Urbieta Jocano | Exigencia y ternura | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 192 Seiten

Reihe: Educar Práctico

Urbieta Jocano Exigencia y ternura

Cartas pedagógicas para acompañar una vida en crecimiento
1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-288-2282-4
Verlag: PPC Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Cartas pedagógicas para acompañar una vida en crecimiento

E-Book, Spanisch, 192 Seiten

Reihe: Educar Práctico

ISBN: 978-84-288-2282-4
Verlag: PPC Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Este libro nace de dos convicciones: la primera es que la exigencia junto a la ternura debería ser el criterio pedagógico fundamental en el acompañamiento de los alumnos e hijos en su crecimiento como personas. En efecto, este criterio, aplicado con constancia y de forma simultánea, logra más fácilmente objetivos positivos cuando se aplica correctamente; es decir, cuando hay que ser exigente, se hace con ternura, y la ternura ha de ir acompañada de firmeza más que de permisividad. La exigencia y la ternura parecen actitudes educativas contradictorias o que se excluyen. Sin embargo, en la vida de cada día, la exigencia sin ternura o la ternura sin exigencia hacen deficitaria la intervención educativa. La segunda convicción es que un buen acompañante educativo, tanto en el colegio como en la familia, ha de intentar hacer su tarea desde la síntesis entre el maestro que es, el educador que propone y el pedagogo que sabe aplicar la dosis conveniente en el momento oportuno. Estas cartas han sido amasadas poco a poco, con los ingredientes de la experiencia personal y a través de múltiples charlas y encuentros con profesores, y en las Escuelas de Padres y Madres que el autor ha dirigido durante estos últimos casi veinte años. Su mirada se vuelve hacia los educadores que trabajan en la construcción de personas adultas tanto en el colegio como en la familia, dos lugares pedagógicos y educativos fundamentales cuya implicación y apoyo mutuo son imprescindibles para caminar en la misma dirección y para que el alumno-hijo advierta que, tanto en el colegio como en la familia, el norte está en el mismo sitio.

José Ramón Urbieta Jócano nacíó en Trapagarán (Vizcaya) un día de invierno de 1940. Sus estudios se centran en la teología y en la pedagogía, con sus títulos académicos correspondientes, aunque ha sido la educación lo que más ha trabajado a lo largo de su trayectoria académica y de experiencia educativa directa. Su experiencia ha sido amasada por su reflexión y su práctica, con sus estudios académicos y sus amplias experiencias en ámbitos muy diversos de la sociedad. En los últimos casi veinte años ha dedicado su ilusión y su experiencia a la dirección y animación de hasta quince escuelas de padres y madres, ha dado muchas conferencias a profesores, ha participado en diversos congresos sobre educación y ha publicado múltiples artículos en revistas educativas. En estos años ha publicado dos sencillos y bellos libros: 'El regalo de sí mismo' y '30 gotas de Evangelio', ambos en la editorial Narcea. Ahora, a sus 70 años, nos ofrece 'Exigencia y ternura', dirigido a educadores, sean profesores o padres, con la satisfacción -como él dice- de que sea PPC quien lo publique.
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Maestro Goro, has de llegar a ver toda la riqueza que encierra la persona de Pinocho


Querido maestro Goro:

Según leemos en el cuento, intentaste por todos los medios que Pinocho fuese a la escuela para hacerse un muchacho como es debido; pero olvidaste otros aspectos de su personalidad. Creías que bastaba con enviarle a la escuela y desentenderte de él.

La escuela era para Pinocho muy importante, imprescindible; pero deberías haber visto en él y haber tenido en cuenta para su educación toda la riqueza que encerraba en su interior. Y, aunque Pinocho detestaba la escuela y la educación, debiste ser más firme en tu intervención con él, porque su vida encerraba más potencialidades que las solo académicas.

A eso quiero referirme, Goro de hoy, en esta carta.

He leído que los maoríes de Nueva Zelanda miran intensamente a los ojos de sus visitantes. Y, después de un buen rato, cuando han leído en su corazón, dicen: «Te veo». Y es que, para llegar a ver, es necesario mirar... y mirar... y mirar.

¿Miras a Pinocho con monóculo?

Seguramente nunca has visto unas gafas para tres ojos. Y no sé si tú, maestro Goro, eres de esos educadores que miran bien y miran despacio a Pinocho, hasta que llegan a ver que es cuerpo, mente y espíritu.

Por eso deseo hacerte una pregunta: ¿has logrado ver en Pinocho las tres dimensiones que señalo? ¿O formas parte, por el contrario, de esos educadores que ven a Pinocho, incluso a sí mismos, de forma reducida, con mirada de jíbaro, que reducen lo que realmente Pinocho es?

Puede que algunas veces hayas mirado a Pinocho con monóculo y solo hayas visto sus necesidades físicas, y, puesto a educar, hayas creído que su educación es solo crianza: cuidas de Pinocho, intentas que no le falte de nada, que tenga lo que tienen todos, que sea como los demás, que posea los conocimientos académicos adecuados o que tenga lo que tú no tuviste de niño; cuidas de su salud, de su bienestar, y hasta le concedes caprichos. Evidentemente, maestro Goro, criar a Pinocho es básico, es fundamental; pero ver a Pinocho solo en su dimensión física es ver poco de lo que realmente es. Eso puede sucederte si te encuentras superado, si no te sientes preparado e ilusionado para educar.

Si tus gafas son un monóculo que no ve más que con un ojo, entonces te dedicarás a su crianza, pensarás que ya haces bastante y que lo demás lo haga el colegio; pero Pinocho es más.

¿Miras a Pinocho con gafas para dos ojos?

También puede sucederte, maestro Goro, que veas a Pinocho con gafas para dos ojos y que logres ver, además de sus necesidades físicas, las necesidades de su inteligencia. En ese caso ya habrías dado un gran paso en tu visión sobre él, y, puesto a educar, actuarás teniendo en cuenta que la educación, además de ser crianza, sea también enseñanza, aprendizaje de cosas útiles para su vida, a fin de que aprenda a desenvolverse y valerse bien en ella.

Si ves a Pinocho por las gafas de dos ojos, entonces formas parte de esos educadores que creen que, a más estudio, más posibilidades de felicidad, sobre todo futura; educadores que creen que la educación es un instrumento de hoy para ganarse la vida y lograr una buena posición futura en la sociedad.

Estos educadores –no sé si estarás tú entre ellos– llegan a ver, además, la necesidad de enseñar a Pinocho valores de referencia basados en la dignidad de la persona, valores universales propios de lo mejor de nuestra cultura; intentan inculcar en Pinocho el valor de la vida, de la libertad, de la paz, de la justicia, de la solidaridad, del respeto a cada persona, a los pueblos y su cultura, a la ciudadanía responsable, al cuidado de la naturaleza... Todo eso ya es mucho. Pretenden, sobre todo, que Pinocho sepa de todo porque creen que si Pinocho sabe más, las cosas le irán mejor; se preocupan, y mucho, por la marcha académica de Pinocho, y también por su conducta personal y social; pero piensan que la educación es sobre todo aprendizaje académico, y que para eso ya está el colegio y los profesores, que son los únicos que han de hacer toda la labor.

¿Has llegado a mirar a Pinocho con las gafas de los tres ojos?

No sé si formarás parte de esos educadores que ven en Pinocho una persona venida a este mundo para crecer física, mental y también espiritualmente, y que su felicidad tiene mucho que ver con la armonía de esas tres dimensiones. Armonía en el núcleo mismo de su persona vista íntegramente, plenamente. Si eres de este tipo de educadores, maestro Goro, seguro que orientarás su tarea, por supuesto a la crianza y a la enseñanza académica, pero no olvidarás ni descuidarás su espiritualidad.

Espiritualidad no es lo mismo que religión, aunque todas las religiones incluyen una espiritualidad.

Entiendo que «espiritual» es una persona plenamente lograda, que no niega ni reduce nada de sí misma, que se entiende a sí misma creciendo y se vive creciendo por entero, con entereza. A esta entereza por ser uno mismo y al poner en práctica lo mejor de sí, los antiguos lo llamaban virtud, una palabra que hoy está en desuso y que muchos rechazan como ñoña y trasnochada. Pero puede sucederles que, al rechazar la palabra –en la que pueden percibir cierto tufillo a rancio–, también rechacen sus contenidos auténticos y valiosos.

Virtud es la fuerza del espíritu que pone en funcionamiento lo mejor de cada uno. Y eso es de gran importancia y de gran trascendencia para la educación de Pinocho. Es, a mi juicio, maestro Goro, una gran meta educativa que has de mimar en la educación de Pinocho.

¿Que cómo es una persona espiritual?

Pues mira, a mí me parece que espiritual es aquella persona que sabe vivir sus dificultades con fortaleza y con afán de superación; que es bondadosa y amable; que es leal consigo misma y fiel a los demás; que es alegre y cordial; que es, al mismo tiempo, delicada y firme; que es desprendida y generosa, al mismo tiempo que austera; que es servicial; que es honrada, humilde y justa; que es esforzada y autodisciplinada; que es creativa, entusiasta y moderada; que es paciente, preocupada por los otros y veraz; que es respetuosa, tolerante, compasiva, misericordiosa y capaz de perdonar; que es responsable y segura de sí misma...

Como puedes apreciar, maestro Goro, este tipo de cualidades o de virtudes no tienen nada de ñoño, y señalan que, además de la buena salud física e intelectual, existe la buena salud espiritual, una salud que no se logra a base de conceptos, sino de conducta y de hábitos «virtuosos» que Pinocho ha de «ver» en ti.

Creo que no deberías renunciar a esta dimensión si deseas educar a Pinocho por entero.

Si llegas a ver esto y lo practicas, la alegría no será solo una meta lejana que propones a Pinocho para el día de mañana, sino una manera de vivir el presente, de recorrer el camino de su vida, una manera de ser persona en la vida de cada día, una sabiduría para vivir dignamente. Ver esto en Pinocho creo que es verle por entero, con las gafas de los tres ojos. Pero no puedo ocultarte, maestro Goro, que la dimensión espiritual de Pinocho –y la tuya propia– tiene sus problemas hoy día y constituye un verdadero reto educativo que implica una decisión firme por tu parte. Es el reto de despertar y cuidar la vida «espiritual», tanto en Pinocho como en ti.

El ejemplo es el mejor recurso pedagógico

La edad de los adultos debería contarse a partir del día en que deciden vivir plenamente. No cabe duda de que ser adulto es el mayor reto que cada uno tiene consigo mismo. Por eso será muy difícil que puedas acompañar a Pinocho por el camino de su crecimiento si tú, maestro Goro, no estás comprometido contigo mismo en crecer «del todo». Pinocho todavía no es adulto, pero necesita que tú sí lo seas. El dinamismo que su vida encierra y el objetivo de la educación es hacer posible que llegue a serlo, y nada mejor que el acompañamiento ejemplar de un adulto a fin de que Pinocho logre adquirir una percha en la que colgar su vida.

Efectivamente, necesita descubrir el sentido de su vida, saber qué quiere decir vivir y empeñarse en su propia vida. No solo adquirir medios para vivir o lograr metas sociales, sino descubrir el fin de la vida misma, su sentido, su para qué, y decidir vivir con sentido.

Es el reto de la educación: conseguir personas con buena percha, logradas, que se tienen en pie personal y socialmente. Es el tejido que tanto el colegio como la familia están llamados a realizar conjuntamente: que Pinocho crezca en todas sus dimensiones: en altura y calidad de vida, no solo en estatura; en anchura y amplitud de miras, no solo en mente engordada con montones de datos; en profundidad e integridad de espíritu, no solo en bellas imágenes virtuales.

Eso será hoy una ilusión vana si tú, maestro Goro, no eres una persona adulta, que ya has tejido –o estás en ello– toda la riqueza que guarda tu corazón, porque no estás llamado a reducir tu vida, sino a ensancharla.

Para el logro de este objetivo es necesaria la colaboración colegio-familia

No existe ningún Goro –sea...



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