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E-Book, Spanisch, 288 Seiten

Jackson Poscrecimiento

La vida después del capitalismo
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19407-01-6
Verlag: Ned Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

La vida después del capitalismo

E-Book, Spanisch, 288 Seiten

ISBN: 978-84-19407-01-6
Verlag: Ned Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



La crisis del capitalismo no es un mito, pero el capitalismo en sí mismo, sí lo es. Tim Jackson nos recuerda que cada época se construye alrededor de una narrativa y nosotros nos aferramos al crecimiento exponencial y al consumo desbocado. El exceso no es sinónimo de progreso tal y como nos ha demostrado la crisis financiera de 2008, la posterior pandemia global, la crisis ecológica, la desigualdad social y una acentuada inestabilidad económica. El célebre economista ecológico británico reflexiona sobre la viabilidad de los modelos imperantes y las condiciones bajo las cuales creemos prosperar, y aboga por una economía construida alrededor de energías renovables, un sistema de gobernanza global y transparente, y tecnologías más respetuosas con el entorno medioambiental. En este brillante ensayo nos desafía a imaginar un mundo poscapitalista, un lugar donde el bienestar y la naturaleza humana tenga prioridad sobre los beneficios y el poder. «'Poscrecimiento' es, por un lado, una gran narrativa histórica, por otro lado, un tratado filosófico y, en su totalidad, una invitación para que los lectores exploren las corrientes subterráneas más profundas de lo que puede hacer una sociedad justa, satisfactoria y sostenible». Karry Kennedy Presidente de Robert F. Kennedy Human Rights

Economista ecológico y escritor. Ha contribuido a acercar las controversias científicas a un público amplio y ha colaborado estrechamente con el Gobierno del Reino Unido, las Naciones Unidas, la Comisión Europea, numerosas ONG, empresas y fundaciones para llevar la investigación económica y social a la sostenibilidad. Desde 2016 es director del Centro para la Comprensión de la Prosperidad Sostenible (CUSP) de la Universidad de Surrey, en el Reino Unido. Su trayectoria lo llevó a la publicación del libro Prosperidad sin crecimiento (2009). Además, es un premiado dramaturgo con numerosas contribuciones como guionista de radio para la BBC.
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Prólogo

La historia, pese a su dolor atroz,

No puede no ser vivida, y no habría

Que revivirla si se enfrenta con valor.

Maya Angelou, 19931

El pasado es prólogo; lo que vendrá,

Es cosa tuya y mía.

William Shakespeare, 16102

«El mundo comienza a temblar», escribió el sociólogo Peter Berger, «en el mismo instante en que la conversación que lo sostiene empieza a decaer». El año 2020 fue un testimonio innegable de esta verdad incómoda. La conversación que nos sostiene no solo decayó. Hizo un giro brusco y nos pegó un golpe en la cara. Un golpe duro. No sorprende, pues, que el mundo aún se sienta más que inestable.3

Todo estaba yendo tan bien. Salió el sol, resplandeciente, sobre la ciudad más alta de Europa en la tercera semana de enero. Su luz matutina brillaba espléndida sobre los picos nevados, como oro sobre el azul profundo del cielo alpino. La naturaleza en todo su esplendor. El telón de fondo perfecto para la congregación anual del privilegio y el poder. Los primeros ministros y los multimillonarios. Las limusinas y los helicópteros. El 50.° Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, estaba a punto de empezar.

«Es un jolgorio», me confió mi anfitrión la noche anterior tras recogerme en la pequeña estación de tren, mientras me mostraba mi alojamiento temporal. Un apartamento prestado, apartado del pueblo, con vistas a las montañas. «Es una jungla», respondió su compañero. Y todos logramos reírnos.

Nuestros líderes conocen las reglas de este juego. Saben por intuición que el ostentoso desfile es un desfile de belleza. Las apuestas son siempre altas. Los focos deben resplandecer sobre los trajes elegantes y cortes de pelo impecables. Las cabalgatas deben competir en poderío. La retórica debe estar perfectamente afinada con las peculiares luchas de ese día. El sol debe brillar con diligencia sobre los justos. La farsa no debe dejar lugar a dudas. Las montañas deben sellar por los siglos de los siglos el trato alcanzado en los sótanos de la historia: más engendra más; el poder engendra poder; el crecimiento engendra crecimiento. Al que tiene, más le será dado.

Llevan medio siglo aterrizando sus jets en esta espléndida estación de esquí, jurando lealtad al gran dios Crecimiento. Caiga nieve o salga el sol, haga mal tiempo o bueno, su misión siempre fue clara como el agua: llevar socorro a los débiles, valor a los débiles de corazón. Matar a los dragones del escepticismo, dondequiera que surjan. El crecimiento económico es solo un truco de confianza. Mientras nos lo creamos, sucederá. Todo estará bien, y todo estará bien, y sea lo que sea estará bien.4

Siempre hay muchos dragones. Este año no fue una excepción: Europa preocupada por el auge del populismo. Australia angustiada por los incendios que seguían arrasando durante su largo «verano negro». Estados Unidos preocupado por la guerra comercial con China. Casi todos, de repente, preocupados por el carbono. El cambio climático fue el ganador sorpresa de la lucha por la atención de este año. Las huelgas escolares de 2019 acabaron llevando el asunto a encabezar la lista de riesgos a largo plazo para el crecimiento que prepara el Foro.

Lo nunca visto. Contra todo pronóstico, surgió en Davos un amplio –que no del todo unánime– consenso de que había que hacer algo antes de que las inundaciones y los incendios forestales, o los molestos activistas que de vez en cuando impedían el paso a las limusinas que entraban y salían de la ciudad, descarrilaran el vagón económico.

«La impaciencia de nuestros jóvenes es algo que debemos aprovechar», dijo Angela Merkel a los asistentes. Se refería, por supuesto, al liderazgo excepcional mostrado por la joven activista sueca Greta Thunberg, quien se encontraba en la ciudad por segunda vez, diciendo la verdad al poder con la extraordinaria claridad de un vidente. Desde luego, daba el cante. Este año, la simplicidad de su mensaje había atraído a toda una nueva generación de activistas a un campo de batalla que apenas podían reconocer. Miraron a su alrededor con desafío y asombro. La canciller alemana no fue la única veterana a la que le saltó alguna lágrima de simpatía.5

No todos se dejaron impresionar. «¿Es esta la economista jefa, o qué? No lo entiendo», bromeó el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, una ocurrencia de la que se habrá arrepentido casi al instante. «Cuando haya estudiado economía en la universidad, que vuelva y nos lo explique». Metiste la pata, Steven. Déjalo ya.6

Pero no podían, por supuesto. Dejarlo ya. El presidente estadounidense estaba decidido a elevar este disparate al rango de credo inmortal. «Para abrazar las posibilidades del mañana, debemos rechazar a los sucesivos profetas de la desgracia y a sus predicciones apocalípticas», proclamó Trump. «Son los descendientes de los tontos adivinos de antaño». Nuestro héroe contempla la sabana de rostros mirando al horizonte de oportunidades infinitas. Me imagino, en algún lugar, a un redactor de discursos sonriendo, autocomplaciente, engreído. La vida es solo una película de Hollywood. Mala.7

El paraíso es una tierra creada con una mentalidad de frontera. Quémalo, excávalo, edifica sobre él. El progreso es un lugar que está en obras. Por ahora, puede que parezca desordenado, pero los centros comerciales y condominios del mañana ofrecerán un glorioso panorama. Que se mueran los que dudan de ello. Los niños que van a la escuela, los huelguistas climáticos, los rebeldes de la extinción: que se vayan todos al infierno. Malditos sean los descendientes de los tontos adivinos de antaño. El optimismo obligatorio es la tendencia. Y lo que deslumbra por su obviedad es borrado de los discursos del poder.

La capa de nieve que recubre Davos adelgaza un poco más cada año. La temporada de esquí alpino es un mes más corta que cuando Klaus Schwab fundó el Foro en 1971. El clima está cambiando. El hielo se está derritiendo. Un millón de especies están en peligro de extinción. Estamos cambiando los equilibrios ecológicos de formas totalmente impredecibles. Algunas de ellas resultaron ser mortales. El planeta finito al que llamamos hogar está siendo modificado, quizá de manera irreversible, por la expansión masiva de la actividad humana que desfila bajo el seductor estandarte del progreso. Pero, por favor, no nos llamen la atención sobre estas realidades. Nos costó tanto trabajo ignorarlas.8

En otro momento revelador desde el mismo escenario de Davos, el recién elegido canciller de Austria aprovechó su tiempo en el púlpito para pedir una Europa más innovadora, más progresista y más dinámica. A los 33 años, Sebastian Kurz acababa de convertirse en el jefe de Estado más joven del mundo por segunda vez en el lapso de muchos años. Reprendió el «pesimismo» de la economía europea más antigua y elogió el dinamismo de los más jóvenes y «más hambrientos». Haciéndose eco de la retórica de la frontera, pidió un optimismo renovado, más innovación, un crecimiento más rápido. Hasta aquí, nada nuevo.

Pero más adelante, Kurz reconoció algo curioso. «Hace poco estuve en un debate sobre varias filosofías: una sociedad posterior al crecimiento», les dijo a sus oyentes. «Nos decían que quizá sería bueno que un país no creciera, que sería mejor medir la felicidad en lugar del crecimiento económico». La confesión despertó interés. Una leve sonrisa se dibujó en los labios del joven. Por un momento, uno casi se cree que llegó, por fin, una generación de políticos más sensatos. Que ahora las cosas cambiarían. «Todo eso suena maravilloso y romántico», dijo. Sus ojos brillaron, cómplices. «¡Pero con felicidad no se pagan las pensiones!»9

Kurz había presentado la sociedad del poscrecimiento tan solo para desecharla enseguida como una noción utópica y blandengue, sin fundamento real. Sin embargo, en cuestión de semanas, esa negación fácil parecía sabiduría del ayer. El final del enero más cálido del que hay registro trajo consigo una dura lección. Pocos eran conscientes de ello, incluso en el privilegiado Davos. Algunas mentes demasiado ansiosas pueden haber albergado sospechas furtivas. Unos cuantos políticos sin escrúpulos habían utilizado información privilegiada para poner su riqueza personal a buen recaudo ante el peligro de un colapso financiero. Pero la mayoría lo ignoraba o lo negaba. Nadie podía haber predicho el alcance de la profunda conmoción económica y social que estaba a punto de sufrir un mundo desprevenido. Cuando Trump pronunció su elogio de la frontera, Li Wenliang, un joven médico chino, luchaba por su vida en el Hospital Central de Wuhan.10

Menos de un mes antes, Li había alertado al mundo del hecho de que una nueva cepa de coronavirus, desconocida y de inusitada virulencia, estallara en un área de la ciudad ocupada por un mercado de animales. Sus quejas le valieron severas reprensiones. Moriría dos semanas después: una estadística heroica en la alarmante curva exponencial de una pandemia rampante. Li sería la primera de muchas muertes innecesarias y de todo en todo prevenibles, ya que los trabajadores de primera línea perdieron la vida cuidando a los...



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