Orozco Jiménez / Ballester Brage / Lupiáñez García | Evaluación del impacto de la intervención sociofamiliar en zonas desfavorecidas de Andalucía | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 212 Seiten

Reihe: Horizontes Universidad

Orozco Jiménez / Ballester Brage / Lupiáñez García Evaluación del impacto de la intervención sociofamiliar en zonas desfavorecidas de Andalucía

Aplicación del Programa de Competencia Familiar y otras actuaciones
1. Auflage 2025
ISBN: 978-84-10282-47-6
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

Aplicación del Programa de Competencia Familiar y otras actuaciones

E-Book, Spanisch, 212 Seiten

Reihe: Horizontes Universidad

ISBN: 978-84-10282-47-6
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



En un contexto marcado por la desigualdad socioeconómica y la diversidad cultural, las familias en las zonas desfavorecidas de Andalucía se enfrentan a desafíos complejos que requieren intervenciones específicas y bien fundamentadas. Este trabajo presenta, a lo largo de sus capítulos, un panorama detallado de la realidad de las familias andaluzas, abordando su estructura, valores, dinámicas y las estrategias de intervención aplicadas en diferentes comunidades autónomas de España. Especial atención se presta a las experiencias en Andalucía bajo la Estrategia Regional Andaluza para la Cohesión e Inclusión Social (ERACIS), que busca fortalecer la cohesión social y mejorar las condiciones de vida en las zonas más vulnerables. Además, ofrece un análisis exhaustivo y basado en evidencias sobre la intervención sociofamiliar y el impacto del Programa de Competencia Familiar en estas áreas. Este trabajo, respaldado por un riguroso análisis académico y la colaboración de personas expertas de diversas universidades y entidades, proporciona herramientas y reflexiones fundamentales para profesionales, investigadores y responsables de políticas públicas interesados en la intervención con familias en contextos de vulnerabilidad. Su objetivo es contribuir a la mejora continua de las estrategias de intervención sociofamiliar y a la transferencia efectiva de conocimientos en entornos complejos.

El equipo de coordinación de esta publicación combina la destacada trayectoria investigadora del Dr. Lluís Ballester Brage con la amplia experiencia en intervención social y psicológica de Carmen Orozco Jiménez, y la dilatada carrera en dirección y gestión de entidades no lucrativas de Francisco Lupiáñez García.
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1

Diversidad de formas de convivencia y familias

PILAR MORENO-CRESPO,1 MARIO FERRERAS-LISTÁN1 Y MARÍA JOSÉ FERNÁNDEZ-MARTÍN1

1 Universidad de Sevilla

1. Introducción

Los modelos de convivencia y los modelos de familia son conceptos enhebrados uno con otro. De hecho, encontramos casos en los que nos referimos directamente a la convivencia familiar. De esta forma, hallamos una actualidad dominada por un devenir que se precipita aceleradamente hacia el futuro, afectando a la vida de familia, dependiente de los contextos y los aspectos socioculturales predominantes y, por ello, también se encuentran vinculados a estos modelos de familia (Araque Barboza, 2012; Campos Cancino y Moreno Mínguez, 2020; Pérez Serrano, 2000).

La sociedad influye en la forma y estructura familiar, siendo su capacidad de adaptación y variabilidad lo que contribuye en su perdurabilidad a lo largo de la historia, siendo cada familia única en estructura, composición, interacción y relaciones (Benítez Pérez, 2017; Campos Cancino y Moreno Mínguez, 2020). Es necesario asimilar que el concepto de familia se encuentra permanentemente en construcción y, por ello, las necesidades sociales que se le relacionan (Mora Mendoza, 2012).

2. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de familia?

La familia es el agente socializador por excelencia, debido a su intenso influjo durante los primeros años de vida y como espacio de afectividad y convivencia, por ello cuenta con una importante función educativa relativo a los sentimientos, actitudes, valores (Araque Barboza, 2013; Campos Cancino y Moreno Mínguez, 2020; Pérez Serrano, 2000). La influencia de la familia se extiende al ámbito cognitivo, afectivo, social y personal desempeñando un papel fundamental en la infancia y el desarrollo a lo largo de la vida (Campos Cancino y Moreno Mínguez, 2020). Por ello, la familia cuenta con una serie de funciones sociales orientadas al crecimiento de la persona como un agente productivo de la sociedad en el sentido de formarse en las formas básicas de la vida social, valores y formas de convivencia para la transformación de uno mismo y del propio colectivo.

En las últimas décadas la familia como institución se ha enfrentado a una serie de cambios del propio proceso de socialización, ya que el tiempo de dedicación de los padres/madres a los hijos/as ha decrecido, el ocio en espacios sociales (calle, parque) ha descendido y la presencialidad de las pantallas repercuten en un contexto familiar transformado y que socializa desde el individualismo y la inmediatez (Pérez Serrano, 2000).

De La Rosa Bobadilla (2020) entiende a la familia desde la idea de un contexto próximo que brinda seguridad, protección, apoyo y afecto, todo ello desde la socialización como individuos y seres que se desarrollan en relación con el entorno, teniendo presente que su proyecto vital tomará como modelo dicho referente socializador de la faceta íntima y la faceta pública de la persona que convive en comunidad. En todo caso, estamos de acuerdo que la familia aporta una serie de ventajas a nivel individual, social, educativo y convivencial, compatible con que la persona que forma parte de dicho núcleo puede asumir e incorporar una «marca» de una vivencia armónica o conflictiva que repercute en su desarrollo como persona (Pérez Serrano, 2000). El ambiente familiar proyecta situaciones que afectan al individuo que se encuentra en proceso de desarrollo constante y donde las primeras etapas vitales son especialmente importantes para dicho desarrollo y evolución. En palabras de Campos Cancino y Moreno Mínguez (2020, pp. 23-24) se plantea que:

[...] el clima familiar favorable será aquel que estimule la autonomía del individuo por medio de conductas de apoyo, afectividad y razonamiento. Un clima familiar desfavorable, se caracterizará por el conflicto y la tensión familiar. Además de ser autoritario y agresivo.

La familia actual ha enfrentado en las últimas décadas situaciones transformativas relevantes que han afectado a su estructura formal, su gestación, su desarrollo y sus funciones (Pérez Serrano, 2000). Entre dichas transformaciones podemos identificar una serie de cuestiones (Benítez Pérez, 2017; Pérez Serrano, 2000): 1) los avances científicos y técnicos vinculados a la salud reproductiva y control de la natalidad que favorecen una maternidad/paternidad responsable; 2) la incorporación de la mujer al mercado laboral cuenta con una serie de connotaciones que repercuten a las dinámicas familiares y formas de convivencia; 3) vida familiar más democrática; 4) igualdad de derechos y deberes en los padres/madres; 5) incremento del número de divorcios y separaciones; 6) el cambio cultural que ha afectado al ámbito de la procreación; 7) la visión de la familia como un mosaico relacional que aborda la existencia de estilos de vida en pareja y familiar alternativos al matrimonio.

Una de las potencialidades de la familia es la solidaridad, la cual es analizada por Bengtson y Roberts (1991, citado en Mora Mendoza, 2012) que llega a enumerar seis dimensiones de solidaridad familiar: 1) solidaridad normativa, que establece el respeto y compromiso con una serie de roles y reglas de convivencia; 2) solidaridad estructural, se refiere a los miembros de la familia más o menos próximos con quienes se puede contar en situaciones que lo requieran; 3) solidaridad asociativa, relacionada con el mantenimiento del contacto ya sea en llamadas o compartiendo tiempo juntos, se orienta a mantener lazos y/o fortalecerlos; 4) solidaridad afectiva, representada en los sentimientos positivos entre los miembros de la familia que configuran la identidad familiar; 5) solidaridad funcional, se basa en la prestación de apoyo de forma puntual o recurrente de forma económica, asistencial y/o material (ayudar en una mudanza, cuidar de un familiar enfermo, labores del hogar...); 6) solidaridad consensual, se trata del más cuestionado como dimensión de la solidaridad familiar, tratando lo relativo a valores, opiniones y actitudes compartidos.

Mora Mendoza (2012) incide en que la mujer venía desarrollando un papel que favorece el bienestar social y familiar, que comienza a replantearse, debido, en parte, a su inserción laboral, promoviendo el reparto de responsabilidades en la familia. Bernabéu-Álvarez et al. (2020) ponen de manifiesto la enorme repercusión que supone para la dinámica familiar contar con un miembro enfermo y/o con dependencia, siendo una responsabilidad asumida por una sola persona que suele ser una mujer (esposa, madre o hija). Entre los vínculos familiares reseñar que la corresponsabilidad es una cuestión del siglo XXI donde hombres y mujeres tienden a implicarse en las responsabilidades compartidas. Sin embargo, Ezquerra y de Eguia Huerta (2020) insisten en que han sido múltiples las evoluciones sociales sucedidas vinculadas el envejecimiento demográfico y la incorporación de la mujer al mercado laboral, que no hacen otra cosa que sumar responsabilidad a quienes ejercen los cuidados en el núcleo familiar, que son mayoritariamente las mujeres.

3. Modelos de convivencia

Cuando hablamos de familia y de modelos de convivencia, lo asociamos a un espacio físico. Se trata de la idea de hogar o lo que consideramos cohabitar con personas con las que presumiblemente tenemos parentesco, lazos afectivos y/o algún interés que potencia nuestro bienestar y calidad de vida.

Araque Barboza (2013, p. 106) define la familia como una «estructura de parentesco y una estructura de hogar». Partiendo de este enfoque podemos hablar de modelos de convivencia en relación con los datos censales considerando que se trate de un domicilio donde, además de relación de parentesco, alguno o varios integrantes sean menores de 16 años. De esta forma, Guisande Allende (2015) establece que dicha agrupación se encuentra cuando los menores de 16 años 1) conviven con al menos alguno de sus padres; o 2) conviven en hogares sin núcleo o sin progenitor, donde suelen existir algún lazo familiar entre un miembro. Teniendo esta referencia, Guisande Allende (2015) toma los datos censales y establece las siguientes agrupaciones: 1) familias biparentales, los padres cuentan con un vínculo matrimonial o son pareja de hecho; 2) familias reconstruidas, agrupaciones familiares donde se aportan hijos de relaciones anteriores por una de las partes o por ambas, pudiendo también convivir con hijos comunes; 3) familias monoparentales donde los hijos conviven solo con la madre o solo con el padre.

Por su parte, Quiroz (2000, citado en Araque Barboza, 2012) entiende la familia como una unidad compleja imbricada en un contexto sociocultural y político que plantea multitud de variantes, entre las cuales plantea una clasificación que entiende variable y sujeta a los cambios sociales: 1) hogar unipersonal, compuesto por una persona por elección o necesidad, sin estar reñido con mantener relaciones afectivas y/o familiares; 2) familia uniparental/monoparental, en la que se cuenta con la madre o padre junto con los hijos; 3) uniones consensuadas, que son convivencias en pareja; 4) familias reestructuradas, recompuestas, reconstruidas o simultáneas, que serían una unión previa a la familia agregada y que contaría con que uno o ambos miembros de la pareja vienen de relaciones anteriores,...



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