Pinçon | La pareja en el Antiguo Testamento | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 68 Seiten

Reihe: Cuadernos bíblicos

Pinçon La pareja en el Antiguo Testamento

Cuaderno biblico 158
1. Auflage 2013
ISBN: 978-84-9945-784-0
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Cuaderno biblico 158

E-Book, Spanisch, 68 Seiten

Reihe: Cuadernos bíblicos

ISBN: 978-84-9945-784-0
Verlag: Editorial Verbo Divino
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Las relaciones hombre/mujer son actualmente una cuestión debatida. La Biblia, en particular el Antiguo Testamento, ofrece respuestas. Se resumen en tres palabras y una fórmula: «amor», «fecundidad», «alianza» y «metáfora nupcial». Desde las primeras páginas de la Biblia a las de la Sabiduría encontramos a Adán y Eva y los amantes del Cantar de los Cantares, Abrahán y Sara, David y Betsabé, Oseas y Gómer, etc. Sus historias, frecuentemente felices, a veces escandalosas, nos ayudan a comprender, el uno por el otro, a la pareja hombre/mujer y la pareja Dios/Israel.

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I – En el Próximo Oriente antiguo


Las relaciones hombre/mujer no son solo una cuestión debatida en nuestras sociedades occidentales, han interrogado en más de un sentido a un buen número de sociedades y civilizaciones a lo largo de la historia humana. El Próximo Oriente antiguo las aborda tanto en textos legislativos (Código de Hammurabi, siglo XVIII a. C.) como narrativos.

La «revelación» bíblica, que se pone por escrito durante el primer milenio a. C., tiene lugar sobre un horizonte cultural del que dan testimonio en particular las literaturas egipcia y sumeria. Está confrontada con corrientes de pensamiento que, mediante relatos míticos y prácticas rituales, sacralizaban la sexualidad como expresión de una potencia de vida. Con relación a estas corrientes, las Sagradas Escrituras presentan a la vez semejanzas y profundas diferencias.

Este capítulo plantea, pues, algunas observaciones sobre el ambiente próximo-oriental. Quedarán como trasfondo de nuestro recorrido. El espacio mesopotámico resulta privilegiado, porque Asiria, Babilonia y Persia marcaron el destino del pueblo de Israel desde el siglo IX al IV a. C. Bajo el Imperio persa, al regreso del exilio babilónico, desde finales del siglo VI a comienzos del IV a. C., es cuando los libros de la Torá recogerán la forma definitiva de antiguas tradiciones sobre el éxodo, los patriarcas y los comienzos del mundo.

Mitos y relatos


Conocemos la importancia de los mitos en los textos relativos a las religiones antiguas. Independientemente de cualquier interpretación crítica que apele a la razón, los relatos míticos tienen como vocación dar un valor sagrado a las acciones humanas, siendo estas vistas como la prolongación terrena de una acción divina.

Sacralización de la fecundidad


Al principio, la fecundidad es asumida por un dios o, mejor, por una pareja divina. Un dios se une a una diosa para dar vida en el mundo de los dioses o en el de los seres humanos. Algunas mitologías conceden una gran importancia a estas parejas divinas procreadoras. Así, la mitología sumeria pone en escena a Enki (dios de las aguas) y Ninhursag (diosa de la tierra), que se unen para dar nacimiento a generaciones de dioses (recuadro, texto 1).

El misterio que rodea a la procreación, el embarazo y el nacimiento se describe a través de las metáforas de la semilla que germina, la maduración y la cosecha: así, el dios mesopotámico Enki hace venir la lluvia para fertilizar la tierra o llenar los ríos con su fecundador esperma (recuadro, texto 2).

En torno al mito de Enki


Texto 1. [Resumen de un poema sumerio del segundo milenio]
Enki, el portador de agua, señor de la sabiduría, se une a la diosa Ninhursag, «madre de la tierra». Al cabo de nueve meses nace sin esfuerzo y sin sufrimiento la diosa Ninmu. Después, Enki se une a su hija Ninmu y da nacimiento a Ninkurra. A continuación, Enki se une a su nieta y da nacimiento a Utu. Finalmente, Enki se prepara para unirse a su bisnieta cuando Ninhursag interviene y ofrece pepinos, manzanas y uvas. Pero Enki las ofrece a su vez a Utu. Mantienen relaciones y dan nacimiento a una nueva divinidad. Ninhursag utiliza después el esperma de Enki para fecundar las plantas.

J. PRITCHARD (dir.), Ancient Near Eastern Texts elating to the Old Testament. Princeton, University Press, 1955, pp. 37-41.

Texto 2. («Enki y el orden del mundo», I, 88-92 y I, 251-262)
Yo soy el Señor,
del orden indiscutible, en el primer rango del universo.
A mi mandato se edificaron los pesebres, se cerraron los apriscos.
Si toco el cielo, de él rezuma una lluvia de opulencia;
si toco la tierra, viene la inundación;
Si toco las verdes praderas, montones y montones de grano se reúnen a mi orden…
[…]
Cuando el venerable Enki hubo columbrado el Éufrates,
se puso de pie sobre sus pies, como un toro impaciente:
levantó su pene, eyaculó
y llenó de agua tornasolada el Río.
Después, el Tigris se sometió a él como a un toro impaciente,
el cual levantó su pene y produjo el «regalo de boda»:
entonces, como un uro gigante a punto de montar, hizo gozar al Tigris,
y el agua que produjo así es tornasolada, suave y embriagadora;
el grano que produjo así es denso y alimenticio.
Enki llenó, pues, de riquezas la morada de Enlil,
y, gracias a él, Enlil se alegró, Nipur se alborozó.

S. N. KRAMER, Le mariage sacré à Sumer et à Babylone. París, Berg International, 1983, pp. 59-60.

Sacralización de la pasión amorosa


La pasión amorosa es exaltada mediante el camino de seducción que suscita el atractivo sexual. Se valora el encuentro entre un dios y una diosa amantes, independientemente de cualquier idea de procreación. Por ejemplo, en la Epopeya de Gilgamés, Istar, diosa de la guerra y del amor, trata de seducir al héroe Gilgamés, rey de Uruk. Pero este rechaza sus proposiciones enunciando la larga lista de amantes a los que ella ha abandonado previamente (cf. recuadro «Istar, la seductora»).

Istar, la seductora


[Gilgamés] lavó su cabellera sucia y limpió su frente,
sacudió sus cabellos sobre su espalda,
tiró sus [vestidos] sucios y se puso unos nuevos,
[luego] se cubrió con una túnica, se puso la banda
[y finalmente] se ciñó la tiara.
Entonces la augusta Istar puso los ojos en la belleza de Gilgamés:
«Ven, Gilgamés, sé mi esposo.
Hazme el regalo de tu cuerpo deseable;
tú serás mi esposo y yo seré tu esposa.
Que te preparen un carro de lapislázuli y oro,
con las ruedas [también de oro] y los cuernos de ámbar (¿?).
Sí, los demonios-tempestad serán tu atelaje en lugar de mulos.
Entra en nuestra morada, cuando penetres en ella, los encantadores más augustos te besarán los pies.
Que ante ti se postren reyes, señores y príncipes.
Que en el homenaje te traigan tributo de montes y llanuras […]».
[Gilgamés,] abriendo la boca, [dijo
dirigiéndose] a la augusta Istar:
«¿Qué tendré que [darte si me caso contigo?]
No, no te tomaré [por esposa];
[no eres más que un brasero portador] de nieve,
una puerta inacabada [que no detiene] ni el viento ni el soplo;
un palacio que [destroza (¿?)] a sus guerreros,
un turbante que ahoga al que cubre,
betún que ensucia al que lo lleva […]
calzado que lastima a su propietario.
¿A qué [esposo] has amado eternamente?
¿Qué pájaro te ha [agradado eternamente]?
Ven, pues, que voy a nombrar a tus amantes.
A Tamuz, el esposo de tu [juventud]:
lo destinaste año tras año a llantos eternos.
Amaste al pájaro multicolor,
y sin embargo lo golpeaste y rompiste sus alas,
[y ahora] está en su nido gritando «mi ala».
Amaste al león de fuerza cumplida
y le tendiste trampas continuamente renovadas.
Amaste al caballo, del que uno puede fiarse en el combate,
y lo sometiste siempre al látigo, a la espuela y al cabestro. […]
Amaste al pastor del rebaño,
que conservaba para ti el pan cocido bajo las cenizas
y todos los días te inmolaba cabritillos;
sin embargo, [lo] golpeaste y cambiaste en lobo […]
Y yo, si me amas, tendré [un destino] como el suyo».
Istar, ante estas [palabras],
llena de cólera subió a los cielos…

F. MALBRAN-LABAT, Gilgamés. Documentos en torno a la Biblia 7. Estella, Verbo Divino, 1983, pp. 36-38.

Del cielo a la tierra


Mientras que, en los mitos, los seres humanos dicen cosas sobre los dioses, los ritos tienen como finalidad realizar, en la esfera humana, acciones divinas.

El matrimonio sagrado


Entre los ritos se encuentra el «matrimonio sagrado», ceremonia de una puesta en escena casi teatral en que los seres humanos a veces desempeñan el papel de los dioses. Por ejemplo, en Mesopotamia se actualizaba simbólicamente la unión de la pareja divina Cielo y Tierra con ocasión de la fiesta del Año Nuevo.

Así es como algunos poemas sumerios del tercer milenio cantan al rey de Uruk, representante de su pueblo e identificado con el dios Dumuzi (Tamuz), uniéndose con la diosa Inanna (Istar).

Este ritual tenía esencialmente como función renovar los beneficios divinos con respecto al pueblo, llamar a la fertilidad y fecundidad sobre el país y la ciudad.

En Babilonia, durante el primer milenio, el undécimo día de la fiesta, tras una gran procesión por las calles de la ciudad, el dios Marduk se unía a la diosa Sarpanitu en su templo, el Esagila. Así se rendía culto a la fertilidad o, quizá, a la victoria del orden sobre el caos, puesto que el cuarto día de la fiesta estaba dedicado al Enuma elis, poema sobre Marduk, creador del mundo. Los judíos exiliados en el 587 pudieron asistir a estas ceremonias.

La prostitución sagrada


Considerada como un rito de paso (con ocasión de la pubertad o del matrimonio), se practicaba en honor de Istar o de otras diosas. El Código de Hammurabi (siglo XVIII a. C.) enumera una lista de mujeres, funcionarias del culto, que viven en el recinto del santuario de la divinidad. En Asiria podían casarse y debían llevar un velo.

La prostitución sagrada, conocida igualmente entre los fenicios y los cananeos, está atestiguada entre los israelitas. En...



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