Pérez de Montalbán | El hijo del Serafín | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 305, 126 Seiten

Reihe: Teatro

Pérez de Montalbán El hijo del Serafín


1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9897-234-4
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 305, 126 Seiten

Reihe: Teatro

ISBN: 978-84-9897-234-4
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En El hijo del Serafín Juan Pérez de Montalbán mezcló elementos de la tradición teatral con episodios de la vida de fray Pedro de Alcántara, de quien se dice que dormía muy poco; que andaba siempre descalzo y apenas se alimentaba. Aquí se relatan algunos de los milagros atribuidos al santo: En una ocasión yendo San Pedro de Alcántara al pueblo de La Zarza con un fraile, éste al ver que habría mal tiempo le aconsejó que volviesen. Pedro insistió en continuar y, aunque cayó un autentico diluvio, no se mojaron. En El hijo del Serafín Montalbán adapta este suceso a sus intenciones cómicas haciendo que Espeso, el personaje cómico, se moje y le pida al santo que cambien de traje.

Juan Pérez de Montalbán (Madrid, 1602-1638). España Juan era hijo del librero real que editó el Buscón de Quevedo sin la anuencia de éste. Sus antepasados eran judíos conversos. Estudió teología y se ordenó sacerdote a los dieciocho años, deviniendo notario de la Inquisición. A los diecinueve años escribió su primera comedia. Fue el discípulo predilecto de Lope de Vega y adversario de Francisco de Quevedo, que lo ridiculizó varias veces en sus obras. Escribió unas cincuenta obras teatrales de diversos géneros. A la muerte de Lope de Vega compuso la Fama póstuma (1636), elogio y primera biografía de Lope. Murió sumido en la locura.
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Jornada primera


(Salen Dorotea y Gila, con tocas y sombreros de camino.)

Dorotea¡O mal haya mi ventura

y mal haya la pollina,

que tan despacio camina!

GilaTu cólera y tu hermosura

pudieran correr parejas.

DoroteaCon cólera no hay mujer

hermosa, ni puede ser,

porque el enojo, las quejas,

el enfado y la pasión

descomponen el semblante.

GilaPonte un espejo delante,

verás que tengo razon.

Dorotea Dices bien, porque el reflejo

del espejo me templara.

GilaY agora para esa cara

dónde has hallado espejo?

Dorotea Volviendo pues a mi cuento,

porque bien habrá lugar

de aquí al lugar de contar

locuras de un pensamiento.

Oye mi justa mohina,

y si es posible callando,

ten cuenta de cuando en cuando

con la alfombra, y la pollina.

En ese monte, de tomillo armado,

verde gigante, que al abril retrata,

tan soberbio, que al Sol que le a criado

escalas pone de torcida plata.

Y cuando necesita de agua el prado,

de la primera nube la arrebata,

nuestra aldea mira tan pequeña

que parece lunar de alguna peña.

Allí nací, pluguiera a Dios la cuna

tomara a mi mortaja la medida;

porque quien nace, Gila, sin fortuna,

como cosa de sobra trae la vida,

La vida estriba en esperanza alguna;

quien no llega a esperar de sí se olvida,

quien se olvida de sí muerte quiere,

y quien quiere morir, viviendo muere.

Estando pues —así la edad provoca—

en la feria de Alcántara una fiesta,

rebozada una toca hasta la boca,

por dar licencia a alguna risa honesta,

la gala mucha, la ocasión no poca,

la cara y el andar de fiesta,

y el pie de apretado se desmaya

asomado al ribete de la saya.

Vi, por mi mal, un estudiante —¡ay cielos!—

tan recatado de ojos, que en la feria

para poder dezirle mis desvelos

aun con mirarme, no me dió materia.

Corrió la noche sus obscuros velos,

huyó la luz de la Región de Iberia,

cesó la feria, fuyme, y acostéme,

quise dormir, no pude, y levantéme.

Supe otro dia, que este mozo era

hijo de un bachiller, o de un letrado,

necio sin duda, pus no le altera

de mis inquietos ojos el cuydado.

Que quien viéndose amar de esta manera

y siendo mozo, rico y alentado

habla del bien querer con tal desprecio,

o pica en santo, o se consulta en necio.

Amé, pené, sufrí su tiranía,

canté, lloré, temí su rigor fiero,

hablé, cansé, seguí su compañía,

llegué, culpé, reñi su amor grosero,

dudé , temblé, sentí su demasía,

juré, busqué, pedí su blanco azero,

huyó, calló, dejó mi amor constante.

¡Qué vívora! ¡Qué fiera! ¡Qué diamante!

No me quedó para ablandar su pecho

humana diligencia que no hiciera,

que a ser capaz el alma de cohecho,

con oro le comprara que me viera.

Mas temí que su amor mal satisfecho

acusara la paga de grosera;

que comprar el amor, siendo infinito,

es hacer simonía el apetito.

En efeto colérica, afligida,

con ansias, con amores, con desvelos,

sin ser, sin alma, sin razón, sin vida,

brasa mi amor, carámbano mis celos,

suelta la pena, la pasión prendida,

al monte, al Sol; al aire, y a los cielos;

me voy quejando, y vivo de esta suerte

colgada de la vida y de la muerte.

Gila Lastima tengo de ti,

si bien la razón me advierte,

que el tratarte de esta suerte

produce... ¿Dirélo?

Dorotea Si.

Gila De querer en otra parte.

DoroteaNo Gila, que si eso fuera,

si no amar, fingir supiera,

o con industria, o con arte.

Él no tiene voluntad

a mujeres, esto es cierto.

GilaEste hombre estará muerto.

DoroteaEstálo su voluntad,

pero tente; que alli viene

para que me pierda más.

(Sale fray Pedro, y Espeso, de estudiantes estudiando en un libro.)

PedroSi no estudias, no sabrás.

GilaGallarda presencia tiene.

Espeso Yo he estudiado esta lición

un mes como un descosido

y al cabo no la he sabido.

Pedro¿Y es ésa buena razón?

Espeso Yo no puedo decorar.

PedroRemedio habrá para eso.

EspesoMi nacardina es el queso,

y débeme de matar.

Gila ¿Que te apartas y retiras?

DoroteaAmo y temo.

(Mírelas Espeso a lo pícaro.)

Espeso ¡Jesu Cristo

qué gloria!

Pedro ¿Qué es lo que has visto?

EspesoAndares.

Pedro ¿Qué es lo que miras?

Espeso ¡Por Dios! Que la de esta mano.

que pisa de gerigonza

que es de lo de a mil la onza.

PedroNo te diviertas en vano,

estudia o me enojaré.

EspesoEsotra también es rayo,

y me da por el soslayo

un poco de mucho pie,

¡Jesús que pies! Guarda Pablo,

ella anda en dos baúles.

Si tuviera ojos azules

pudiera meterse a diablo.

Pedro Espeso, si algún achaque

te dan tus ojos de antojos,

sácate luego los ojos.

EspesoEl turco que se los saque,

toma para ti el remedio,

que yo los quiero muy bien.

DoroteaYo llego. En buena hora estén.

PedroAquí poner tierra en medio

importa.

Espeso ¿No la respondes?

Pedro¿Queréis algo labradora?

DoroteaMucho quiere quien te adora.

Espeso¿De qué huyes? ¿Qué te escondes?

Advierte que es Dorotea,

aquella que sabéis ya,

que salpimentada está.

(Sin mirarla ha de hablar Pedro.)

PedroSeñora el alma desea

serviros, mas perdonad,

(Aparte.)que no soy mío... (Dios mio,

dadme fuerzas, dadme brío.)

Gila¿Hay tal hielo? ¿Hay tal frialdad?

Dorotea Pues vuelve, Pedro, si quiera

a mirarme, porque yo

templa mi fuego.

Pedro Eso no,

que mirarte me perdiera.

Es arcabuz la ocasión

armado, que tiene dentro

plomo y pólvora en el centro.

Los ojos la llave son,

el pedernal que da lumbre,

es la vil naturaleza,

la pólvora la flaqueza

de nuestra misma costumbre;

y así como el alma sabe

el peligro en que me veo

cierra la puerta al deseo,

porque si aprieta la llave,

y da lumbre el arcabuz,

aunque el alma se resista

por la boca de la vista

saldrá la muerte, y la luz.

Espeso Yo que soy más material

digo Gila que te estimo.

GilaAdvierte que tengo un primo.

EspesoPrimo?

Gila Primo.

Espeso ¿Y es carnal?

Gila Es lo que Dios es servido.

EspesoTal puede ser el suceso

que no se sirva con eso;

y yo por Gila estoy...



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