E-Book, Spanisch, 368 Seiten
Reihe: Biblioteca de Filosofía
Marín Garzón Platón y platonismos
Publicado en Editorial Taugenit en Marzo 2022
ISBN: 978-84-254-5063-1
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Comentarios alternativos a los diálogos
E-Book, Spanisch, 368 Seiten
Reihe: Biblioteca de Filosofía
            ISBN: 978-84-254-5063-1 
            Verlag: Herder Editorial
            
 Format: EPUB
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Alba Marín Garzón es graduada en Filosofía por la Universitat de València (2017). Realizó un máster en la Universitat de Barcelona sobre pensamiento contemporáneo y tradición clásica (2018), especializándose en la rama de pensamiento grecolatino. Su centro de interés, y ahora tema de su tesis doctoral, gira alrededor del estudio de los diálogos platónicos y su elemento dramático-literario. Ha realizado una estancia en el Departamento de Latín y Griego del University College of London.
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Introducción
Los trabajos reunidos en el presente volumen responden a la idea inicial de querer recoger diferentes lecturas platónicas en nuestra lengua, que sean reflejo de la variedad de visiones y recepciones que impregnan los estudios platónicos. La intención que nos guía es echar abajo la aparente sencillez con la que se presenta el pensamiento de Platón a todo tipo de públicos a los que se dirige, no sólo a quienes se dedican a su estudio, sino también a quienes se han ganado el honorable título de «lectores». Pues los diálogos platónicos han tenido y tienen la característica de ser fuente de interés trasversal entre personas, tiempos y disciplinas, como dan cuenta el tiempo pasado y el grueso de las referencias al autor llegadas desde distintos lugares y campos. Algo que ocurre en casos muy excepcionales, de aquellos que supieron llegar a una escritura plena y sublime que se convirtió en perpetua, en clásica.
Las obras platónicas han ocupado una posición en la historia de la cultura, la filosofía y la literatura que las ha hecho fuente de autoridad, base de nuestra cultura, tanto en sus implicaciones positivas, que lo hacen inagotable y que le han permitido luchar contra el olvido en la transmisión, como en sus negativas, en tanto que dicha autoridad puede oscurecer, y oscurece, el examen y lectura de los Diálogos.
En primer lugar, las obras platónicas son, como muchas veces se ha recalcado, el único corpus que nos ha llegado completo desde la Antigüedad, donde la pérdida es más la regla que la excepción. Este hecho, que en modo alguno es fruto de la casualidad, puede llegar a explicar —con matices que requerirían un estudio aparte— la vigencia que los Diálogos platónicos mantienen y que es fehaciente en gran parte de los libros filosóficos que hoy llegan a nuestras manos. Aquí pretendemos, con aportaciones de distintas corrientes intelectuales y lugares físicos, mostrar la dificultad de captar y representar con claridad el pensamiento de Platón. Aclaratoria a este respecto es, sin duda, esa metáfora que un anónimo prolegómeno a la filosofía platónica (datado del siglo I) nos traslada: el desconocido autor compara la obra platónica con un escurridizo cisne que no se deja apresar por quienes intentan cazarlo1. Precisamente porque intentan cazarlo y no comprenderlo o, sencillamente, leerlo. «Leerlo» cobra aquí el sentido más humilde que la propia palabra traslada: la intención es aprender de la lectura, no ponerse frente a ella como implacables jueces de palabras e ideas. Este cisne al que alude ese viejo prolegómeno escapa tanto a aquellos que quieren comprender con coherencia el corpus platónico como una totalidad hermética, y se topan con contradicciones y aporías de todo tipo, como a aquellos que se embarcan en la inacabable búsqueda de la voz platónica. En este sentido, hay algo que el propio autor plantea en sus obras y que no debemos olvidar: el paradigma y modelo del cazador es el sofista, representante de una caza persuasiva, pero no por ello carente de un elemento violento o de combate (erística), tal y como se discute en la obra homónima2.
Cazar a Platón es, como recordó Francisco J. González en una conferencia de 19993, apresarlo en doctrinas y teorías, lo que, paradójicamente, lo hace desaparecer. Por el contrario, las obras platónicas, más que a capturar verdades, invitan al cuestionamiento y al diálogo. Tomarse con seriedad tal imperativo es una forma de renunciar a la caza (???a) y la captura (?e???t????) mediante el logos en pos de intenciones mucho más nobles. Esto, por otra parte, puede llegar a convertirse en un inconveniente para los lectores que no encuentran respuestas claras y unánimes a las preguntas planteadas y que, además, ven que en los Diálogos se apuesta por el carácter refutador y examinador de la filosofía (??et?s? ?a? ??????, Platón, Ap., 29e). Experimentamos un amargo sabor que, disfrazado de cómicos y entretenidos intercambios de palabras, nos hace sentir extraños e intrusos frente a los diversos interlocutores del drama y que puede llevarnos a considerar que, quizá, simple y llanamente, no lleguemos a comprender el sentido de sus discursos. No obstante, las presas más difíciles, como dice un supuesto refrán griego al que se alude en el Sofista (226a), son inaprensibles con una sola mano. Quizá la problemática albergue un trasfondo mayor que tiene que ver con el modo en que nos acercamos a los textos: no sólo sobre qué presupuestos nos guían y determinan, sino de qué manera nos colocamos frente al autor, a las palabras escritas o, en nuestro caso, también a las intervenciones de los personajes o a lo que presuponemos de éstos. Los lectores esperan encontrar respuestas o posiciones determinadas que puedan —o podamos, pues es para todos un esfuerzo teórico difícil de llevar a la práctica— encasillar con facilidad, para sentir que se pisa un terreno más seguro y no arenas movedizas.
Una especie de salida a este rompecabezas puede precisamente residir en cambiar ese acercamiento: dejar de ser jueces, cazadores, para ser sencillamente lectores e, incluso, interlocutores del diálogo, pues el texto platónico, aunque permanezca inmóvil, tiene la extraña capacidad de invitar al lector a participar activamente; quizá como uno de esos silenciosos acompañantes de Sócrates o, si podemos alcanzarlo, como un Glaucón aventajado que, en nuestro caso y por desgracia, no encontrará respuesta socrática (como el propio Platón recuerda al final del Fedro). Estamos forzados a no tener respuesta, pero no a permanecer callados. Esta interpelación constante a la que el texto nos reta es la clave del éxito platónico, éxito que llevó a Whitehead a escribir la famosa frase de que «Toda la filosofía occidental es una serie de notas a pie de página de la filosofía platónica»4. Si partimos de esta premisa que, aunque puede parecer ingenua, preferimos considerar que es más bien caritativa, fruto de una predisposición de confianza y generosidad de cara al texto escrito al cual nos acercamos5, de modo que podamos descubrirnos frente al Sócrates de los Diálogos no como intrusos o cazadores de sentencias, sino como compañeros, dialogantes y amigos implicados de lleno en la investigación que está en curso. Quizás así reconsideremos los repentinos cambios temáticos, los excursus, las respuestas ambiguas de los personajes o, a veces, inexistentes, como una oportunidad de avance en el camino de la conversación, e incluso como un reto para buscar un significado a cada pieza del puzle en el flujo del diálogo. El interlocutor nos está examinando a nosotros mismos, más bien, nos incita a que nos iniciemos con su guía en el «conócete a ti mismo», la máxima socrática basada en la inscripción de Delfos tantas veces repetida, así como, debemos admitir, nada fácil de llevar a la práctica6. En los Diálogos se mantiene siempre, al trasluz, una necesaria esperanza particularmente sutil que, sin eximirnos del peligro de la malinterpretación, lucha con y aleja pretendidamente a los alicates de la sabiduría7.
Este carácter de examen y la escasa aparición de afirmaciones taxativas en las obras platónicas deben llevarnos directamente, si como lectores lo tomamos en serio, a la renuncia de la aparente familiaridad que nos transmiten los Diálogos y con la cual nos acercamos a ellos. Habiendo oído y leído tantas veces sobre las obras platónicas, aun sin ser éstas nuestros campos de investigación, ya desde los inicios tempranos de la carrera académica hemos alcanzado una falsa sensación de comodidad propia de lo conocido, resultante también de un hecho que no puede ser desdeñado: uno disfruta leyendo un diálogo platónico y su primera lectura le hace sentir que lo allí expuesto es fácilmente aprehensible. En este caso se reduce, bajo el engañoso revestimiento de cotidianidad e improvisación ficticia de las obras platónicas, la atención que sus partes y detalles exigen. Pero la comodidad interpretativa que este hecho produce puede ser fácilmente desmentida, e incluso curable, cuando se navega de modo más paciente y repetidas veces por las páginas platónicas y se descubren los tesoros, enigmas o elementos que en un inicio pasaron desapercibidos. Más compleja de curar es la comodidad y sencillez teórica que hemos heredado, de manera velada, como algo propio de la filosofía platónica. Esta comodidad transmitida, y arduamente custodiada, ha acabado por oscurecer nuestra propia lectura, al poner en práctica un acercamiento a ésta más propio de la caza adquisitiva o de la captura erística en el razonamiento, a la cual el propio autor deliberadamente renunciaba, apresando así la discusión y la reflexión en precomprensiones que nos hacen sentir firmes y cómodos en el conocer, pero cuya solidez aparente, en realidad, nos distancia de la base textual. A nosotros, como a los sofistas, la tendencia a la caza ha acabado por retratarnos y convertirnos en un cazador cazado.
La caza posee además un elemento de violencia irrenunciable, parecido al intento de gobierno de un trirreme dispuesto a entrar en combate (Pl., Alc. I, 119d). De gran...




