E-Book, Spanisch, 176 Seiten
Reihe: Maestros espirituales
Meier Óscar Romero
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-254-3154-8
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Mística y lucha por la justicia
E-Book, Spanisch, 176 Seiten
Reihe: Maestros espirituales
            ISBN: 978-84-254-3154-8 
            Verlag: Herder Editorial
            
 Format: EPUB
    Kopierschutz: 0 - No protection
Monseñor Óscar Romero es un emblema de la teología de la liberación y personifica el cambio de la iglesia latinoamericana en favor de los más pobres. Su profética condena de la injusticia lo enfrentó con los ricos y poderosos y lo convirtió en blanco de sus enemistades hasta que el 24 de marzo de 1980 fue asesinado a tiros durante una eucaristía. El autor de este título, el jesuita Martin Maier, conocedor del movimiento de la teología de la liberación y del legado de Óscar Romero, describe su camino haciendo especial hincapié en la evolución de sus pensamientos y actitudes. Maier muestra cómo la unidad de mística y política, tal como la vivía Romero, puede ser hoy una fuente de inspiración para trabajar por un mundo más justo. Lo más importante del libro es que me ha recordado y evocado lo más hondo de monseñor Romero y lo que hoy puede seguir humanizando en un mundo que necesita rumbo y esperanza: el amor -sin componendas- a los pobres de este mundo. Jon Sobrino
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UNA VIEJA HISTORIA
La muerte de Óscar Romero estaba tan anunciada y era tan previsible como la de Jesús de Nazaret, su Señor y Maestro. Existen muchos paralelos sorprendentes en su vida. Ambos nacieron en condiciones de pobreza en la provincia de un pequeño país insignificante. Ambos vivieron en una profunda compenetración con Dios y oraban preferentemente de noche. El primer oficio que aprendieron fue el de carpintero. Para ambos, el asesinato de un buen amigo significó un cambio decisivo en sus vidas. Con sus homilías, se convirtieron en personas conocidas para la opinión pública. Predicaron la bondad y la benignidad de Dios. Y anunciaron la llegada del reino de Dios como un nuevo orden fraternal entre los seres humanos.
Ambos tomaron partido por los pobres y los discriminados socialmente. Por eso, fue para ellos una experiencia clave feliz el hecho de que Dios se les mostrara precisamente en aquellos que no contaban según las normas usuales. Siguiendo la tradición de los profetas de Israel, atacaron la injusticia y la corrupción. Tampoco se detuvieron ante los líderes religiosos. Sin embargo, al igual que los profetas, tenían plena esperanza en un futuro mejor. Ambos se convirtieron en un «caso» para los custodios de la ortodoxia religiosa. Se les reprochó andar en «mala compañía». Se dijo de ambos que estaban locos y poseídos por el diablo. Los dos se convirtieron en piedra de escándalo.
Con el tiempo, todos los grupos socialmente importantes se aliaron contra ellos. Se les acusó de ser sediciosos y de alterar el orden público. También ambos entraron en confrontación con las potencias imperialistas de su época. A los dos se les concedió escasamente tres años para su obra en medio del gran público.
Su única arma fue la palabra. Ambos creían que la palabra de Dios podía cambiar la realidad. A la violencia de sus enemigos se enfrentaron con la renuncia a la violencia por amor. Habían aceptado su muerte de forma consciente, pero no por ello dejaron de sentir angustias mortales. Su asesinato se calculó fríamente. Los dos perdonaron a sus verdugos. Según el criterio humano, los dos fracasaron. No obstante, fueron hacia la muerte manteniendo la fe en que su entrega de la vida no iba a ser en vano. Ambos confiaron en que, con su fallecimiento, se iba a cumplir la ley natural de muerte y resurrección, así como el grano de trigo que cae en la tierra muere para después dar abundantes frutos.
La historia de Óscar Romero es muy antigua. Es la historia de Jesús.
EL CAMINO HASTA LA ORDENACIÓN SACERDOTAL: 1917-1943
Óscar Romero nació el 15 de agosto de 1917, siendo el segundo de ocho hijos, en la pequeña ciudad provinciana de Ciudad Barrios, que se encuentra en la región montañosa del nordeste de El Salvador, no lejos de la frontera con Honduras. En Ciudad Barrios vivían por entonces unas 1000 personas. Santos Romero, el padre, y Guadalupe de Jesús Galdámez, la madre, eran mestizos, en los que se había mezclado la sangre de los nativos indígenas con la de los conquistadores. Fueron dos hermanos españoles, de apellido Alvarado, los que conquistaron en 1524-1525 el territorio de El Salvador actual. En 1542, se incorporó a la Capitanía General de Guatemala. El país se independizó de España en 1821 y, en 1824, se aprobó la primera Constitución salvadoreña.
El Salvador: una historia de injusticia y represión
El Salvador es más o menos tan grande como la mitad de Extremadura y, por tanto, el país más pequeño de Centroamérica en lo que a superficie se refiere. Tiene fronteras comunes con Guatemala, Honduras y Nicaragua. Cuando Romero llegó al mundo, contaba apenas con 1,3 millones de habitantes. Hasta su muerte en 1980, la población se había cuadruplicado. De manera que El Salvador se ha convertido en el país más densamente poblado de toda Latinoamérica. Durante mucho tiempo, la gente vivió casi exclusivamente de la agricultura. En el siglo XIX, además del índigo, la caña de azúcar y el algodón, se plantó cada vez más café. El reparto desigual de las tierras tiene sus raíces en la Conquista. Sin embargo, cuando se empezó a ganar mucho dinero con la exportación de café, se inició una concentración adicional de la propiedad rural en las manos de unos pocos. De hecho, las «Catorce Familias» eran las que dominaban el país. Por el contrario, la gran mayoría de la población no poseía ninguna tierra y, en el mejor de los casos, tenía un trabajo mal pagado durante las semanas que duraba la cosecha.
La historia de injusticia y represión que desgarró El Salvador en vida de Óscar Romero se fundó en la alta densidad demográfica y en este reparto extremadamente desigual de las tierras. Contrastan con ello las bellezas naturales del país: con sus volcanes y lagos, sus playas todavía parcialmente intactas en el Pacífico y su exuberante vegetación, podría ser un pequeño paraíso tropical. Romero amó su país. Así lo dijo repetidas veces durante sus viajes al extranjero en calidad de obispo: lo más hermoso de ellos era el regreso a casa.
Con sus suelos volcánicos y el agradable clima fresco, el entorno de Ciudad Barrios era particularmente idóneo para el cultivo del café. La madre de Romero había aportado al matrimonio una pequeña finca de café. A pesar de ello, el matrimonio se encontraba entre los pobres. Siendo ya arzobispo, contará más tarde sobre su origen: «Yo nací en una familia muy pobre. Yo he aguantado hambre, sé lo que es trabajar desde cipote...». La situación se tornó especialmente crítica durante la época de la crisis económica mundial del año 1929, de cuyas consecuencias no se libró tampoco El Salvador. Sobre todo la población rural sufrió esas consecuencias. En un acto de desesperación, Farabundo Martí, inspirado por ideas comunistas, se puso a la cabeza de un levantamiento campesino, que el ejército, bajo las órdenes del general Maximiliano Hernández Martínez, reprimió sangrientamente con la ayuda norteamericana: en la tristemente célebre «Matanza», hubo 30 000 muertos en el plazo de unas pocas semanas. El trauma de este homicidio en masa perduró durante mucho tiempo en la población de El Salvador. Las dictaduras militares gobernaron el país hasta 1979, creando una fachada aparentemente democrática.
Pero ya en los años sesenta, comenzó la efervescencia en el pueblo de El Salvador. Las gentes no se resignaban simplemente con las extremas diferencias sociales y el reparto desigual de las tierras. En el ínterin, casi la mitad de la tierra apta para el cultivo llegó a estar en posesión de sólo el 1,5 % de la población, mientras que los campesinos ni siquiera tenían un pequeño terreno para la «milpa» tradicional, es decir, la plantación de maíz. Se crearon nuevos movimientos sociales, sindicatos y partidos de orientación izquierdista. Sin embargo, la oligarquía tildó de forma global a estos movimientos de «comunistas» y, en consecuencia, los combatió. La Iglesia católica, con el entonces arzobispo Luis Chávez y González, apoyó a los campesinos sin tierra en su senda hacia la organización. En una reforma agraria planificada durante mucho tiempo, pero que la oligarquía boicoteó sistemáticamente, la Federación Cristiana de Campesinos Salvadoreños-Unión de Trabajadores del Campo (FECCAS-UTC) desempeñó un papel importante. De esta manera, los poderosos vieron en estos grupos cristianos, comprometidos socialmente, cada vez más una amenaza para sus intereses: en los años 70, se inició una de las persecuciones más sangrientas de cristianos en la historia más reciente de la Iglesia.
El niño de la flauta
Dibujado a grandes rasgos, este es el trasfondo sobre el que se desarrolló la vida de Óscar Romero. Pude mantener una prolongada conversación sobre su infancia con Zaída Romero, la hermana, dos años más joven, de Óscar. Ella me contó: «Mi padre era telegrafista. Mi madre se encargaba del correo. Mi hermano Óscar era el cartero. Por entonces, todavía era muy pequeño. Primero visitaba al Santísimo. Después salía de la iglesia y se iba a repartir las cartas por las casas». También otras personas recuerdan en Ciudad Barrios su sorprendente devoción siendo todavía niño.
De su padre, Óscar aprendió a tocar la flauta y a escribir a máquina. Le llamaban «el niño de la flauta». Toda su vida siguió siendo un amante de la música. Más tarde, aprendió a tocar el armonio y el piano. Siendo arzobispo, para relajarse, le gustaba escuchar música clásica o música de marimba, un xilófono típico en Centroamérica. Se regocijaba con el canto. Zaída Romero recuerda que la canción «El amigo» era su preferida. Esta fue la canción que se le cantó más adelante durante su despedida de San Miguel. Un grupo de jóvenes la cantará por última vez para él un día antes de su asesinato.
Una grave enfermedad a la edad de cuatro años frenó el desarrollo del niño. Se quedó retrasado respecto a sus coetáneos en cuanto a fuerza física y resistencia. Parece haber sido un chico tímido y más bien poco relacionado. El pueblo de Ciudad Barrios era tan pobre que en la escuela pública sólo se podían impartir los tres primeros grados. Óscar recibió clases en un colegio privado durante otros tres años. A los doce, comenzó a aprender el oficio de carpintero. Por entonces, surgió en él el deseo de convertirse en sacerdote. Parece que los padres no se mostraron muy entusiasmados. Encontró apoyo en el alcalde Alfonso Leiva y el padre Benito Calvo, un religioso que venía de vez en cuando a Ciudad Barrios. Así, con trece años, se marchó al pequeño seminario que los padres claretianos...





