Mariátegui y Martín | Obras | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 71, 216 Seiten

Reihe: Pensamiento

Mariátegui y Martín Obras


1. Auflage 2013
ISBN: 978-84-9007-575-3
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 71, 216 Seiten

Reihe: Pensamiento

ISBN: 978-84-9007-575-3
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En este volumen de las Obras de José Carlos Mariátegui, el autor alerta sobre la necesidad de un arte nuevo -acorde con el futuro revolucionario que despunta- no limitado a simples exploraciones y conquistas formales, ni a describir la realidad mediante los parámetros de la estética realista. La obra de Mariátegui es una defensa apasionada de las vanguardias artísticas y muy especialmente del surrealismo o suprarrealismo. En este alegato se desprende una de sus concepciones más profundas sobre lo literario: su capacidad para revelar los aspectos escondidos o usurpados de la realidad. La verdad literaria es ofrecer una nueva lectura de la realidad, librándose del bastión de la burguesía que no quiere que nadie cuestione su modo de representar el mundo. 'La calle, ese personaje anónimo y tentacular que la Torre de Marfil y sus macilentos hierofantes ignoran y desdeñan. La calle, o sea, el vulgo; o sea, la muchedumbre. La calle, cauce proceloso de la vida, del dolor, del placer, del bien y del mal.'

José Carlos Mariátegui nació en La Chira (Moquegua) el 14 de junio de 1894 y murió en Lima el 16 de abril de 1930. 'Aunque soy un escritor muy poco autobiográfico, le daré yo mismo algunos datos sumarios. Nací el 95. A los 14 años entré de alcanza-rejones en periódico. hasta 1919 trabajé en el diarismo, primero en 'La Prensa', luego en 'El Tiempo', finalmente en 'La Razón'. En este último diario patrocinamos la reforma universitaria. Desde 1918, nauseado de política criolla me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo. De fines de 1919 a mediados de 1923 viajé por Europa. Residí más de dos años en Italia. donde desposé una mujer y algunas ideas. Anduve por Francia, Alemania, Austria y otros países. Mi mujer y mi hijo me impidieron llegar a Rusia. Desde Europa me concerté con algunos peruanos para la acción socialista. Mis artículos de esa época señalan estas estaciones de mi orientación socialista. A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista. En 1924 estuve, como ya lo he contado, a punto de perder la vida. Perdí una pierna y me quedé muy delicado. Habría seguramente ya curado del todo con una existencia reposada. Pero ni mi pobreza ni mi inquietud espiritual me lo consienten. No he publicado más libros que el que Ud. conoce. Tengo listos dos y en proyecto otros dos. He aquí mi vida en pocas palabras. No creo que valga la pena hacerla notoria; pero no puedo rehusarle los datos que Ud. me pide. Me olvidaba: soy un autodidacta. Me matriculé una vez en letras en Lima, pero con el solo interés de seguir el curso de latín de un agustino erudito. Y en Europa frecuenté algunos cursos libremente, pero sin decidirme nunca a perder mi carácter extra-universitario y tal vez, si hasta anti-universitario. En 1925 la Federación de Estudiantes me propuso a la Universidad como catedrático en la materia de mi competencia; pero la mala voluntad del Rector y, seguramente, mi estado de salud, frustraron esta iniciativa.' De la carta de fecha 10 de enero de 1927, enviada por José Carlos Mariátegui al escritor Enrique Espinoza (Samuel Glusberg), director de la revista La Vida Literaria, editada en Buenos Aires
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MUJERES DE LETRAS DE ITALIA6


En el elenco de la literatura italiana contemporánea figuran varias mujeres. Y, afortunadamente, para gloria del arte y regalo de la humanidad inteligente esas mujeres son, en su mayoría, artistas auténticas, pur sang, algo no muy frecuente en las mujeres que escriben. La literatura es, como se sabe, uno de los sectores artísticos más asaltados por el diletantismo femenino. El diletantismo masculino no es menos osado y abundante; pero tiene la ventaja de ser mucho menos peligroso. La acción higiénica de las leyes de selección depura de él automáticamente, sin ningún embarazo, el organismo literario. Los hombres no disponen de las seducciones ni de los privilegios de las mujeres para resistir la acción de estas leyes. Mientras tanto el diletantismo femenino se presenta al combate armado de todas las prerrogativas acordadas a la mujer por la tradición, la galantería, etc., etc. Mediocrísimas escritoras igualan en reputación y notoriedad, transitoriamente por lo menos, a escritores selectísimos, por razón de su sexo, que no de sus prosas ni de sus versos. En la literatura francesa tenemos, vecino aún, el caso de Luisa Colet. Una vulgarísima poetisa que conquistó largo renombre no por escribir mal cincuenta volúmenes desabridos sino por conocer bien la alcoba de todos los literatos ilustres que tenían alcoba.

El caso Luisa Colet no es un caso típico y regional de la literatura francesa. Es un caso endémico en casi todos los climas literarios. Pero las diletantes tipo Luisa Colet de aptitudes y características esencialmente galantes, no son tan numerosas como las diletantes de aptitudes y características esencialmente domésticas y caseras. Como las diletantes líricas que toman la literatura como un «adorno» y que piensan con mentalidad de señorita de dieciocho años, que para ella no se necesita capacidad mayor que para el crochet o el pirograbado. A esta segunda angelical jerarquía pertenecen las diletantes del parnaso criollo redimido por solo una que otra verdadera mujer de letras. Por ejemplo aquella a quien están dedicadas estas líneas.

La más interesante de las mujeres de letras de Italia es Ada Negri. Esta Ada Negri es un valor artístico digno de ser tan altamente cotizado como la condesa de Noailles y la Rachilde, las dos más extraordinarias mujeres de letras de la Francia contemporánea.

Ada Negri fue en su juventud maestra de escuela. Una pequeña maestra de escuela elemental. Una «maestrina» de escasa idoneidad pedagógica, que soñaba vagamente, con la mirada en la pizarra gris y con la mano sobre la rizada testa de su «bambino» predilecto. Sus primeros versos fueron pobres y desvaídos de forma; pero brillaba ya en ellos la divina chispa sagrada. De la enseñanza elemental pasó Ada Negri a la poesía. De la poesía pasó al matrimonio. Se casó con un rico industrial lombardo. Pero su matrimonio duró pocos años. El marido de Ada Negri era, probablemente, un perfecto industrial lombardo de alma fenicia, burguesa y adiposa. Dios me libre, sin embargo, de la huachafería de agobiar de atributos prosaicos la figura milanesa de este marido para dar una explicación lírica a la incompatibilidad de caracteres y a la separación subsiguiente. Prefiero creer, simplemente, que Ada Negri y su marido se cansaron de amarse, ya que también el marido de una poetisa tiene el derecho a cansarse de amar a su mujer.

Los libros de Ada Negri son numerosos. Les titulan Fatalitá (1892), Tempeste (1894), Maternitá (1906), Dal profondo (1910), Eliseo (1914), La solitarie (1918), Il libro di Mara (1919). Este último es uno de los que más placen, emocionan y sorprenden.

Una nota biográfica decía hace poco que a Ada Negri puede llamársela gran poeta en vez de gran poetisa. Y, en verdad, Ada Negri merece la distinción. Su poesía ha sido siempre la poesía de una mujer; pero no ha sido la poesía de una poetisa. Parece, pues, más expresivo de su superioridad el título de poeta que el título de poetisa.

Y es que los versos de las poetisas generalmente no son versos de mujer. No se siente en ellos sentimiento de hembra. Las poetisas no hablan como mujeres. Son, en su poesía, seres neutros. Son artistas sin sexo. La poesía de la mujer está dominada por un pudor estúpido. Y carece por esta razón, de humanidad y de fuerza. Mientras el poeta muestra su «yo», la poetisa esconde y mistifica el suyo. Envuelve su alma, su vida, su verdad, en las grotescas túnicas de lo convencional.

En la novela la mujer vale más que en la poesía. Y es que la mujer cuando es objetiva, suele ser natural y atrevida. Cuando es subjetiva, no. Ama la verdad cuando describe las sensaciones ajenas; se avergüenza de ella, cuando describe las sensaciones propias. Las desfigura, las oculta, las calla. No tiene el valor de sentirse artista, de sentirse creadora, de sentirse superior a la época, a la vulgaridad, al medio. Se siente, por el contrario, una mujer dependiente como las demás de su tiempo, de su sociedad y de su educación.

Y, precisamente, es todo lo que hay en ella de mujer lo que una poetisa debía poner en su arte.

Il libro di Mara presenta este aspecto de la personalidad de Ada Negri. Es el libro de la mujer que llora al amante muerto. Pero que lo llora no en versos plañideros, ni en elegías románticas. No. El duelo de esta mujer no es el duelo de siemprevivas, crespones y epitafios. Esta mujer llora la viudez de su corazón, la viudez de su existencia, y la viudez de su cuerpo. El Libro de Mara, al mismo tiempo que un libro de dolor, es un libro de pasión y de voluptuosidad. De una voluptuosidad mística que el dolor espiritualiza. Todo es puro, todo es casto, todo es inmaterial en el lenguaje, en las imágenes, en los ritmos.

Las primeras voces son voces de angustia y de opresión que reclaman al amado muerto. Luego estas voces se apagan. La poetisa no se quejará más. En espera del día en que se abrirán para ella las puertas del misterioso reino donde se unirá con el esposo, vivirá solo para evocarlo, para evocar sus besos, para evocar su amor. Para sentirse como antes, besada por su boca, tocada por sus manos, llamada por su voz y mirada por sus ojos. Para vivir de nuevo los días pasados, en un divino delirio de la fantasía y de los sentidos. Para continuar, poseída, amada, acariciada.

En Il libro di Mara sobresale otro aspecto de la personalidad de Ada Negri: su potencia dramática. Ada Negri, que es una intérprete profunda de la vida, es una intérprete profunda del dolor. Este genio dramático es atributo de la mujer italiana. Pensemos en Eleonora Duse, la trágica ilustre de ayer. Pensemos en María Melato, la trágica ilustre de hoy.

Algunas poesías de Il libro di Mara, llegan a un grado extraordinario de intensidad. Son extrañamente obsesionantes y misteriosas. Quiero copiar aquí una de las más bellas, «Il muro». Y no me atrevo, por supuesto, a traducirla. Hela aquí:

Alto è il muro che fiancheggia la mía strada, e la sua

nudità rettilinea si prolunga ell’infinito.

Lo accende il sole come un rogo enorme,

lo imbianca la Luna come un sepolcro.

Di giorno, di notte, pesante, inflessibile, sento il tuo passo

di là del muro.

So che sei lì, e mi cerchi e mi vuoi, pallido del pallore marmoreo

que avevi l’ultima volta ch’io ti vidi.

So che sei lì: ma porta non trovo o da schiudere, breccia non posso

scavare.

Parallela al tuo passo io cammino, senz’altro udire, senz’altro

seguire che questo solo richiamo:

sperando incontrarti alla fine, guardarti beata nel viso,

svenirti beata sul cuore.

Ma il termine sempre è piu lungi, e in me non v’è

fibra che non sia stanca;

ed il tuo passo di là dal muro si scande a martello sul

battito delle mie arterie.

Esta poesía es admirable, el símbolo posee en todo instante una fuerza maravillosa. Se ve el «muro», ese «muro» que el Sol enciende y «que la Luna emblanquece como un sepulcro» y pegada se ve marchar a una mujer pálida, magra y enlutada. Y se siente los pasos de alguien que marcha también al otro lado. De alguien que está muy cerca y muy lejos a un tiempo. Tan cerca que se perciben sus pasos. Tan lejos que no se puede escuchar su voz, ni ver su rostro espectral. El «muro», esta vez como todas, parece infinito. No se sabe dónde ni en qué momento acabará; pero se sabe que acaba. Se sabe, porque, como dicen los versos de Ada Negri, se oyen los pasos de los que avanzan del otro lado paralelamente a nosotros.

La poesía de Ada Negri ha evolucionado mucho de su primera época a su época actual. A medida que se ha perfeccionado y purificado como forma. Su temperamento ha encontrado expresión cada día más desenvuelta y musical en el verso libre que en el verso clásico. Ada Negri es hoy una de las cultoras más finas de la forma modernista.

Otras dos interesantes mujeres de letras son Grazia Deledda y Amalia Guglielminetti.

Grazia Deledda es novelista. Pero una novelista de alma ricamente poética. Tiene una dulzura muy femenina su visión de la vida. Ha publicado muchos libros de cuentos y novelas, entre otras Colombi e Sparvieri, Canne al vento, La colpe altruit, Marianna Sirca. Sus obras son en total veinte, editadas entre el año 1900 y el año último. Han sido traducidas a diversas lenguas.

Amalia Guglielminetti es una escritora de personalidad más compleja, más...



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