Manzano / Noel / Sánchez | Slow Philosophy | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 200 Seiten

Manzano / Noel / Sánchez Slow Philosophy

Pasado. Presente. Futuro
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-617-8560-5
Verlag: Editorial Bubok Publishing
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

Pasado. Presente. Futuro

E-Book, Spanisch, 200 Seiten

ISBN: 978-84-617-8560-5
Verlag: Editorial Bubok Publishing
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Slow Philosophy no es solo un libro teórico que explica un nuevo estilo de vida, sino que va un paso más allá y nos ofrece una manera distinta de ver las cosas, permitiéndonos así apreciar detalles que siempre habíamos pasado por alto pero que tienen y tendrán un enorme impacto tanto en nosotros como en aquellos que nos rodean. Antes o después, todos pasamos por un punto en la vida en el que nos damos cuenta de que estamos inmersos en una espiral, que nosotros mismos hemos creado, de la cual no podemos salir. Solemos decir que nos va bien, o que ciertas cosas malas que nos suceden son inevitables y hay que afrontarlas como mejor se pueda. Ahora bien, ¿realmente es esto lo que sentimos, o estamos intentando convencernos de que todo va bien, cuando en realidad deseamos con todas nuestras fuerzas cambiar la inercia en la que vivimos? Una vez dentro, es muy difícil salir de esta espiral. Todos los pilares de nuestra vida giran en torno a ella, y pese a que nos propongamos cambiar ciertas cosas, el ritmo vertiginoso con el que vivimos hoy en día nos acaba arrastrando de nuevo hacia ella. De nada vale intentar cambiar algo que llevamos años, o incluso generaciones, haciendo, sin antes saber de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde queremos orientar nuestra vida y la de los nuestros. Slow Philosophy nos muestra cómo aprovechar el conocimiento y la sabiduría de nuestros antepasados y complementarlo con los avances de los que disponemos actualmente, para de este modo llegar a darnos cuenta de lo que realmente somos y queremos. Esto nos permitirá escoger aquel camino que nos garantice una base de vida sólida y estable, tanto para nosotros como para las futuras generaciones.

Manzano / Noel / Sánchez Slow Philosophy jetzt bestellen!

Weitere Infos & Material


Prólogo


Año 2000, 6 a. m. El apocalipsis de mi antiguo mundo. Mientras el mundo se preparaba para su fin, yo, por el contrario, empezaba a descubrir qué significado tenía este para mí.

Aquella mañana abrí los ojos sin que mamá me forzara a salir de la cama, tal y como hacía de costumbre. Esto no era buena señal.

Años más tarde, un empresario rumano me dijo que en el mundo de los negocios hay dos tipos de personas: aquellos a los que les encanta dormir bien (seguidores) y aquellos que quieren comer bien (líderes). En mi caso existe una paradoja, ya que soy una líder innata a quien le gusta dormir bien.

Año 1990. De vuelta a la niñez.

Desde niña, mi actividad cerebral siempre fue al menos el doble de la de otros niños de mi edad, ya que en lugar de jugar con ellos, dedicaba mi tiempo libre a estudiar lenguas extranjeras y escribir poesía en rumano. Debo decir que soy hija de una profesora de francés y ruso muy inteligente.

La primera lectura de mi vida fue un libro en francés titulado La petite Marie fait sa poésie (en lugar de haberlo hecho en rumano, mi lengua materna).

Tuve que asegurarme de seguir siempre el ritmo de mamá; ella decía que ya dormiríamos cuando estuviéramos muertas.

Antes de continuar quiero dejar algo claro: amo a mi madre, pero fue más una entrenadora despótica que una madre. Me educó sola, y eso hizo que yo tuviera que mantener su ritmo. Es la persona más de fiar y responsable que haya conocido jamás, y le doy las gracias por ser la artífice de aquello en lo que me he convertido y por todos los momentos, buenos y malos, que hemos vivido juntas.

Dos líderes bajo el mismo techo no es ninguna perita en dulce, especialmente cuando las decisiones finales dependen siempre de la dueña de la casa. ¡Es una guerrera!

Volviendo a las 6 a. m. del año 2000.

Yo tenía 14 años, estaba en secundaria y soñaba con sacar matrícula de honor en las evaluaciones de verano, que estaban a la vuelta de la esquina.

¿Sabéis que también soy una maniática del control? Pues el apocalipsis no se hizo esperar. Dejé de tener el control, y en mi cabeza, mi vida terminó esa misma mañana. De lo único que me daba cuenta era de que no sentía nada. Y nada es absolutamente nada, salvo una sensación extraña de un cuerpo encarcelado, como si los músculos estuvieran impidiéndome hacer cualquier movimiento. Incluso me resultaba difícil respirar; parecía que cargaba con un cuerpo de quinientos kilos dentro de uno de cincuenta. Los médicos me diagnosticaron una parálisis de segundo grado.

Dos días más tarde, 8 a. m.

Mi madre me llevó a un fisioterapeuta que me dio esperanzas de poder moverme de nuevo, aunque no me aseguraba la recuperación de la sensibilidad (una buena forma de saber si esta volvía era comprobar la temperatura del agua de la ducha sobre mi cara).

Un mes y medio más tarde empecé a moverme, y tras otros seis meses, volví a sentir mi cuerpo. Soy muy afortunada por tener una madre tan testaruda, ya que no aceptó el diagnóstico de los médicos como algo que encajara después de todo el dinero y el esfuerzo invertido en la educación de una niña que se quedaba sin futuro a la edad de 14 años. Creo que ella debe de tener raíces judías, ya que las madres judías siempre empujan a sus hijos a ser los mejores y no aceptan un no por respuesta.

13 de abril, 6 a. m.

Un día después de mi decimoctavo cumpleaños. El día anterior, por primera vez en mi vida, mi madre me dejó celebrar una fiesta de cumpleaños en casa. Yo había invitado a once compañeros de clase, pero solo vino una persona: Iana, mi mejor amiga. Éramos las dos mejores estudiantes del colegio (ella ocupaba el primer puesto).

Durante años me dijeron que demostrar tus emociones era síntoma de ser estúpido. Pero aquel día, las emociones que había aprendido a reprimir durante toda mi vida florecieron de la manera más inesperada. Parecía que el síndrome de parálisis se había desvanecido. Estaba muy feliz.

Sin embargo, esta alegría duró poco tiempo, pues justo antes de los exámenes finales del instituto tuve una recaída, esta vez, una parálisis del cuello para arriba. A decir verdad, no sabía qué era peor en aquel momento, si estar paralizada pero poder pensar y hablar, o moverme pero ser un vegetal, ya que mi cerebro estaba difuso y esto me provocaba no poder levantarme de la cama.

Por suerte, me encantaba reírme de mí misma e intentaba tratar cualquier tema con alegría. Esta situación no era nueva para mí, simplemente había cambiado la zona afectada.

Fue en ese preciso momento cuando me di cuenta de la importancia que tiene el cerebro en el cuerpo. Los seres humanos somos racionales, y gracias a la razón tenemos la posibilidad de elegir y tomar decisiones. Nacemos con el don de la libertad de elección, y la falta de claridad nos arrastra a una prisión de la cual es muy complicado salir.

La solución para recuperarme de aquel estado fue acudir a un médico holístico que utilizó la homeopatía para limpiar mi cuerpo. Siendo en aquel momento la anatomía y la genética mis asignaturas preferidas en el colegio, empecé a analizar lo que me había ocurrido y a buscar el motivo por el cual habían vuelto los síntomas cuatro años después. Tras aquel episodio empecé a hacerme dos preguntas:

¿Por qué experimenté una parálisis antes de mis exámenes finales en el colegio? ¿Cómo logró la fisioterapia curar mi disfuncionalidad muscular?

¿Por qué tuve problemas cerebrales antes de mis exámenes finales en el instituto? ¿Cómo logró la limpieza de cuerpo que hice devolverme a mi sano juicio y la funcionalidad de los veinte principales músculos faciales?

Las respuestas eran sencillas: nunca había practicado deporte en serio (excepto cuatro años de baile profesional durante primaria) hasta que cumplí los diecisiete años. No tenía masa muscular. ¿Qué fue entonces lo que me ayudó a recuperarme? Por casualidad, mi fisioterapeuta era el director de la Escuela Nacional de Atletismo y me recetó una serie de ejercicios para hacer en casa y acelerar así la recuperación. ¿Qué hice? Empecé como una loca a hacer deporte todos los días sin falta a las seis de la mañana antes de ir al colegio.

A pesar de la comida ligera y sabrosa de mi madre, la cocina rumana implica un gran consumo de carne y no se bebe prácticamente agua; esto provocó que tuviera grandes problemas gastrointestinales desde niña. Lo que me salvó de aquella situación fue aprender una práctica de limpieza de cuerpo-alma en la que se ayunaba (tomando únicamente agua sin gas) o se seguía una dieta vegana. En la actualidad, muchos médicos emplean esta técnica para curar muchas de las enfermedades gastrointestinales que existen; sin duda, hay prácticas parecidas en todas las culturas y religiones. En mi caso, con la oración (otras prácticas podrían ser la meditación o la interiorización), el ayuno y la ingestión de agua sin gas, mi cuerpo mejoró su inmunidad y recuperó fuerzas, obviamente empezando por el aparato digestivo, que es el núcleo de nuestro sistema inmune.

Toda la vida me ha estresado el pensar que podría decepcionar a mamá (era profesora y todos la conocían en su sector). Las metas que yo misma me marcaba eran muy altas y lo siguen siendo a día de hoy, independientemente de mi edad. Incluso habiendo estudiado sin parar, me ponía histérica cuando llegaban los exámenes, lo cual era un motivo técnicamente absurdo, pero lo suficientemente intenso como para que mi memoria se quedara en blanco en determinadas pruebas.

Fue entonces cuando apareció en mi mente la fórmula del desastre (adoro las Matemáticas, y por lo tanto, todos mis pensamientos tienden a convertirse en ecuaciones lógicas):

Mala nutrición + Falta de ejercicio + Estrés = Enfermedad / Muerte

Tras aquella conclusión, y durante los siguientes siete años, me reté a hacer ejercicio todos los días y seguí una dieta que había conocido, comiendo lo menos posible la comida rápida que ofrecían en la universidad. Mi nivel de energía era fantástico y todos mis amigos me preguntaban qué tipo de drogas estaba tomando para poder tener tanta vitalidad. “Todo gracias al estilo de vida slow”, les decía.

Y así fue mi vida hasta que empecé a trabajar a jornada completa en la industria hotelera, en la cual me había especializado durante mis años de universidad y dominaba a la perfección.

En comparación con otras, esta industria se caracteriza por dos elementos particulares (además de ser rápida y volátil): el horario de trabajo, con turnos que pueden variar de un día a otro (un mínimo de cuatro turnos por día) y el estrés constante, debido a las reiteradas peticiones de los clientes. Como colofón, el descanso para comer en un turno de 12 horas solía ser de entre 10 y 15 minutos, a veces, incluso era inexistente. En poco tiempo, esta nueva vida se transformó en una vía rápida hacia el desastre.

Agosto de 2011, veinticinco años de edad.

Tras dos años de locura hotelera volví al hospital, esta vez con pérdida de visión y parálisis de algunos músculos faciales. Por suerte, gracias al estilo de vida slow que mi cuerpo había llevado, aún estaba en buena forma física, y la recuperación fue más o menos llevadera. Pero tras aquella nueva recaída aguardaba una mala noticia; el día que fui a visitar al oftalmólogo del hospital para que me pusiera gafas, este me derivó al neurólogo, quien me descubrió una enfermedad...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.