Kafka | Los hijos | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 152 Seiten

Kafka Los hijos


1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-19680-55-6
Verlag: NOCTURNA
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, 152 Seiten

ISBN: 978-84-19680-55-6
Verlag: NOCTURNA
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Franz Kafka quería reunir las narraciones La condena, El fogonero y La transformación en un único volumen, pero su editor no aceptó pese a que la cohesión temática aportaba otra perspectiva de lectura. Existe en estos textos, decía Kafka, «una relación manifiesta y aún más una secreta, a cuya expresión, mediante su reunión en un libro titulado, por ejemplo, Los hijos, no querría renunciar». El volumen nunca se publicaría en vida del autor, y no fue hasta 1989 que salió a la luz en alemán. La unidad de estos sobrecogedores relatos expone el rechazo que sentía Kafka hacia las figuras autoritarias y dominantes, la angustia ante un futuro incierto y el papel sufriente del hijo con tormentosas consecuencias, tales como la expulsión del hogar o la metamorfosis de uno mismo en la pesadilla de la casa. Así, la presente edición cumple por fin en español la aspiración del gran escritor de Praga.

Franz Kafka nació en Praga en 1883 y estudió Derecho. Su obra, de las más influyentes de la literatura universal y escrita íntegramente en alemán, trata cuestiones como los conflictos paternofiliales, la burocracia, la violencia y la culpa. Autor de las novelas El proceso, El castillo y América (El desaparecido), escribió también la novela corta La transformación y una gran cantidad de cuentos. Dejó una abundante correspondencia y escritos personales, como la Carta al padre y las Cartas a Milena. Tras contraer tuberculosis, murió en un sanatorio de Kierling (Austria) en 1924 y se lo enterró en el Nuevo Cementerio Judío de Praga. Años después, sus tres hermanas serían asesinadas en campos de concentración. Pese que en su testamento Kafka indicó que se destruyera toda su obra inédita, su amigo Max Brod se encargó de publicar póstumamente algunos de los manuscritos, entre ellos El proceso y El castillo.
Kafka Los hijos jetzt bestellen!

Weitere Infos & Material


Presentación

No sería difícil encontrar, a poco que nos pongamos a ello, en la biografía de un gran escritor proyectos literarios que no tuvieron consecución o tentativas frustradas por falta de un azar favorable. El prestigio de la voluntad como incentivo no se compadece siempre con el propósito, y hay ocasiones en que el propósito queda anulado por la inadecuación de una propuesta de libro que, pese a los buenos requerimientos del editor, se aparta del criterio imperante de la editorial.

Cuando la editorial Ernst Rowohlt, por iniciativa de Max Brod, creó la revista Arkadia, de la que no aparecería más que un número, Kurt Wolff, socio de Rowohlt, que más adelante fundaría su propio sello editorial, invitó a Kafka a participar en ella, y es más que probable que, auspiciado por ese estímulo y la contribución de otros elementos menos objetables, escribiera La condena, según sus palabras, «de un tirón durante la noche del 22 al 23, entre las diez de la noche y las seis de la mañana. (…) Solo así es posible escribir, solo con esa cohesión, con total apertura del cuerpo y del alma. La mañana, en la cama. Los ojos cada vez más claros. Muchos sentimientos acarreados mientras escribía: por ejemplo, la alegría de tener algo bello para la Arkadia de Max» (Diarios, 23 de septiembre de 1912).1

En una carta escrita meses después a Felice Bauer, a quien dedicaría el relato, Kafka le confiesa a su novia: «La condena no puede explicarse. A lo mejor te muestro algún día algunos pasajes de mi diario al respecto. La historia está llena de abstracciones, pero sin admitirlas» (Cartas, 545). Los «pasajes» del diario a que se refiere Kafka corresponden a los días 11 y 12 de febrero de 1913, donde, con ocasión de corregir las pruebas de imprenta de La condena, se propone anotar «las correlaciones que se me han vuelto claras en esta historia»; y de ahí se deriva una suerte de «explicación» que, como siempre en Kafka, no agota, sino que más bien convulsiona más netamente las intrincadas insinuaciones del texto: «El desarrollo de la historia muestra cómo, a partir de ese elemento común, el amigo, el padre va emergiendo como antítesis de Georg, fortalecido en ello por otros vínculos menores que también comparten, a saber, su amor y su apego a la madre, el fiel recuerdo que conserva de ella, y la clientela, que, en efecto, originariamente fue ganada para el negocio por el padre. Georg no tiene nada, el padre expulsa con facilidad a su novia, esta solo vive en la historia por la relación que guarda con el amigo, es decir, con el nexo común, y como aún no ha habido boda, no puede entrar en el círculo de consanguinidad trazado en torno al padre y al hijo» (Diarios, 11 de febrero de 1913). Estas líneas delatan aspectos autobiográficos y preceden, de alguna manera, a la redacción de la Carta al padre, escrita en 1919 y enviada al padre a través de su madre, que al parecer se ocupó de que no llegara a su destinatario para no perjudicar a su hijo, aunque no hay certidumbre de que ocurrieran así las cosas.

Lo que sí ocurrió, sin consecuencias prácticas, mientras se preparaba la publicación de Arkadia, fue que Kurt Wolff tuvo noticias de que además de La condena Kafka tenía en borrador dos narraciones más, El fogonero y La transformación, y le sugirió que las diera a la imprenta. Kafka se mostró a medias desconcertado y halagado, y respondió al editor con sinuosa prevención: «No termino de entender de qué manera y en qué sentido pueden suponer estos manuscritos una forma de complacerlo». No obstante, declara que le enviará «ahora mismo, en efecto, el primer capítulo de la novela» (se trata de «El fogonero», primer capítulo de El desaparecido, que Max Brod publicaría póstumamente con el título América), «pues estaba en gran parte pasado en limpio». Más adelante se refiere a La transformación, aún en manuscrito, «pues últimamente todo me ha apartado de la literatura y sus placeres. Sea como fuere, mandaré pasar en limpio también este relato y se lo enviaré cuanto antes. Estas dos piezas y “La condena”, publicada en Arkadia, podrían dar lugar más adelante a un libro bastante pasable, que podría titularse Los hijos» (Cartas, 493).

El término «pasable» es sintomático de la reserva de ponderación que Kafka concedía a sus escritos; una feroz autoexigencia le impedía encontrar en ellos una completa satisfacción. Con excepción del texto de La condena, al que nunca menoscabó con su rigor, como en general cuestionó tantos otros, al recibir los ejemplares de El fogonero anota en su diario: «Mi engreimiento porque me parecía tan bueno El fogonero. Por la noche se lo leí a mis padres, no hay mejor crítico que yo cuando leo en voz alta en presencia de mi padre, que estuvo escuchando de muy mala gana. Muchos pasajes planos junto a profundidades manifiestamente inaccesibles» (Diarios, 24 de mayo de 1913). Sobre La transformación, sin duda una de las narraciones de mayor prestigio, unánimemente considerada una obra cumbre literaria del siglo xx, en varias cartas a su prometida va dándole noticia de su desarrollo: «Tendré que dejar de lado hoy mi pequeña historia, (…) aunque confío que no tenga consecuencias demasiado negativas para la historia, para la que aún necesito tres o cuatro noches. Cuando digo consecuencias demasiado negativas me refiero a que, por desgracia, la historia está ya bastante dañada por mi forma de trabajar. Un relato así debería escribirse en dos sesiones de diez horas cada una, con una sola interrupción a lo sumo, entonces tendría su impulso y su ímpetu naturales, que yo tenía en la cabeza el domingo pasado. Pero no dispongo de dos tandas de diez horas. Así pues, se trata de intentar hacerlo lo mejor posible, dado que la excelencia nos está negada» (Cartas, 313). Kafka escribió La transformación en un lapso de veintiún días, con días vacíos, entre el 17 de noviembre y el 7 de diciembre de 1912. Y al dar por terminado el relato, escribe a Felice Bauer: «Escucha, amor mío: mi pequeña historia está concluida, aunque el final de hoy no me alegra en absoluto, podría haber sido mejor, no cabe la menor duda» (Cartas, 340).

Días después, ante el silencio de Wolff respecto a su propuesta de libro, vuelve Kafka con más tenacidad a tentar al editor en una carta de mayor solvencia que transcribimos entera: «Muchas gracias por su amable carta, estoy plena y muy gustosamente de acuerdo con las condiciones para incluir “El fogonero” en la colección Der Jüngste Tag. Solo tengo una petición que, por cierto, ya expresé en mi última carta. “El fogonero”, “La transformación” (que es un tercio más largo que “El fogonero”) y “La condena” configuran tanto externa como internamente un conjunto; existe entre ellos una relación manifiesta y aún más una secreta, a cuya expresión, mediante su reunión en un libro titulado, por ejemplo, Los hijos, no querría renunciar. ¿Sería posible que “El fogonero”, con independencia de su publicación en Der Jüngste Tag, apareciera en un futuro —que dependería por completo de usted, pero que ruego no sea muy lejano— reunido con los otros dos relatos en un libro específico? ¿Y sería posible incluir la formulación de esta promesa en el actual contrato referido a “El fogonero”? La unidad de los tres relatos me importa no menos que la unidad de cada uno de ellos» (Cartas, 503).

El silencio de Kurt Wolff ante esta segunda petición se extendió hasta el punto de no volver a mencionar el asunto. Sin embargo, tres años después, en 1916, Kafka envió a Wolff el manuscrito de En la colonia penitenciaria para su publicación en la colección Der Jüngste Tag, donde ya se habían publicado La condena y El fogonero, pero el editor no consideró la narración adecuada para Der Jüngste Tag, que significa «El juicio final». Kafka le propuso a Wolff, en una revuelta de la anterior petición, un libro que incluyera La condena, La transformación y En la colonia penitenciaria con el título Castigos. Tampoco en esta ocasión su propósito se vio favorecido por el editor; lo curioso es que no se conserva el manuscrito de En la colonia penitenciaria, que meses después Kafka leería en la galería Hans Goltz de Múnich con enorme conmoción entre el público: tres damas se desmayaron y tuvieron que ser asistidas. El texto finalmente se publicaría en Kurt Wolff Verlag en 1919, pero no volvió a publicarse en vida de su autor.

Así como el volumen Castigos parece fruto de una fugaz impronta, pues Kafka enseguida renunció al proyecto, en la propuesta de Los hijos se aprecia un propósito más determinado que concentraba en los tres relatos la adhesión sufriente del hijo respecto de la familia: en La condena Georg, a pesar de sus deseos de emancipación sexual, se somete a la autoridad del padre, que lo condena a morir ahogado, y en cierto modo esa sentencia es para el hijo un alivio; en El fogonero, Karl es expulsado de la casa familiar por haber sido seducido por una criada y haberla dejado embarazada, y en Nueva York, bajo el dominio de la estatua de la Libertad, que blande una espada en vez de una antorcha, iniciará un peregrinaje por tierras de América en un proceso de redención de su culpa;...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.