López | Algo más que sexo: Invierno | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 2, 432 Seiten

Reihe: Algo más que sexo

López Algo más que sexo: Invierno


1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-1182-453-8
Verlag: Ediciones SM España
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, Band 2, 432 Seiten

Reihe: Algo más que sexo

ISBN: 978-84-1182-453-8
Verlag: Ediciones SM España
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Una nueva estación. Tres líos vitales. Bastantes amigos, mil meteduras de pata y un millón de comeduras de tarro. La vida de Leyre, Fran y Natalia está llena de alegrías, tristezas y cosas que no se sabe lo que son. Igual que la tuya.

Nando López (Barcelona, 1977) es doctor cum laude en Filología Hispánica, novelista y dramaturgo y ha sido durante años profesor de Lengua y Literatura de Secundaria y Bachillerato. Desde joven se sintió atraído por el teatro, y en sus años universitarios participó en montajes como autor y como director, llegando a crear su propia compañía teatral con la que estrenó sus primeros textos. Con el tiempo, ha sabido conjugar su pasión por la literatura, el teatro y la enseñanza. Autor de relatos y de varias novelas, le llegó el éxito con La edad de la ira , finalista del Premio Nadal 2010, texto que adaptó más tarde a lenguaje teatral y que recorrió los escenarios españoles. Como autor de literatura infantil, ha sabido acercar el teatro a los más pequeños con títulos como La foto de los 10000 me gusta en la colección El Barco de Vapor. En los textos de sus novelas juveniles le gusta tratar temas como la inclusión, la homosexualidad, el acoso escolar y el impacto de las nuevas tecnologías, como muestra En las redes del miedo . Como autor para adultos ha publicado, entre otros títulos, Hasta nunca, Peter Pan o El sonido de los cuerpos . Una faceta que combina con el teatro y la no ficción con libros humorísticos sobre la realidad educativa muy populares entre la comunidad docente, como En casa me lo sabía o Dilo en voz alta y nos reímos todos . En la actualidad, combina la creación literaria con numerosos encuentros con lectores en colegios e institutos de toda España.
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6


En su cabeza había muchas formas de acabar el año, pero esta no se parece a ninguna de ellas.

No tiene nada que ver con las que imaginó hace solo doce meses, en ese otro enero que aún quedaba lejos de su beca y de la suerte de conocer a Lena.

Si entonces le hubieran preguntado cómo iba a ser la noche de hoy, habría dicho que como siempre: en su cuarto, refugiándose del bullicio de la cena familiar y chateando un rato con Ellis desde la cama, antes de ponerse una peli con la que quedarse dormido.

Pero tampoco se parece del todo a lo que había imaginado después de que las galaxias de Lena, Bryan y Oliver impactaran con la suya.

Aunque, al menos, sí que haya unas cuantas coincidencias:

En su fantasía:

En la realidad:

Estaban los cuatro en una fiesta

Están en una fiesta

Iban a un local guay

Sí, aunque es de los padres de Alonso (y eso la hace menos guay)

Lo pasaban genial

Llevan de risas toda la noche

Había muy buen rollo

Lo hay: «fluir» funciona

Él aclaraba por fin sus ideas

Ni ha pasado ni, después de esta noche, parece probable que suceda

Fran confiaba en que estar los cuatro juntos otra vez no solo ayudase a acabar con los recelos que aún pudieran quedarles, sino que también sería un buen modo de decidir si sentía algo:

a. por Bryan

b. por Oliver

c. por los dos, o

d. por ninguno.

(Que haya nada más y nada menos que cuatro respuestas posibles para la misma pregunta no facilita las cosas, sobre todo a quienes, como es su caso, se les dan fatal los exámenes tipo test).

Desde cuándo soy Hamlet, Yahoo respuestas.

Solo le falta la calavera e ir declamando un «ser o no ser» –reconvertido en un «arriesgar o no arriesgar»– que lo lleva a reírse de sí mismo y de su patetismo.

Sus hermanas lo regañarían si lo oyesen hablar así, pero ellas no están en su cabeza, ni mucho menos en su cuerpo. Ellas no saben cómo es sentirse mirado en esos entornos donde la atención que reciben chicos como Oliver, Alonso o incluso Bryan -pese a no compartir vigorexia con los otros dos- es muy distinta a la que le toca a él.

Sus hermanas lo quieren, sí. Y se empeñan en demostrárselo con frases de autoayuda que quedarían muy bien en una taza, pero que a él no le sirven para sentirse mejor cuando nota que alguien hace un gesto de desaprobación ante su aspecto. Un gesto que puede ser un simple arqueo de ceja, un chasquido de lengua o incluso un condescendiente movimiento de cabeza que, en su familia, ha llegado a ir acompañado de subtítulos.

Si te cuidaras un poco más...

La última vez que ha escuchado esa frase ha sido esta misma semana. En la comida del día de Navidad y en boca de su tía Sonia, que, en un acto de paradoja radical, es capaz de obligar a todo el mundo a comer un dulce de la bandeja navideña con la que los atormenta cada año y, al mismo tiempo, recriminarles que se lo estén comiendo.

Si te cuidaras más, Fran...

Le encantaría decirle un par de cosas a quien convirtió «cuidarse» en sinónimo de machacarse en el gimnasio. Como si el cuidado se pudiera medir por el número de flexiones y dominadas.

Y él ya se cuida.

Se cuida leyendo.

Se cuida dibujando.

Se cuida intentando quererse, a pesar de que las miradas ajenas –gracias, tía Sonia– no se lo pongan fácil.

En noches como esta se pregunta si sus dudas tienen que ver con que es un chico inseguro o con que su cuerpo, ese que no encaja en las revistas de fitness ni en los instas de cientos de miles de seguidores, es la raíz última de esa inseguridad.

Preferiría gustarse más.

Preferiría mirarse sin pensar en todo lo que cambiaría si le dejaran.

No pensar en el rechazo antes que en el abrazo.

Y eso, a pesar de todo, le sigue ocurriendo.

Aunque Bryan le dejara claro que sí quería algo con él.

Aunque con el Oliver pre-Alonso estuviera a punto de ocurrir.

Es como si todos esos pasos previos hubieran desaparecido y ahora tocara empezar de nuevo.

Aprender a fluir.

Así que, para que Hamlet no le arruine la noche, opta por olvidarse de cualquier pregunta que tenga que ver con el deseo. O con la atracción. O con lo que sea lo que le altera cuando Bryan y Oliver están a su alrededor.

En vez de eso, se deja llevar por la risa, por la música y por los chistes malos de Lena que, sorpresa, hoy también ha venido sin Clau.

–Está con sus padres fuera –les explica mientras se tiran en un par de sofás que hay en uno de los extremos del local.

–¿Fuera dónde?

–En Londres. O en París. No sé... Lejos. Pero vamos, lejos también lo está cuando no se va a ninguna parte.

–¿Hola? –se sorprende Oliver–. ¿Lena hablando por fin el idioma de la verdad?

–Las cervezas ayudan... –se ríe ella.

Fran piensa que sí, que lo mismo han sido muchas. Incluso demasiadas. O quizá sea cosa suya; quizá es que, como él apenas bebe, le resulta imposible no verlo todo demasiado nítido. Como si lo que al resto les resulta divertido e incluso luminoso a él se le volviese borroso y, en ocasiones, turbio.

Oliver y Bryan también se ríen.

Les hace gracia el desparpajo con el que Lena habla hoy sobre Clau.

Fran, sin embargo, duda (de nuevo).

Hamlet, sal de mí.

Duda que mañana, cuando llegue la resaca y -unas botellas de agua después- la lucidez, Lena no se arrepienta de haber sido demasiado dura con Clau. Y hasta consigo misma.

Pero da igual. Lo que él piense da igual.

Porque ella sigue hablando.

–Estoy harta, chicos. Y he decidido que ya está. Que se ha terminado. Es más... –busca su móvil y, al sacarlo, se le cae al suelo–. Mierda...

–Lo mismo te viene bien esperar a mañana –sugiere Fran.

–Para qué... –Lena vuelve a reírse y les enseña la pantalla rajada, pero todavía activa-. ¿Lo veis? Mejor le escribo ahora, no vaya a ser que mañana esto haya muerto para siempre.

A Fran no le queda claro si con el «esto» se refiere al teléfono o a su relación.

–¿Y si te arrepientes?

–Mejor arrepentirse de haber hecho algo que de no hacerlo, ¿no? –opina Oliver mirando con intención a Fran, como si quisiera hablar de ese beso que no fue y que ahora sería un motivo jugoso de arrepentimiento.

–Solo le voy a dejar un mensaje... No, un audio... Eso, mejor un audio. Un audio no le puede hacer daño a nadie.

–¿Cómo que no? –se atreve a intervenir Alonso, que no deja de sobar a Oliver marcando territorio–. Hay audios más letales que una bomba.

–Ya, bueno, pero es que yo no le voy a soltar una bomba. Le voy a decir... Pues no sé, pues cosas que Clau ya sabe.

–Lena, a lo mejor Fran tiene razón: ahora estamos un poco... –Bryan intenta hacer un gesto divertido para aludir a que han bebido demasiado, pero pierde el control y acaba por caerse del sofá, provocando las risas del resto y hasta la suya propia.

–Que no, que ahora es cuando se lo tengo que decir... Si me lo guardo hasta mañana, volveremos a lo de siempre. A su rollo de que hay que esperar, o de que en su casa no es fácil, o a cualquiera de las excusas con las que lleva escondiéndome desde que empezamos a salir.

–Si es lo que necesitas, adelante –la anima Oliver, a pesar de las dudas de Bryan y Fran.

Sin siquiera alejarse en busca de intimidad, Lena graba su audio para Clau allí mismo, echada en el sofá donde el resto guardan silencio para que sus voces no se cuelen en el mensaje.

Feliz año, ¿no?

Que ya me podías haber escrito tú a mí primero.

Bueno, a ver, que no era eso lo que quería decirte, Clau.

O sí, jajajaja.

Sí, sí, feliz año sí que quería decírtelo.

Lo que pasa es...

Perdona, que tengo aquí a mucha gente alrededor y me pongo nerviosa.

Shhhh... Venga, va, callaos todos.

¿No los oyes?

No, claro, porque no están hablando.

Lo que esperan es que te hable yo.

Y les da algo de miedo.

Creen que, si te digo lo que pienso, luego me voy a sentir fatal.

Pero es que ya me siento fatal, Clau.

Yo ya estoy en la mierda.

Y estoy en la mierda contigo, que es todavía peor.

Porque así no es como tendría que ser.

Y mañana, si quieres, me dices que lo hablemos.

Pero a lo mejor no...



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