López | Algo más que sexo: Otoño | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, Band 1, 464 Seiten

Reihe: Algo más que sexo

López Algo más que sexo: Otoño


1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-1182-426-2
Verlag: Ediciones SM España
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, Band 1, 464 Seiten

Reihe: Algo más que sexo

ISBN: 978-84-1182-426-2
Verlag: Ediciones SM España
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



La trilogía #Más que sexo# cuenta la historia de Leyre, Fran y Nagore, tres hermanos muy diferentes. Leyre y Fran son mellizos, y están a punto de terminar el bachillerato. Nagore es casi dos años menor y acaba de terminar la ESO. Los tres libros de la serie, ambientados en distintas estaciones, siguen sus peripecias amorosas y sentimentales en una trama tan cómica, triste, liosa y auténtica como la realidad que nos rodea.

Nando López (Barcelona, 1977) es doctor cum laude en Filología Hispánica, novelista y dramaturgo y ha sido durante años profesor de Lengua y Literatura de Secundaria y Bachillerato. Desde joven se sintió atraído por el teatro, y en sus años universitarios participó en montajes como autor y como director, llegando a crear su propia compañía teatral con la que estrenó sus primeros textos. Con el tiempo, ha sabido conjugar su pasión por la literatura, el teatro y la enseñanza. Autor de relatos y de varias novelas, le llegó el éxito con La edad de la ira , finalista del Premio Nadal 2010, texto que adaptó más tarde a lenguaje teatral y que recorrió los escenarios españoles. Como autor de literatura infantil, ha sabido acercar el teatro a los más pequeños con títulos como La foto de los 10000 me gusta en la colección El Barco de Vapor. En los textos de sus novelas juveniles le gusta tratar temas como la inclusión, la homosexualidad, el acoso escolar y el impacto de las nuevas tecnologías, como muestra En las redes del miedo . Como autor para adultos ha publicado, entre otros títulos, Hasta nunca, Peter Pan o El sonido de los cuerpos . Una faceta que combina con el teatro y la no ficción con libros humorísticos sobre la realidad educativa muy populares entre la comunidad docente, como En casa me lo sabía o Dilo en voz alta y nos reímos todos . En la actualidad, combina la creación literaria con numerosos encuentros con lectores en colegios e institutos de toda España.
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7


-Ese no te quita ojo -le susurra Álex, sacándola de su ensimismamiento-. A las cuatro en punto.

-No seas petardo, anda. Que sabes que con lo de las horas no encuentro nunca nada.

-Junto a la puerta.

-Ahora sí.

Leyre aparta la mirada del rincón en el que, desde hace dos canciones, Jonás y Lola se comen la boca -vorazmente, puntualizaría en su podcast- y fija su mirada en el chico que la observa con descaro mientras finge reírse con sus amigos.

No duda que sus colegas puedan haber dicho algo ingenioso, pero sí que él haya podido enterarse, porque es obvio que, como le ha advertido Álex, no les presta atención. Toda su atención está puesta en ella, en dejarle ver que le ha interesado y que, en medio del mercado en el que Leyre siente que a veces se convierten las noches, la ha escogido.

Qué honor.

Resopla aburrida, como si quisiera disuadir a ese chico al que no sabe si tiene ganas de conocer, pero su gesto no causa el efecto previsto y él, en vez de desistir, se acerca.

-Uno: nunca hago esto. Dos: no sé por qué estoy haciendo esto. Tres: si te raya o te molesta que lo haga, me lo dices y dejo de hacerlo.

-¿Esa es tu entrada siempre?

-¿Cómo?

-Que si te llevó más tiempo escribirla o memorizarla.

-Vale, ya lo pillo -asiente él casi sin atreverse a mirarla-. Opción tres: te raya.

Se gira dispuesto a emprender la retirada y Leyre, por un segundo, se arrepiente de haber sido tan brusca.

Busca con la mirada a Álex, que se encoge de hombros, incapaz de discernir si lo que acaban de vivir ha sido una actuación ensayada o un ejercicio de improvisación sin red.

-No me raya -lo detiene, aún sin saber si se arrepentirá-. Pero todo el mundo tiene una frase de entrada.

-Yo no -sonríe él con timidez-. Y si la tuviera, no daría tanta pena como esa.

-No da pena, solo descoloca -se anima a opinar Álex.

-Vaya -el chico vuelve a encogerse, como si quisiera volverse invisible a fuerza de hacerse más pequeño-. No sabía que iba a recibir puntuaciones.

-Ten points, cariño -se ríe Álex, pero, antes de que le responda, se interrumpe al reconocer la canción que ha empezado a sonar-. Lo siento, este temazo me llama.

Se pierde en la pista moviéndose al ritmo de los primeros acordes del Desire de Calvin Harris y Sam Smith, y rápidamente se incorpora a un grupo de amigos a los que acaba de reconocer y que bailan la canción con idéntico entusiasmo. Leyre lo mira entre la alegría y la preocupación.

Se alegra porque le encanta cómo brilla el Álex divertido y fiestero. El Álex que, desde que le dijo a los trece que era gay, no escatima en maquillaje ni en purpurina cuando la noche lo requiere. El Álex que sabe saltar de grupo en grupo y que jamás oculta su pluma, a pesar de que eso le haya provocado más de una situación incómoda e incluso violenta.

Si escondo la pluma, ¿cómo se supone que voy a volar?, le dijo un día en que ella, que todavía no había empezado con su podcast ni con sus lecturas de Butler, Evaristo y Despentes, le preguntó si no sería mejor que fuera más discreto. En su defensa, Leyre hoy diría que cuando soltó esa burrada homófoba solo tenían trece años y medio. Y que con trece años y medio es difícil entender que no tienes que protegerte de la violencia que ejercen contra ti, sino exigir que esa violencia no se produzca.

Pero, junto a la alegría por ese Álex, está la inquietud por el Álex que calla, el Álex que oculta, el Álex que aprendió que la purpurina también era muy práctica para ocultar heridas. Y hoy no deja de preguntarse por lo que hay debajo de ese modo fiesta del que su amigo no para de hablar y en el que ella intuye, por lo menos, una conversación pendiente.

-Me llamo Marc -el desconocido de la presentación teatral reclama de nuevo su atención.

-Leyre.

-¿Seguro?

-Bastante, sí -se ríe ella, desconcertada.

-¿Seguro que no te llamas Simone?

[Inciso necesario:

Vale, sí, hoy no lo haría.

¿Y?

Entonces le pareció la caña.

Pero es que los orígenes de su podcast se remontan a su 15 cumpleaños. Y con quince es comprensible que creyera que hacerle un homenaje a Simone de Beauvoir en su nombre de guerra era una idea estupenda. Y original.

Luego se dio cuenta de que había mucha más gente que había tenido esa misma idea. Pero ella ya había creado sus cuentas en redes y usado el mismo nick en todas ellas:

@who_is_simone

Podía haberlo cambiado, sí.

Eso también lo sabe.

Porque la idea del podcast surgió mucho antes de que realmente se pusiera con ello.

Y al principio ni siquiera era como ahora.

No hablaba mucho de sexo, porque el sexo era algo que aún no había pasado en su vida.

Pero, cuando empezó a pasar y tuvo cosas que contar, ya era tarde para cambiar de nick.

Así que sigue siendo @who_is_simone.

Aunque haga chistes sobre ello en más de un programa.

Porque ha descubierto que el mejor modo de defenderse de sí misma es la risa.

En realidad, es el mejor modo de casi todo.

Fin del inciso necesario].

-No me digas que...

-Te he reconocido por la voz -le confiesa él-. Lo escucho siempre.

-Pero si apenas me has dejado decir nada...

-Con lo que has dicho, suficiente. Tu voz es peculiar.

-¿Y eso es bueno o malo?

-Muy bueno, ¿no? Ser olvidable es como no ser. Y ahí entra demasiada gente.

-¿Y tú y yo no somos parte de esa gente?

-A lo mejor sí, pero nos esforzamos por no serlo.

-Ahora sí lo entiendo.

-¿El qué?

-Lo de tu frase.

-Que no es una frase. Bueno, sí, pero no en ese sentido.

-¿En qué sentido?

-¿Me va a tocar alguna pregunta fácil, o voy pidiendo el comodín del público?

Los dos se ríen y Leyre lo mira intrigada. ¿De dónde ha salido ese tipo y por qué le divierte hablar con él?

-No conozco muchos tíos que escuchen mi podcast. Bueno, ni tampoco muchas tías, la verdad.

-Ya lo harán. A mí me gusta lo que dices. Pero también lo que no dices.

-¿Los silencios?

-Los interrogantes.

-¿Como cuáles?

-Como saber cuáles son las señales para saber si le gustas a alguien.

-Piensa en las que usas tú. Si te molestas en escuchar, el no y el sí son evidentes.

-Pues estaré atento... Por si acaso.

La mira a los ojos antes de llevarse la copa a la boca y apurar lo que le queda de un trago. Sin embargo, su pose de autoconfianza se viene abajo en cuanto empieza a toser y tiene que buscar un rincón en la barra para dejar el vaso.

-¿Estás bien?

Él, aún sin poder hablar, asiente.

-Lo mismo te has pasado de velocidad.

Marc la mira frunciendo el ceño, incapaz de determinar si el comentario de Leyre/Simone va con segundas.

-En mi cabeza sonaba diferente -dice por fin-. Me daba la vuelta en plan misterioso, me iba al otro extremo de la pista y esperaba a que tú decidieras venir.

-¿Y si decidía no ir?

-Por lo menos te habría saludado. Y luego me pondría superintenso cada vez que escuchara tu podcast. Soy muy Jane Austen.

Mal.

Está todo mal.

Fatal.

Álex perdido en la pista, bailando en algún lugar donde Leyre ya no alcanza a verlo.

Jonás saliendo con Lola a toda prisa y sin siquiera despedirse, seguramente en busca de algún lugar donde continuar con la sesión erótica apenas empezada en el Pink.

Y ella delante de un tío que no deja de descolocarla y que, además, utiliza referencias que le ponen. Porque los tíos que manejan referencias la excitan mucho. Igual que los que tienen unos ojos tan profundos como los que, ahora que se fija, tiene...



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