E-Book, Spanisch, 216 Seiten
Trawny Martin Heidegger
1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-254-3859-2
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Una introducción crítica
E-Book, Spanisch, 216 Seiten
ISBN: 978-84-254-3859-2
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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Peter Trawny (Gelsenkirchen, 1964) es profesor en la Universidad de Wuppertal y fundador y director del Instituto Martin Heidegger, perteneciente a la misma institución. Ha sido profesor invitado en universidades y centros de investigación de Austria, Japón y China. Especialista en la obra de Heidegger, realizó estancias de investigación en la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo y ha sido editor de diversos volúmenes de la Obra Completa de este autor, entre ellos los recientemente publicados 'Cuadernos negros'. Es, también, autor de estudios sobre la obra de Ernst Jünger y Hannah Arendt, entre otros.
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Introducción
Aprecio a un filósofo en la medida precisa en
que él puede ser un ejemplo para mí1
FRIEDRICH NIETZSCHE
Martin Heidegger, al principio de su obra completa, que supera los cien tomos, escribe: «Caminos – no obras» (GA I, IV).2 Con ello quiere resaltar el carácter abierto y performativo de su pensamiento. Sus textos son Sendas perdidas, Caminos del bosque (GA 5), Hitos (GA 9). Su filosofía es De camino al habla (GA 12). El pensador aprecia especialmente El camino de campo (GA 13, 87 ss.). El plural «caminos» indica que su pensamiento no conoce un único camino, el cual aparezca terminado en una «obra».
Para Heidegger el pensamiento tiene un «carácter de camino»,3 es decir, consiste más en su realización que en la producción de una «obra»: «Yo no tengo ninguna etiqueta para mi filosofía, y carezco de ella porque no tengo ninguna filosofía propia […]» (GA 35, 83), dijo una vez en clase. Para Heidegger, filosofía no es algo que se pueda «tener». Esta acontece: pensando recorre el mundo, traza caminos en él, lo «dota de caminos» (GA 12, 186). No hay certeza en esta concepción de la filosofía de que sus caminos conducen a la verdad. Por el contrario, una filosofía que está en camino se puede extraviar.
«Sendas perdidas» («Caminos de bosque») son una especie de «extravíos», terminan en el bosque sin llegar a ningún lugar. «Hitos» son puntos de orientación en esos caminos. Encontrar el camino no es una tarea fácil. Por eso el pensamiento de Heidegger de cuando en cuando se extravía y se encuentra en un descamino. La pasión peculiar de esta filosofía implica no recelar de lo falso, de lo apartado, e incluso de lo oscuro. Esta pasión problemática de poder errar en el pensamiento, pues no hay ninguna certeza de estar en el «recto camino», es uno de los escándalos que la filosofía de Heidegger despierta una y otra vez. Para ciertos pensadores es uno de los pocos filósofos realmente importantes del siglo XX. Por ejemplo, en opinión del físico Carl Friedrich von Weizsäcker, es «quizá el filósofo del siglo XX»;4 en cambio, muchos críticos lo rechazan de plano. Y una razón poderosa de este rechazo es el funesto extravío de Heidegger en el nacionalsocialismo.
«El calado de una filosofía se mide, si aquí cabe una medición, en su fuerza para el errar» (GA 93, 16), escribe Heidegger en las Reflexiones VII, uno de sus llamados Cuadernos negros. La publicación de cierto número de estos apuntes en la primavera de 2014 provocó el hundimiento de la recepción del pensamiento de Heidegger. Aunque era conocido desde hacía tiempo que a principio de los años treinta el filósofo osó adherirse al nacionalsocialismo, nadie sabía que en el ámbito privado un antisemitismo manifestado de manera esporádica revistió para él importancia filosófica. Y eso exactamente demuestran los apuntes de los Cuadernos negros, escritos entre 1938 y 1948.
Según esto, una introducción a la filosofía de Martin Heidegger introduce necesariamente en su antisemitismo. Pero ¿no hay en ello una razón para cesar en el intento de escribir tal introducción? Más bien, ¿no habríamos de prevenir frente a semejante «filosofía»? ¿No habríamos de confinarla al «armario del veneno» de la historia y solo permitir el acceso a aquellos que son maduros en su formación para conocer también los descarríos?
Tenemos que exponer con meridiana claridad el núcleo de las manifestaciones antisemitas que aparecen en el pensamiento de Heidegger. Hemos de acentuar que esta exposición contendrá una cierta interpretación, que mantendrá lo altamente problemático y descarriado a partir de varios aspectos presentes en los apuntes de Heidegger sobre los judíos. A diferencia de otros intérpretes, no creo que todo su pensamiento haya de tacharse de antisemita. He reelaborado casi por completo mi introducción de 2003 porque no podía dejarla intacta después de conocer los Cuadernos negros.
Lo cierto es que lo enojoso y provocativo en el pensamiento de Heidegger no puede reducirse a sus extravíos en la política y en la concepción del mundo. Según parece, esa dimensión tiene muchas fuentes, las mismas que han mostrado y siguen mostrando tanto una ardiente veneración como un amargo desprecio por este pensador. Hans-Georg Gadamer, uno de los más influyentes discípulos de Heidegger, confesaba en una carta, a los 71 años, que debía gratitud a su maestro. Pero luego decía con palabras muy significativas:
Y también sé muy bien que precisamente mi tendencia a la moderación, que implica una última indecisión, elevada casi a principio (hermenéutico), me ha hecho persona de actitud moderada y aceptable, donde su posición originaria es inaccesible y parece inadmisible.5
El pensamiento de Heidegger es todo menos «moderado». El filósofo conoce los extremos y habla sin rodeos, en cuanto pone como norma lo extremo y no quiere pensar en otra dirección. Una y otra vez convierte en tema suyo las «decisiones» y las «rupturas», los cortes profundos y los terrores de la existencia, pero también lo salvífico, que toda vida conoce. Las dos mitades del siglo XX ¿no estuvieron afectadas de manera extrema por guerras y genocidios? De hecho, a los ojos de los filósofos y las filósofas, lo singular del siglo XX estuvo en que ellos (y ellas) debieron responder necesariamente a sus acontecimientos: las guerras mundiales, la Shoah, las revoluciones. No hay ningún otro siglo de la historia europea que arrastre la filosofía de manera tan ineludible al cauce de sus catástrofes. También el pensamiento de Heidegger tomó posición ante las catástrofes de este siglo, y de esa manera se ha convertido en una especie de manifestación de la época.
Por supuesto, esto no significa que el pensamiento provocador de Heidegger pueda referirse en exclusiva a sucesos concretos. Se pude notar el nada disimulado afán de provocación cuando Heidegger, en una conferencia de 1952, pronuncia las escandalosas palabras: «La ciencia no piensa» (GA 7, 133). ¿No sabía que con ello escandalizaba a muchos científicos? ¿No se daba cuenta de que sus palabras ofendían al amor propio de los profesionales académicos de la filosofía, que no querían exponerse a contradecirse constantemente? Sin embargo, por provocadora que parezca la frase, es muy comprensible si la entendemos en el contexto. De nuevo evoca con alto patetismo una «decisión» y expresa que no puede tolerarse la indiferencia. La filosofía ¿es o no es una ciencia en el sentido moderno? Heidegger explicó desde el principio que, en el sentido aristotélico o hegeliano, la filosofía o bien es la ciencia de todas las ciencias, o bien no es ninguna ciencia. Pero una filosofía que se interprete científicamente ¿cómo ha de proceder con un pensamiento que rechace toda exigencia de justificarse ante una instancia o incluso institución superior a él, también ante una institución de tipo moral?
«Pensar es rendir gratitud» (GA 8, 149 ss.), dice Heidegger en una lección de principios de los años cincuenta. Pensar, expone, no es ninguna ciencia, sino un «agradecer»; en apariencia esto es una exageración patética. Tal manifestación sigue provocando extrañeza y se atribuye a veces al estilo del filósofo, considerado como una especie de kitsch. En realidad, este pensamiento evoca solo lo que también está implicado en la palabra «razón»,* a saber, que el pensamiento no es ninguna facultad espontánea, sino que está vinculado a lo que él «percibe». De nuevo parece que se trata de una «decisión»: el pensamiento ¿se crea él mismo sus pensamientos, o bien los recibe? El hombre ¿se ha inventado el lenguaje, o bien él mismo brota del lenguaje?
La sentencia «pensar es agradecer» puede entenderse también de otra manera. Aunque muchos críticos, cuando sospechan aquí una pose profética, se asusten del tono nada «moderado» de Heidegger y de una dimensión de hecho esotérica en su pensamiento, no puede pasarnos desapercibido que ningún otro filósofo alemán del último siglo tuvo tantos alumnos importantes como él y entabló diálogo con tantos y tan variados pensadores. Entre los discípulos merecen mención especial Hans-Georg Gadamer, Karl Löwith, Hans Jonas y Herbert Marcuse. Hannah Arendt recibió enormidad de enseñanzas de su maestro y amado. Heidegger desarrolló una disputa filosófica con Ernst Jünger. Entre él y los filósofos Max Scheler y Karl Jaspers se produjo un importante intercambio de pensamientos. Junto con el psicoanalista Medard Boss fundó el «análisis existencial». Profusos intercambios epistolares documentan las amistades con la pedagoga Elisabeth Blochmann y con Imma von Bodmershof, la viuda de Norbert von Hellingrath, el venerado editor de Hölderlin. El teólogo Rudolf Bultmann aprendió de él en su época de Marburgo. Los germanistas Max Kommerell, Emil Staiger y Beda Allemann se dieron cuenta de su genio hermenéutico. Paul Celan buscó su cercanía en un ir y venir entre atracción y rechazo. Después de la guerra Heidegger tuvo relaciones en Francia con Jean Beaufret y sus discípulos, y hubo un encuentro entre el filósofo y el poeta René Char. Son muchos más los que merecerían mención. Si «pensar» es un...