Ocaña Fernández | El laboratorio pedagógico | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 140 Seiten

Reihe: Horizontes Universidad

Ocaña Fernández El laboratorio pedagógico

Un espacio horizontal de investigación y transformación educativa
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19312-59-4
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

Un espacio horizontal de investigación y transformación educativa

E-Book, Spanisch, 140 Seiten

Reihe: Horizontes Universidad

ISBN: 978-84-19312-59-4
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Este libro es el resultado de la colaboración de docentes de diferentes etapas educativas que dialogan sobre temas que les preocupan y ocupan relacionados con el arte como mediación, la educación crítica, las pedagogías disruptivas y la investigación educativa. El espacio donde se genera esta colaboración, el Laboratorio Pedagógico PedaLAB UGR, es una iniciativa del grupo de Investigación del Currículum y Formación del Profesorado (ICUFOP) de la Universidad de Granada. Desde su creación, el propósito del Laboratorio ha sido facilitar el encuentro de profesionales de la educación con la intención de acortar la brecha existente entre la universidad y la escuela. La concepción de la educación como un bien común, como propiedad compartida que tenemos el derecho de disfrutar, pero también de proteger y mejorar, se convierte en uno de los ejes del proyecto que persigue la transformación de la acción pedagógica a partir de principios democráticos y de justicia social. Desde ahí se teje un diálogo en el cual aparecen diferentes saberes conectados, unos más con la teoría y otros con la práctica, pero todos tamizados por la experiencia de ser y estar en el momento de encuentro de este proceso de escritura. Animamos a quienes se acerquen a estas líneas a participar en este diálogo y a continuar reflexionando sobre los interrogantes que nos plantean los autores y las autoras.

Almudena Ocaña-Fernández. Profesora titular del Departamento de Didáctica de la Expresión Musical, Plástica y Corporal de la UGR, directora del grupo de investigación ICUFOP y miembro de REUNI+D. Coordinadora de PedaLAB UGR, cocreadora de la spin-off Gorgoritos y directora del Área de Educación, Mediación y Extensión en el Territorio del Vicerrectorado de Extensión, Patrimonio y Relaciones Institucionales. Sus líneas de investigación se vinculan con la educación musical crítica, la formación del profesorado y las metodologías participativas en investigación educativa.
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¿Por qué surgió la investigación-acción? Devolviendo el control a los docentes

SAVILLE KUSHNER

Cuando Louis Smith, una de las figuras más representativas de la investigación psicométrica en EE. UU., fue abordado por uno de sus alumnos, que le pidió ayuda y consejo sobre su labor docente, Smith no supo qué responder. A pesar de su sabiduría pedagógica y su profundo conocimiento del proceso educativo (por ejemplo, en relación con los test de personalidad o la validación de pruebas para la recuperación de la capacidad lectora), desconocía las prácticas sociales y educativas de la enseñanza; de hecho, no estaba familiarizado con las aulas como contextos de acción.

Cuenta cómo tuvo que pasar muchas horas durante un año sentado en la clase de su alumno para aprender a mirar y ver realmente lo que estaba ocurriendo. Y, por supuesto, lo que observaba era único para ese día, para ese pasillo, para esa escuela. El libro que él y su alumno escribieron como resultado de sus conversaciones posteriores (The Complexities of an Urban Classroom; An Analysis Toward a General Theory of Teaching) se convirtió en un hito histórico de la teoría educativa (Smith y Geoffrey, 1968). Después, Smith renunció a su trabajo psicométrico y se convirtió en uno de los líderes del nuevo campo de la investigación educativa basada en casos.

Esta obra llamó la atención, principalmente, por dos cuestiones. En primer lugar, revelo´ el poder de investigar el proceso educativo de forma íntima, de cerca, mediante la observación directa y el compromiso. Las ideas que profesor y alumno plasmaron podían no ser aplicables a otros profesores y clases, pero ofrecían una amplia gama de posibles aspectos a tener en cuenta a la hora de observar un aula.

En segundo lugar, y mucho más relevante, descubrieron una nueva forma de observar el proceso educativo. Mientras que la teorización anterior de Smith se había basado en el aislamiento de unas pocas variables y la eliminación (o congelación) de otras muchas, esta nueva forma de observar podía abarcar todas las variables para captar lo que Smith llego´ a considerar la variable más importante y primordial de todas: el contexto.

Ese mismo año vio la luz el estudio de Philip Jackson (1968) titulado Life in Classrooms. También este texto estuvo basado en el análisis de un solo caso, esta vez no solo de un aula, sino de toda una escuela. A través de su obra, Jackson logró cuestionar los cimientos de la teoría educativa. De hecho, se llevó por delante los fundamentos de la investigación educativa de aquellos que partían de una premisa equivocada al suponer que las escuelas y las aulas eran esencialmente espacios de enseñanza-aprendizaje. A través de un exhaustivo análisis de un caso específico, el autor demostró cómo la escuela se organiza para afrontar tres desafíos principalmente:

a) Las multitudes: las aulas son entornos sociales únicos, ya que obligan a un gran número de personas en su etapa de la vida más volátil y enérgica a permanecer en un espacio reducido durante tiempos excesivamente largos. Las inevitables tensiones que surgen hacen que el reto más inmediato y urgente sea la gestión y control de esas multitudes. Los detalles de esta gestión son parte de la negociación que se produce entre docente y alumnado.

b) Los elogios: al igual que sucede en las prisiones y las fábricas, las aulas son lugares donde sus «habitantes» (docentes y estudiantes) están sometidos a una vigilancia constante y potencialmente sancionadora, siempre en alerta para evitar el castigo y buscando obtener buenas calificaciones.

c) El poder: en las aulas podemos observar una forma de poder inusual, casi única, en la que las personas mayores ejercen un control significativo sobre aquellos que son más jóvenes. De hecho, Jackson señala que muchos docentes conocen a muchos niños y niñas mejor que sus familias, lo cual les permite ejercer un alto grado de control sobre ellos y ellas.

La cuestión que hay detrás de todas estas ideas es que la vida en el aula dista mucho de ser tan regular, estable y predecible como la teoría educativa podría manifestar y, sorprendentemente, a menudo la enseñanza y el aprendizaje se quedan en los márgenes, en un segundo plano.

Una de las promesas de la teoría educativa formal basada en generalizaciones era que existen patrones que pueden ser aplicados a situaciones similares, de casos conocidos a casos aún por descubrir y que lo que aprendemos del estudio de estos casos nos proporcionará predicciones sobre escuelas de otros contextos. Smith y Jackson mostraron los límites de tales promesas. Nos obligaron a pensar en características y variables que eran exclusivas del contexto y que cualquier teoría educativa global (como un plan de estudios) tenía que negociar para lograr relevancia.

En 1975, estas ideas fueron desarrolladas plenamente por Lawrence Stenhouse, quien señaló que cualquier intervención pedagógica realizada por un docente solo podía ser provisional. Cuando un profesor presenta a sus estudiantes una idea sobre historia, biología o matemáticas, esta solo puede ser una hipótesis, una hipótesis que se pone a prueba mediante la interacción con el alumnado. Consideraba el aula como un laboratorio para experimentar ideas pedagógicas (no es casualidad que en este libro se presente la actividad llevada a cabo en un «laboratorio», en este caso compuesto por docentes, pero que sigue el mismo principio). Debido a la imprevisibilidad e inestabilidad de la realidad del aula, y dado que los estudios de casos mostraban cada vez más una amplia diversidad de pensamiento y aprendizaje tanto entre los profesores como entre los estudiantes, había que tener en cuenta que lo que decía un profesor era susceptible de ser interpretado de diversas maneras, aceptado o rechazado, modificado o ampliado, en función de las preferencias, creencias y experiencias propias de los estudiantes.

Algunos años antes, en el famoso Simposio de Hixon, celebrado en California en 1948, comenzó una revolución en la ciencia cognitiva basada en el reconocimiento de las características individuales del aprendizaje, lo que supuso un ataque al conductismo. Jerome Bruner fue un miembro clave del simposio y acabó liderando el movimiento revisionista desde un centro de investigación creado en la Universidad de Harvard que ejerció una enorme influencia tanto en la investigación educativa como en la teoría curricular. Pero la declaración más importante que se hizo en aquella reunión fue la que sigue, de Karl Lashley (citado en Lagermann, 2000):

El input (pedagógico) nunca se produce en un sistema en reposo o estático, siempre se hace en un sistema que ya está estimulado y organizado... Solo cuando seamos capaces de enunciar las características de ese telón de fondo, de ese sistema en movimiento podremos comprender los efectos de este input, de esta propuesta pedagógica.

Merece la pena señalar que la nueva ciencia de la conciencia (de hecho, la vanguardia de la neurociencia actual) apoya el enfoque de la enseñanza y el aprendizaje sugerido anteriormente (Kushner, 2022). Escritores como Daniel Dennett (2017) y Anil Seth (2021) exploran, con cierto detalle, y apoyándose frecuentemente en estudios experimentales, lo que Ashley denomina mente estimulada y organizada. Describen la organización y exploran la mecánica de la estimulación.

Lo que surge es una visión del alumno como lo que podríamos llamar burdamente una «máquina de juzgar». Desde el momento en que el profesor entra en el aula (de hecho, mucho antes), el alumno está reuniendo pruebas y emitiendo juicios sobre la veracidad, la pertinencia, la utilidad y la validez de las ideas que le presentará el docente a través de su explicación. Todo ello forma parte de la tarea de teorización individual que todos los estudiantes son capaces de realizar.

La comprensión de que la mente de cada estudiante está previamente estimulada y organizada de una manera u otra resultó ser una visión demoledora. Así que solo podemos entender la enseñanza comprendiendo la cultura y la experiencia del alumnado. O, como también dijo Bernstein (1970), otro revisionista, lingüista y sociólogo de la educación:

Si la cultura del maestro ha de estar en la conciencia del niño, la cultura del niño tiene que estar primero en la conciencia del maestro.

Estas ideas apuntalaron y legitimaron la visión de Stenhouse. Y sobre esa necesidad de explorar cada caso individual y único que es el aula aquí y ahora, se pusieron los cimientos de un enfoque nuevo de investigación educativa que se ha consolidado con el paso de los años: la investigación-acción. Stenhouse ya había recorrido, durante mucho tiempo, el camino intelectual al que se enfrentó Louis Smith y estaba plenamente familiarizado con la complejidad del aula. Tanto es así que, cuando propuso que los docentes se dedicaran a la investigación-acción, insistió en que no estaba proponiendo una nueva metodología, sino que se limitaba a describir lo que había visto que hacían los buenos docentes: aquellos profesores que, sin ni siquiera articularlo de una manera formal, reflexionaban sobre sus prácticas docentes y aprendían de sus éxitos y fracasos. Así, poco a poco, daban forma a sus prácticas pedagógicas a través de procesos de autorreflexión y análisis de la situación.

Este libro relata la experiencia del encuentro entre docentes e investigadores universitarios que...



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