Pons / Pascual / Garcinuño | Artes & Oficios. Tapicería | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 160 Seiten

Reihe: Artes & Oficios

Pons / Pascual / Garcinuño Artes & Oficios. Tapicería

Las técnicas de la tapicería expuestas con rigor y claridad
2. Auflage 2022
ISBN: 978-84-342-4373-6
Verlag: Parramón Paidotribo
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Las técnicas de la tapicería expuestas con rigor y claridad

E-Book, Spanisch, 160 Seiten

Reihe: Artes & Oficios

ISBN: 978-84-342-4373-6
Verlag: Parramón Paidotribo
Format: EPUB
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La tapicería es una disciplina de primera línea que contribuye, con otras, a la creación de mobiliario y de diversos elementos relacionados. Este libro explica de manera didáctica y rigurosa las técnicas fundamentales de la tapicería. Se tratan de forma pormenorizada las técnicas tradicionales, desde las más asequibles hasta las más elaboradas, como el capitoné; así como otras técnicas actuales y las de rejilla. Tras una breve introducción a la historia del mueble tapizado, se muestran los materiales y herramientas más empleadas; y a continuación, se explican con detalle todos los procesos técnicos. En el último capítulo, a manera de ejemplo, se muestra paso a paso su aplicación en el tapizado de distintos muebles.

Santiago Pons Ferrer es tapicero y cuenta con más de 50 años de oficio. Su aprendizaje se inició en los más prestigiosos talleres de Barcelona, y luego fundó el actual Taller de Tapicería Artesanal Pons, en esta misma ciudad. Tiene el título de Maestro Artesano de la Generalitat de Catalunya desde el año 2007, en reconocimiento a su trayectoria profesional y docente, su maestría y excelencia en el oficio del tapizado. Ha impartido clases de tapicería durante más de 15 años en las principales escuelas de restauración de Catalunya, así como clases privadas. Jordi Pons Cort es hijo de Santiago y continuador del taller de tapicería, en el que se inició. Trabaja en éste desde hace 30 años y actualmente es el titular. Compagina las técnicas artesanales y tradicionales con las más novedosas e innovadoras, investigando constantemente en la búsqueda de materiales de alta calidad para desarrollar ambos tipos de trabajos. El taller trabaja tanto en la restauración de tapicería para instituciones, anticuarios y particulares como en la creación de tapicería para interioristas y diseñadores. Mercè Garcinuño es especialista en las técnicas de rejilla y anea aplicadas al mobiliario, y cuenta con más de 10 años de experiencia profesional. Es colaboradora habitual del taller de tapicería Pons, tanto en la restauración de muebles antiguos como en la creación de mobiliario actual. Eva Pascual i Miró es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona, especializada en Museografía, Diseño y Acondicionamiento por la Universidad Politécnica de Catalunya y en Conservación Preventiva por la Universidad Autónoma de Catalunya. Por tradición familiar se inició en el conocimiento de las antigüedades, sobre todo en el mueble catalán en particular y el mobiliario medieval en general, así como en artes decorativas medievales, temas sobre los que ha desarrollado sus trabajos de investigación. Su trayectoria profesional se ha llevado a cabo, entre otros, en diversos museos e instituciones culturales de Catalunya, en los que ha documentado colecciones de mobiliario y artes decorativas, y ha trabajado gestora del patrimonio y coordinadora de exposiciones. Ha escrito numerosos artículos sobre artes decorativas y mobiliario medievales catalanes e impartido cursos sobre historia, documentación y criterios de restauración de mobiliario. Es miembro del consejo de redacción de la revista Estudi del Moble y colabora asiduamente con otras publicaciones periódicas. Es coautora de otros títulos pertenecientes a esta misma colección.
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Breve historia de la tapicería

Los tejidos de uso doméstico más básicos han sido, tradicionalmente, producto de los telares domésticos. Frente a esta producción derivada de la más estricta economía, las manufacturas destinadas al comercio han desarrollado técnicas y decoraciones específicas que encarecían considerablemente los resultados.

La Edad Media

Este hecho resulta evidente sobre todo en la Edad Media, cuando las distancias y las limitaciones de las vías de comunicación convertían en extraordinarias las alfombras orientales y los productos de los telares de Persia, Bizancio y Córdoba. Los potentados occidentales los codiciaban, y pagaban enormes sumas por ellos para emplearlos como cortinajes murales. También los paños ricos se extendían sobre los muebles, ocultándolos en muchas ocasiones, habida cuenta de la mayor consideración que les otorgaban su valor y su rareza sobre las estructuras, armadas con maderas locales fáciles de obtener.

Tan extraordinarias eran las telas de lujo, tan costosas, que enseguida les fueron atribuidos valores simbólicos e ideológicos precisos, algunos religiosos, relacionados con la liturgia, y otros emblemáticos, asociados a la monarquía y al honor del que era acreedora la nobleza. Así, la cathedra de las jerarquías eclesiásticas, propia del papa y los obispos, se comenzó a cubrir con un lienzo blanco hacia el siglo III para separar sus cuerpos de la materialidad de la base y así sacralizar sus personas. También el carácter sagrado de los monarcas, como representantes de Dios en la Tierra, se significó merced a los tejidos, que tempranamente revistieron los tronos. Se aprecian en los de los emperadores bizantinos y, a imitación de éstos, en los de los reyes europeos. El pulvinus, almohadón de estirpe clásica, también se asocia al poder: flanquea los asientos y ofrece reposo a los pies, con el mismo significado de los escabeles mencionados en la Biblia, que simbolizan la tierra y los enemigos sobre los que Yavé y los reyes del pueblo judío ejercían su poder: “El cielo es mi trono y la tierra el escabel de mis pies” (Hechos 7:49). Las cortinas separaban en las iglesias el espacio reservado a Dios del de los fieles. Y, en el aula regia, el del basileus bizantino y el de los emperadores y reyes del de sus súbditos.

Quizá sean los cielos de tela, trasposición de la bóveda celeste en la que habita la divinidad, el elemento textil más característico de la Edad Media. Cubrían los asientos de honor y las camas. La pintura ofrece cientos de representaciones, que incluyen desde las meras piezas de tela dobladas en ángulo recto y suspendidas de manera precaria del techo, hasta los más prolijamente confeccionados, guarnecidos con goteras –cenefas perimetrales colgantes– y flocaduras de remate y colgados de bastidores de madera o metal.

La estricta separación de la vida pública, condicionada por una forma de presentarse en público que obligaba a someter los gestos y movimientos a los dictados de la dignidad y la severidad, y la vida privada, en la que se da libre curso a formas de estar distendidas y desprovistas de solemnidad, no ha existido hasta fechas recientes. En la Edad Media, estas diferencias no existían en el estamento nobiliario. La intimidad no tenía apenas sitio. Por eso, el dormitorio poseía un carácter casi tan público como la sala: se recibía en ella, y las ceremonias para acostarse y levantarse expresaban la dignidad de los más poderosos. La conocida ceremonia del léver de Luis XIV es el canto del cisne de estos ritos. La cama debía vestirse ricamente, como un teatro en el que el rey era el actor principal y cuyo público eran los cortesanos. Todos los que eran conscientes de su importancia acabaron imitando esta escenografía. Todavía en el siglo XVI, un magistrado francés recibió acostado en su lecho a un campesino que venía a someter un pleito a su consideración.

Silla de brazos, de estrado, de la segunda mitad del siglo XVI. Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid (España).

Banquete en la corte de Juan de Portugal. Jean de Wavrin, Crónicas de Inglaterra, siglo XV, Brujas (Bélgica).

El hombre, que sin duda desconocía los entresijos del poder, pensó que una afortunada confusión le ofrecía la oportunidad de una aventura galante. Animado por la voz atiplada del juez, intentó meterse con él en la cama, suponemos que con los perjuicios consiguientes para sus intereses, una vez se aclaró la situación.

Esas camas remataban los amontonamientos de colchones y almohadas con cobertores –hoy diríamos colchas– ricos. Hasta mediado el siglo XIV se superponían, uno a modo de remate de los colchones, y otro sobre la ropa de cama, de manera que el contraste ente las telas, de motivos y colores diferentes, enriqueciera el efecto. La estructura, formada por una base y postes torneados en las esquinas, posibilitaba esta combinación. Estos lechos se adornaron con cortinas simples, suspendidas por delante para crear un cubículo cerrado por la pared. Las camas “de paramentos”, constituidas por cielo, dosel, cortina costera y cortinas correderas, armadas sobre un bastidor que colgaba de la arquitectura con cordeles, son una tipología de finales de la Edad Media, que surgió con las camas “encajadas”, consistentes en tarimas o cajas para los colchones.

El ajuar textil era especialmente abundante porque resultaba de fácil transporte. En una época en la que el gobierno de las posesiones de reyes y nobles requería su presencia física, las cortes eran itinerantes. Los muebles plegables y desarmables –sobre todo los de asiento–, y las livianas y adaptables telas que hacían habitable en un santiamén cualquier estancia, constituyeron el grueso de los ingentes equipajes que transitaron continuamente por la Europa medieval.

Muerte de María de Austria. Juan de la Palma, Vida de la Infanta sor Margarita de la Cruz, Madrid, 1636. Cama con dosel, cielo y cortinas, propia del siglo XVI.

Respaldo de asiento de piel colchado, de principios del siglo XVII. Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid (España).

El Renacimiento y el Barroco

Todavía en el siglo XVI se mantuvieron las largas “jornadas”, los viajes constantes, de los potentados, que fueron moderándose y desapareciendo a medida que las cortes fijaron su residencia en las capitales. La sedentarización tuvo como consecuencia la creación de un mobiliario más sólido y estable que antaño. Los asientos son los elementos de mobiliario que mejor expresan un proceso de perfeccionamiento constructivo que permitió, como efecto secundario, el desarrollo de los henchidos. Al principio, los asientos plegables se mantuvieron, aunque cambiaron su fisonomía. Los retratos cortesanos de Antonio Moro o Sánchez Coello nos muestran a sus protagonistas apoyados o sentados en sillas de brazos (sillones) guarnecidos con asientos y respaldos montados “al aire” o “a maderas vistas”. Consistían en rectángulos de cuero o tela, reforzados por debajo con piel y cinchas para compensar su fragilidad, que se claveteaban, con “tachones” o “tachuelas” decorativos, tan solo sobre los montantes del respaldo y sobre los travesaños laterales del asiento. Los largueros horizontales del frente y de la trasera debían doblarse o retirarse para que el asiento se plegara como un acordeón, y así permitir su traslado. Los respaldos llamados “a maderas vistas” se fijaban por la parte posterior de las maderas, cuando convenía que se apreciara la talla o la marquetería que las decoraban.

Algunos de los sillones más lujosos se forraban en su totalidad con telas de precio, llamándose entonces de “maderas recubiertas”. Nacieron en la Italia del siglo XV, y se imitaron en el resto de los reinos europeos. Quizá el ejemplo más conocido es el que aparece en el retrato de la reina María Tudor, de Antonio Moro, pero sabemos que también Felipe II poseyó uno, gracias a su inventario. Cuando murió el monarca estarían ya pasados de moda en España, aunque en los países más apegados a la tradición decorativa, como Inglaterra, se conservan ejemplares más tardíos.

La sedentarización de la vida cotidiana propició la aparición de asientos y respaldos de bastidor fijo, al que ya se podían clavar perimetralmente las guarniciones textiles. Aunque algunas continuaron siendo planas, como las de cuero de las conocidas como “sillas portuguesas” del siglo XVII, la mayor parte se almohadillaron, apareciendo así los henchidos, cuya evolución ha marcado la historia del mueble hasta la actualidad. Éstos son consecuencia directa de la búsqueda de la comodidad que ha caracterizado a la distendida vida familiar de las sociedades burguesas, no sujeta al envaramiento de las...



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