E-Book, Spanisch, 224 Seiten
Reihe: Autobiografía
Serres Figuras del pensamiento
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-9784-984-5
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Autobiografía de un zurdo cojo
E-Book, Spanisch, 224 Seiten
Reihe: Autobiografía
ISBN: 978-84-9784-984-5
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
¿Pero quién es este zurdo que cojea? ¿Y si fuera el mismo Michel Serres? En este libro Michel Serres lleva a cabo el balance del trabajo de toda una vida. A sus 84 años escribe un libro sobre la invención y sobre el ingenio humano. Serres repasa en estas páginas las principales figuras del pensamiento y nos muestra cómo han influido en su obra filósofos como Nietzsche o Sócrates. Michel Serres nos describe la forma en que ha creado sus libros desde los comienzos con Hermes, hasta su más reciente Pulgarcita, pasando por sus obras Atlas, el Tercero Instruido y el Parásito. A través de los personajes y los objetos propios de sus obras consiguen encarnar a las principales figuras del pensamiento. En este libro, Michel Serres reflexiona sobre lo digital y lo humano, sobre sus límites y su esencia. Figuras del pensamiento es una síntesis antropológica, histórica y científica que busca hilos de conexión entre el presente y el futuro de la humanidad pero siempre desde las obras o el pensamiento de Michel Serres.
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Las cosas del mundo
A medida que se aleja del Big Bang, el Gran Relato del Universo relata, precisamente, la aparición de fenómenos nuevos, raros, imprevisibles, como, al principio, las interacciones y la masa; el propio mundo empieza como un acontecimiento de una rareza incalculable. Luego no deja de estallar en contingencias inventivas. Y emergen cuerpos que aumentan de peso y cuya figura se torna compleja. En los inicios aparecen el hidrógeno, el helio, el carbono, el nitrógeno y el oxígeno, con propiedades diversas, y entre ellos se hallarán, más tarde, los principios de la vida. Hay sobreabundancia de estos elementos innovadores. En la hoguera de las galaxias y de las mil nubes dispares y ardientes nacen el hierro, el manganeso, el aluminio... Se despliega poco a poco la serie de los elementos. Siguiendo este Relato —y de acuerdo con la tabla de Mendeleïev, sin embargo periódica— no se pueden deducir de una ley simple las propiedades sucesivas de los cuerpos emergentes, ni la figura que adquieren, en cada caso, la disposición y el movimiento, a menudo estocástico, de las partículas. Cada uno es novedad, brota dibujando un esquema corpuscular inédito, sí, se bifurca bruscamente. Con verdaderos golpes de efecto, el Gran Relato cuenta estos fenómenos contingentes, apariciones de elementos, producciones de figuras: invenciones.
Más adelante, por alianza de estos cuerpos simples, millones de combinaciones harán surgir numerosas moléculas distintas, cuyas fórmulas configurarán una topología exquisita y fuertemente diferenciada: ADN-doble hélice o fulereno-carbón redondo. Emergentes, sus propiedades no son, tampoco, previsibles.
El Gran Relato sigue narrando entonces estas novedades, estas contingencias inesperadas, estas bifurcaciones inéditas, surgidas en y del Universo: masas, interacciones, cuerpos simples, moléculas, galaxias, estrellas, planetas... Una vez más, estalla en invenciones.
¿Qué es entonces, en lo que a nosotros se refiere, pensar? Pensar exige vivir y seguir estas apariciones, estos fenómenos, estas figuras, sumergirse osadamente en el movimiento que las suscita. En cuanto novedades, estos cuerpos simples, estos objetos celestes, estas moléculas de conformaciones deliciosamente plegadas, aparecen como síntesis. ¿Nosotros también pensamos así?
Otra imagen más antigua, usual desde Kant: el ejemplo de la Tierra, el Sol y su movimiento recíproco, ptolemaico o copernicano —no importa—, evoca ahora fenómenos demasiado estables para el lugar que ocupan, demasiado repetitivos en las rotaciones o demasiado recientes en la edad de los astros, dudo si decir demasiado fríos, para figurar de un modo preciso el conocimiento y el pensamiento, que no son, precisamente, sino emergencias infrecuentes y que brotan como llamaradas. ¿Y qué decir, en este caso, del narcisismo cuya jactancia exhibe el sujeto humano ocupando el lugar del Sol? ¡Paranoico, este Yo-Sol! ¿Y qué decir, recíprocamente, del desprecio que arroja a todo objeto del mundo al lugar y la función de un planeta, un satélite, más o menos enfriados? No. Sustituyamos esta imagen, estable, helada, de un orgullo infantil, por la formidable inventividad del Universo en expansión.
¿Yo pienso, luego yo lo imito? No, más bien me sumerjo en su Relato, cuyo poderoso dinamismo me muestra, paso a paso, cómo inventar.
Partamos, pues, de las cosas del mundo; helas aquí.
Cuatro reglas universales
Bacteria, seta, ballena, secoya: no conocemos ser viviente del que podamos decir que no emite información, no la recibe, no la almacena ni la trata. Cuatro reglas tan universales, que estaríamos tentados de pedirles a ellas la definición de la vida. Imposible, sin embargo, por los siguientes contraejemplos. Cristal, en efecto, roca, mar, planeta, estrella, galaxia: tampoco conocemos cosa inerte de la que podamos decir que no emite información, no la recibe, no la almacene ni la trate. Cuatro reglas universales tan uniformes que estaríamos tentados de pedirles la definición de toda cosa del mundo. Imposible, sin embargo, por los contraejemplos siguientes. Individuo, en efecto, familia, granja, pueblo, metrópolis, nación: no conocemos ningún humano, solo o en grupo, del que podamos decir que no emite información, no la recibe, no la almacena ni la trata.
Este libro quiere describir figuras del pensamiento y así va a hacerlo. Para llevarlo a cabo, atraviesa en primer lugar el Gran Relato de las cosas, de los seres vivos y de los hombres, luego las cuatro reglas de la información, definida ella misma por la escasez, reglas que sostienen su proyecto o justifican también sus desarrollos. Así nosotros, los humanos, no somos tan excepcionales. La información circula en y entre la totalidad de los existentes, universalmente.
Y ahora, ¿qué es pensar sino, como mínimo, efectuar estas cuatro operaciones: recibir, emitir, almacenar, tratar información? ¿Como todos los existentes? Ciertamente, no sabemos que pensamos como el mundo porque vivimos separados de él —en apariencia, sin duda— por un espesor temporal colosal, de cientos de miles o millones de años. Ciertamente, no sabemos que pensamos como los seres vivos porque vivimos separados de ellos por un espesor temporal colosal, de millones o miles de años.
Si pensar quiere decir inventar, ¿qué supone entonces? Emitir informaciones cada vez más escasas, cada vez más controladas en su emisión, cada vez más independientes de la recepción, el almacenamiento y el tratamiento, cada vez más distanciadas de su equilibrio, contingentes, ramificadas, zurdas, cojas. Y de nuevo, sumergirse en las bifurcaciones, las ramificaciones del Gran Relato o de la evolución.
«El relámpago gobierna el Universo»: el destello de Heráclito ilumina el timón cuya inclinación indica las direcciones sucesivas en las que avanza, en cada época, el Gran Relato. Así como el rayo se bifurca, saturado de información inventiva, ramificada, el pensamiento se inclina.
Información, novedad
Común a todo aquello que tiene la suerte de existir, esta información no tiene nada en común con lo que designamos con este nombre, aquello con que los canales de los medios de comunicación nos drogan a diario; esto último se reduce a menudo a repeticiones monótonas hasta la náusea —anuncios de cadáveres, catástrofes de poder y de muertes, mentiras conocidas, puesto que las guerras y violencias ocupan hoy en día el último lugar entre las causas de mortalidad mundial. Por el contrario, proporcional a la escasez, la información de la que hablo la define Léon Brillouin como inversa a la entropía, de acuerdo con una característica de las altas energías: neguentropía.
En el momento mismo en que culmina la revolución industrial, basada en la ciencia termodinámica, la era suave1 la sustituye por un concepto surgido de la misma ciencia, pero que contradice la entropía. Así como ésta, en efecto, reina sobre lo duro, la información equivale a lo que yo traduzco como suave. Por era suave entiendo una época en la que al fin se comprende que las cuatro reglas que acabo de enunciar rigen, y ello desde siempre, y sin duda para siempre, todo aquello que, contingente, tiene la escasa suerte de existir. Esta información circula en el mundo de las cosas y entre los seres vivos tanto como entre nosotros y, constituyendo el fondo del pensamiento, justifica las líneas precedentes, en las que el pensamiento trata de abrazar las novedades del Universo y de la evolución o adaptarse a ellas.
La información en el sentido de todos los días contradice en varias cosas, por tanto, a la información que acabo de mencionar: en ella la repetición se opone a la escasez, como lo idéntico a lo nuevo y la muerte a la vida. En el sentido de la teoría de la información, la de los media aporta entonces, las más de las veces, una información nula. Inversamente, pensar significa inventar: atrapar lo escaso, descubrir el secreto de lo que tiene una suerte inmensa e infrecuente, contingente, de existir o de nacer mañana —natura, la naturaleza, designa lo que va a nacer—. Tal secreto —¿el motor del Gran Relato?— permite comprender que inventar o descubrir exigen un mismo esfuerzo para un mismo resultado, ya que todo lo que existe, contingente, comporta para emerger una cantidad dada de escasez, es decir, de novedad.
Seres vivos, ídolos, ideas
Retomemos el Gran Relato en el tiempo. Desde el inicio de los seres vivos, más de diez mil millones de años más tarde, nada permitiría suponer que cierta molécula se duplicaría. Después, durante la evolución, cuando aparece una nueva especie, emerge de los azares de la mutación y de las constricciones del medio. La mutación supone otra lectura de un mensaje —¿una falta?—, como si el lector, zurdo, o el transcriptor, cojo, hubiera bizqueado un instante. Luego la selección elimina al mutante o acoge favorablemente la monstruosa promesa: ambas operaciones tratan bifurcaciones inesperadas. Comprendemos bastante bien cómo y por qué emerge una nueva especie, pero no podemos prever el tiempo ni la forma de su aparición, como tampoco la de los cuerpos simples y las...




