten

Reihe: Educar Práctico

Identidad cosmopolita global


1. Auflage 2016
ISBN: 978-84-288-2982-3
Verlag: PPC Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, 288 Seiten

Reihe: Educar Práctico

ISBN: 978-84-288-2982-3
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La responsabilidad social y ambiental tiene un carácter de urgencia en nuestro hoy de grandes brechas sociales y económicas en el que tantas circunstancias están rompiendo el equilibrio de la naturaleza y nos hacen sentir que el planeta está amenazado. Un tiempo a la vez de grandes posibilidades que, orientadas hacia el bien común, pueden hacer real que todas las personas podamos gozar de buenas condiciones de vida para un desarrollo armónico del ser humano en el universo. El diseño de una estrategia competencial de Educación para el Desarrollo Humano se enfoca desde lo más grande de la persona y para la persona: la identidad cosmopolita y la dimensión existencial, lo cual implica abandonar la zona de confort. Mujeres y hombres nuevos para un mundo nuevo.

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¿Podremos vivir juntos? Construcción de una Identidad Cosmopolita Global vivida


LUIS ARANGUREN GONZALO1

A finales del siglo pasado, el sociólogo francés Alain Touraine sorprendió con un libro cuyo título era ¿Podremos vivir juntos?2 Sin duda acertó a formular la pregunta clave con la que se debía despertar el siglo XXI. Unos años más tarde sigo persuadido de que el modo de configurar la convivencia entre diferentes es la asignatura clave para poder aprobar nuestro nivel de humanidad. Esta intuición es la que persigue el presente documento de reflexión. Tratamos de construir una identidad cosmopolita global en un mundo donde perviven las luchas identitarias particulares y se globaliza el casino global en manos de muy pocos. Por eso hemos de ser muy lúcidos para acertar a ver lo importante y descartar lo intrascendente, y no al revés. Y esto significa abrir bien los ojos.

En cada época, los hombres no son capaces de ver algunas cosas. Y en esto, por descontado, se incluye también nuestra propia época. Vemos cosas que nuestros antepasados no veían; pero había cosas que sí veían y nosotros ya no vemos; y sobre todo hay incontables cosas que nuestros descendientes verán y que nosotros todavía no vemos, porque también nosotros tenemos nuestros puntos ciegos3.

Amin Maalouf pone el dedo en la llaga en uno de los males de cada época: no ser conscientes de que hemos estrenado una nueva época. La globalización ha derrumbado las fronteras políticas y económicas propiciando que la economía sea el auténtico soberano de nuestros destinos. Como consecuencia, las gentes que peor lo pasan y que no pueden sobrevivir en sus lugares de origen marchan a otras tierras en busca de un porvenir. El fenómeno migratorio contiene una gama de intensidades diversa; en todo caso, este dato modifica el mapa de la convivencia.

Hace décadas, en ciertos contextos educativos europeos se veía la diversidad como un tema educativo atrayente para ir trabajando como medida preventiva de lo que podía venir en unos años. Hoy, la diversidad es un dato de nuestra realidad planetaria. Aceptar esta realidad plural es el primer paso para construir una identidad personal y colectiva acorde con esta nueva circunstancia. De lo contrario permaneceríamos anclados en un punto ciego, siendo incapaces de ver que el mundo, sencillamente, ha cambiado.

1. Aproximación problemática

En la base de nuestra reflexión se repite continuamente una suerte de conflicto entre la identidad de lo particular, en referencia a un país o a una cultura –o, en nuestro caso, de un centro educativo– y la identidad compartida entre gentes con procedencias geográficas, culturales y religiosas diversas. Asistimos a una lucha por la identidad hegemónica. Pero el planteamiento no puede instalarse en la confrontación permanente. Y lo primero que necesitamos es comprender la múltiple problemática que ofrece este asunto de la identidad, para poder buscar y trabajar un modelo de identidad que se ajuste al cambio de época que atravesamos en este siglo XXI.

a) Problema conceptual

El pensamiento occidental, nacido en Atenas, ha marcado un modo de enfrenarnos a la realidad. Occidente ha interiorizado y exportado unas claves mentales y conceptuales que en cierto modo han atrapado a la realidad, dotándonos de una razón tan pura que ha acabado con las aristas y recovecos de la misma realidad.

En el caso de la conceptualización de la identidad tenemos un ejemplo bien claro. Arrastramos el legado de Parménides, cuyo pensamiento atraviesa toda la obra de la filosofía griega y que fue incorporada a las claves conceptuales del cristianismo medieval y moderno. Cuando hablamos de identidad hacemos referencia a aquello que yo soy, o que nosotros somos, o que tenemos que ser, porque está formulado y hacia ello hay que tender. En cualquier caso se trata de identidades estáticas que buscan anclarse en un poso esencialista que les permita permanecer inalterables con el paso del tiempo. Todo pasa, y la identidad permanece. Esta es, precisamente, la herencia de Parménides.

En efecto, para este pensador del siglo VI a. C., lo verdadero y lo real es uno e idéntico: «Es necesario decir y pensar que el ser es; el ser, en efecto, es, pero el no ser no es». Entre el ser y el no ser no cabe término medio. Ese término medio sería el devenir, el llegar a ser, el dinamismo de la realidad; pero, siguiendo a Parménides, si el no ser no es, el devenir, el proceso, el movimiento, no puede darse. El ser, por tanto, no tiene devenir y es inmóvil. Rechazar el devenir conlleva grandes problemas que seguimos arrastrando en nuestros días. El principal es la ruptura entre pensamiento y realidad.

Divorcio pensamiento-realidad. El legado de Parménides lleva a colocar el es, la definición y el concepto antes que la realidad y por encima de ella. Así se encierra la identidad en una prisión conceptual que no hace justicia a la realidad.

Cuando hablamos de la identidad personal no podemos circunscribirla a un solo concepto: yo soy cristiano, o soy ecuatoriano, o soy estudiante. Mi identidad personal es una conjunción de realidades múltiples, complejas y a veces hasta contradictorias que hablan de pertenencias plurales, referencias de sentido, afinidades, lazos familiares, roles profesionales, espacios de ocio, ideologías políticas, etc. Del mismo modo, las identidades colectivas constituyen un constructo que en ningún caso es monolítico ni tiene un solo color.

Lo cierto es que, en el terreno de la construcción conceptual de la identidad, el término «ser» se ha «comido» literalmente a la realidad compleja y plural que ciertamente nos constituye. En el fondo, esta preponderancia del ser inmutable ha resuelto no pocas dudas e insoportables incertidumbres. No perdamos de vista que «la complejidad de lo real nos proporciona tramas diversas que hemos de hilar, pero no nos ofrece certidumbres a las que asirnos»4. Y el pensamiento que podemos verter sobre nuestra identidad personal o colectiva podrá ahondar en la trama de hilos, pero hilos al fin y al cabo, incapaces de dotarnos de un suelo absolutamente firme y seguro.

El horizonte de pensamiento occidental fragmentario, repleto de relaciones monocausales y de ideas claras y distintas, ha terminado por construir un mundo de ideas que poco tiene que ver con la verdad de nuestra compleja realidad. La complejidad de lo real no es fundamentalmente un concepto, sino una descripción física de lo real. Y esta riqueza de matices ha escapado de la concepción de identidad que hemos arrastrado hasta nuestros días.

b) Problema antropológico: el otro y yo

Con frecuencia partimos de un esquema mental que se topa con una concepción de identidad que tiene auténticos problemas con la aceptación del otro. Problemas que nacen de la construcción del otro a partir de la identidad del yo5. Problema irresoluble, en tanto que el otro aparece como realidad pensada, es más, como pensamiento de segundo orden, como realidad subordinada al pensamiento. El otro es alguien eminentemente ajeno y extraño. En el caso de la pluralidad ocurre algo parecido. La pluralidad asusta a las identidades monolíticas y se la tacha de fuente de impureza, cuando no de catalizadora de disoluciones identitarias. Frente a la pluralidad siempre queda la pregunta: «¿Y lo nuestro, qué?», porque se entiende lo nuestro como algo claro, distinto y sin fisuras.

De Ortega y Gasset recibimos la célebre expresión: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo». Mi realidad incluye mi circunstancia, es decir, todo lo que encuentro o puedo encontrar en mi cuerpo, en mi vida psíquica, en mi entorno, en mi casa, en mi familia, en mi barrio, en mi colegio, en mis amistades, en mi pareja, en la situación económica, social y política en que vivimos en mi país. La circunstancia define siempre el ámbito de lo posible, dentro del cual se verifica cualquier acción humana.

La antropología y la psicología nos dicen que la construcción del yo nace precisamente de la conciencia del otro, de que el otro entra y forma parte de mi vida. Soy amado, luego existo, ha manifestado muchas veces Carlos Díaz6. Lo primero no es mi pensamiento, mi conciencia. La identidad personal es una construcción cuyo primer ladrillo es puesto por la madre de cada nuevo ser humano que nace; ese espacio de acogida incondicional es el que posibilita la conciencia personal, la capacidad de ser sujetos. La identidad pasa por el reconocimiento de lo más íntimo de uno, una...



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