E-Book, Spanisch, Band 5, 376 Seiten
Reihe: Saga LUX
L. Armentrout Opposition (Saga LUX 5)
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-16256-33-4
Verlag: Plataforma Neo
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 5, 376 Seiten
Reihe: Saga LUX
            ISBN: 978-84-16256-33-4 
            Verlag: Plataforma Neo
            
 Format: EPUB
    Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Jennifer L. Armentrout vive en Martinsburg, West Virginia. Su sueño de ser escritora empezó en las clases de álgebra, lo que también explica sus malas notas en matemáticas. Actualmente, escribe novelas románticas, de fantasía y de ciencia ficción para jóvenes, y obras de adulto bajo el pseudónimo de J. Lynn.
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CAPÍTULO 1
KATY
Hace tiempo, tenía un plan por si se daba el caso poco probable de que estuviera presente en el fin del mundo. La idea era subir al tejado de mi casa y poner «It’s the End of the World as We Know It (And I Feel Fine)», de R.E.M, tan alto como fuera humanamente posible, pero la vida real rara vez resulta ser tan guay.
Estaba sucediendo, el mundo tal como lo conocíamos estaba terminando, y no me sentía bien ni de coña. Y tampoco guay.
Abrí los ojos y aparté unos centímetros la delgada cortina blanca. Eché un vistazo al exterior, más allá del porche y el jardín vacío, hasta el espeso bosque que rodeaba la cabaña que Luc tenía en los bosques de Coeur d’Alene, una ciudad de Idaho que no podía ni pronunciar ni escribir.
El jardín estaba vacío. No había luces blancas, relucientes y parpadeantes brillando entre los árboles. No había nadie allí. Corrección. No había nada allí. No había pájaros piando ni revoloteando de una rama a otra. No había señales de ninguna criatura de los bosques correteando por ninguna parte. Ni siquiera se oía el zumbido de los insectos. Todo estaba quieto y silencioso, carente de sonido de una forma totalmente espeluznante.
Observé fijamente los árboles, el último lugar donde había visto a Daemon. Un dolor profundo y palpitante se encendió en mi pecho. La noche que nos habíamos quedado dormidos en el sofá parecía haber sucedido años antes, pero tan solo habían pasado cuarenta y ocho horas o así desde que me había despertado con demasiado calor y casi había quedado cegada por la forma verdadera de Daemon. Este no había sido capaz de controlarlo, aunque probablemente no habría cambiado nada si hubiéramos sabido lo que significaba.
Muchísimos de su especie, cientos (si no miles) de Luxen habían venido a la Tierra, y Daemon… se había ido, y sus hermanos también, y nosotros seguíamos en la cabaña.
Noté una presión en el pecho, como si alguien estuviera aplastándome el corazón y los pulmones con unas tenazas. De vez en cuando, la advertencia del sargento Dasher volvía a mí para atormentarme. Realmente pensaba que aquel hombre y todo Dédalo estaban montados en el tren de la demencia con destino al País de los Chiflados, pero habían tenido razón.
Dios, habían tenido tantísima razón…
Los Luxen habían venido, tal como Dédalo había advertido, tal como ellos estaban preparados para que lo hicieran, y Daemon… El dolor palpitó, arrancándome el aire de los pulmones, y cerré los ojos de golpe. No tenía ni idea de por qué se había marchado con ellos, ni de por qué no había visto ni oído nada de él o de su familia. El terror y la confusión que rodeaban su desaparición eran una sombra constante que me atormentaba cada momento que pasaba despierta, e incluso los pocos minutos que había sido capaz de dormir.
¿De qué lado se pondría Daemon? Dasher me había preguntado eso una vez, cuando me mantenían cautiva en el Área 51 (que era muy real), y no podía permitirme creer que ya tuviera la respuesta.
Durante los dos últimos días, más Luxen habían caído del cielo. No dejaban de caer y caer, como un río infinito de estrellas fugaces, y después no quedó…
–Nada.
Abrí los ojos de golpe, y la cortina se deslizó de entre mis dedos y cayó en su lugar con suavidad.
–Sal de mi cabeza.
–No puedo evitarlo –replicó Archer desde el sofá en el que estaba sentado–. Emites tus pensamientos a un volumen tan alto que es como si sintiera la necesidad de irme a una esquina a balancearme y pronunciar el nombre de Daemon una y otra vez.
La irritación me provocó un pinchazo en la piel. No importaba lo mucho que intentara guardarme los pensamientos, preocupaciones y miedos para mí misma; era inútil cuando en la casa había no uno, sino dos orígenes. Su maravillosa habilidad para leer los pensamientos se volvió muy molesta rápidamente.
Así de nuevo la cortina para apartarla y observé los árboles.
–¿Sigue sin haber señales de ningún Luxen?
–Nop. No ha caído a la Tierra ninguna luz brillante en las últimas cinco horas.
Archer sonaba tan cansado como yo. Él tampoco había dormido demasiado. Mientras yo había estado manteniendo un ojo en el exterior, él se había centrado en la tele. Las noticias de todo el mundo habían estado informando sin parar acerca del «fenómeno».
–Algunos de los canales de noticias están intentando decir que ha sido una enorme lluvia de meteoritos.
Resoplé.
–Es inútil que traten de ocultar nada llegados a este punto.
Suspiró con cansancio. Tenía razón.
Lo que había pasado en Las Vegas, lo que habíamos hecho, lo habían grabado y subido a internet en cuestión de horas. En algún momento durante el día siguiente a la destrucción total de Las Vegas borraron todos los vídeos, pero el daño ya estaba hecho. Con lo que había grabado el helicóptero de las noticias antes de que Dédalo lo derribara y lo que habían grabado con sus móviles las personas que se encontraban allí, no había forma de ocultar la verdad. Pero internet era un lugar extraño. Mientras que algunos blogueaban que era el fin de los tiempos, otros adoptaban un enfoque más creativo. Al parecer, hasta habían creado ya un meme.
El meme del alienígena brillante e increíblemente fotogénico.
La imagen era de Daemon recuperando su forma auténtica. Sus facciones humanas estaban tan borrosas que resultaban irreconocibles, pero sabía que era él. Si hubiera estado conmigo para verlo sé que le habría encantado, pero no…
–Para –dijo Archer con amabilidad–. No sabemos qué demonios estará haciendo Daemon o cualquiera de ellos en este momento, ni tampoco por qué. Van a volver.
Aparté la mirada de la ventana, enfrentándome por fin a Archer. Llevaba el pelo, de un castaño arenoso, muy corto, al estilo militar. Era alto y de hombros anchos; parecía alguien capaz de pegar palizas si era necesario, y yo sabía que podía.
Archer podía ser totalmente letal.
Cuando lo conocí en el Área 51, pensaba que era un simple soldado. Hasta que Daemon llegó no descubrimos que se trataba del infiltrado de Luc en Dédalo, y también, al igual que él, un origen, el hijo de un hombre Luxen y una híbrida humana mutada.
Mis dedos se curvaron hacia dentro.
–¿Realmente lo crees? ¿Crees que van a volver?
Sus ojos de amatista fueron rápidamente del televisor a los míos.
–Es lo único que puedo creer en este momento. Es lo único que cualquiera de nosotros puede creer ahora mismo.
No resultaba muy reconfortante.
–Lo siento –añadió, dejando claro que había vuelto a captar mis pensamientos. Señaló el televisor con la cabeza antes de que pudiera enfadarme–. Está pasando algo. ¿Por qué iban a venir tantos Luxen a la Tierra y después permanecer en silencio?
Aquella era la pregunta del año.
–Yo creo que es bastante obvio –dijo una voz desde el pasillo. Me volví mientras Luc entraba en el salón. Alto y delgado, tenía el pelo castaño recogido en una coleta en la nuca. Era más joven que nosotros, tendría unos catorce o quince años, pero era como el líder adolescente de un grupo mafioso y, a veces, daba más miedo que Archer–. Y sabes exactamente de qué estoy hablando –añadió, mirando al origen mayor.
Mientras Archer y Luc se enzarzaban en una batalla de miradas, algo que habían estado haciendo mucho durante los dos últimos días, yo me senté en el brazo de un sillón junto a la ventana.
–¿Os importaría explicarlo en voz alta?
Luc tenía cierta cualidad infantil en su hermoso rostro, como si todavía no hubiera perdido la redondez de la infancia, pero había una sabiduría en sus ojos púrpura que iba más allá de un puñado de años.
Se reclinó contra el marco de la puerta y cruzó los brazos.
–Están planeando. Haciendo estrategias. Esperando.
Aquello no sonaba bien, pero no me sorprendió. Comenzaba a notar un dolor entre las sienes. Archer no dijo nada y siguió viendo la tele.
–¿Por qué si no iban a venir aquí? –continuó Luc, inclinando la cabeza para echar un vistazo a la ventana cubierta por la cortina que había a mi lado–. Estoy seguro de que no es para dar la mano a la gente y besar las mejillas de los bebés. Han venido por una razón, y no es buena.
–Dédalo siempre dijo que nos invadirían. –Archer se reclinó hacia atrás y se rodeó las rodillas con las manos–. Todo el Proyecto Origen fue una respuesta a esa preocupación. Después de todo, los Luxen nunca se han llevado bien con otras formas de vida inteligentes. Pero ¿por qué ahora?
Hice una mueca de dolor y me froté las sienes. No había creído al doctor Roth cuando me contó que los Luxen eran la verdadera razón de la guerra entre ellos y los Arum, una guerra que había destruido los planetas de ambas especies. Y pensaba que el sargento Dasher y Nancy Husher, la zorra a cargo de Dédalo, eran unos fanáticos chiflados.
Me equivocaba.
Y Daemon también.
Luc arqueó una ceja y soltó una risa seca.
–Ah, no lo sé, a lo mejor tiene algo que ver con el espectáculo tan público que montamos en Las Vegas. Sabemos que había infiltrados aquí, Luxen que no sienten tanta simpatía por los humanos. No se me ocurre cómo han podido comunicarse con los Luxen fuera de este planeta, pero ¿qué importancia tiene eso...





