Valenzuela Arce | Las morras tumbadas | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 208 Seiten

Valenzuela Arce Las morras tumbadas

No necesitan de un cabrón para sentirse amadas
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-19407-57-3
Verlag: Ned Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

No necesitan de un cabrón para sentirse amadas

E-Book, Spanisch, 208 Seiten

ISBN: 978-84-19407-57-3
Verlag: Ned Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



El corrido tumbado está cambiando de dueño. En un campo hasta ahora dominado por los hombres, las mujeres están empezando a reclamar su lugar. Así, figuras como Jenny 69, Michelle Maciel e Ivonne Galaz se perfilan como la contraparte femenina de Peso Pluma y Natanael Cano. Ellas son las morras tumbadas. Pero ¿cómo influyen estas nuevas voces sobre el género del corrido?, ¿qué cambios operan sobre él? y ¿cómo se relacionan con una tradición eminentemente masculina? Los corridos, derivados de la música regional mexicana, reflejan la realidad de las experiencias de jóvenes contemporáneos. En un campo musical fundado sobre códigos de virilidad y dominado por hombres, las mujeres han tenido que crear sus propias estrategias para tomar protagonismo. A través de la música, buscan participar en la cultura y sentirse fuertes, empoderadas, dueñas de sus propios cuerpos. Pero, a la vez, parecen no poder escapar de los intereses comerciales de un sistema salvajemente neoliberal: presentismo, desclasamiento y encumbramiento del dinero. Los corridos de las morras tumbadas han resignificado la escena de la música mexicana. Partícipes de discursos similares a los de sus equivalentes masculinos -con letras que ensalzan la violencia y la narcocultura-, las morras dan un sentido nuevo a los viejos códigos: si en el hombre la violencia es afán de sometimiento, en las mujeres es lucha de resistencia, intento de huida del control masculino. Sus propuestas se inscriben (de manera implícita y contradictoria) en una larga historia tapizada con esfuerzos libertarios de millones de mujeres y los intentos de los hombres para mantener incólume su dominación, dentro de un sistema capitalista, patriarcal y colonial.

José Manuel Valenzuela Arce es profesor investigador emérito de El Colegio de la Frontera Norte, investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), del Conacyt, y Creador Emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) de la Secretaría de Cultura. Es doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Sociología por El Colegio de México y doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Baja California. Premio Nacional de Ciencias y Artes 2023 en la categoría de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía. Uno de sus libros más recientes es Corridos tumbados. Bélicos ya somos, bélicos morimos (NED Ediciones, Universidad de Guadalajara e IIC-Museo UABC).
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Prólogo

Buchonas, reinas y tumbadas: mujeres en el regional mexicano

Merarit Viera Alcázar

Pronto me verán

que nosotras las mujeres también rifamos...

Itzel Vida

Comienzo y desarrollo este texto hablando de malestares. Esos malestares que, siendo mujer, académica y feminista se experimentan de manera cotidiana en una cultura que, construida desde un sistema patriarcal, ha permeado la legitimidad de la palabra, de la enunciación y del actuar de las mujeres y las disidencias sexo-genéricas en todos los espacios sociales. En ese sentido, como bien es señalado en este libro escrito por José Manuel Valenzuela, en la música regional mexicana no hay una excepción.

Nací y crecí hasta los 17 años en San Quintín, Baja California, donde la estación de radio más popular era de Los Ángeles, California; recuerdo que mis mañanas y desayunos tenían como soundtrack a Chalino Sánchez con la canción de las «Nieves de enero», o que unos de los hits de mi juventud temprana fue la música de Selena y bailar con mis amigas «El chico del apartamento cinco doce». Supongo que estos antecedentes musicales hicieron que mi familiaridad por los ahora popularizados corridos tumbados en las nuevas generaciones no me causara molestia, a diferencia de muchas de las personas de mi generación, más identificadas con el mundo «rockero»; de hecho, puedo afirmar que disfruto los sonidos del requinto de las guitarras y los bajos agudos de los corridos.

Hace ya un tiempo que me he interesado no solo en hacer visible la participación de las mujeres en escenarios como el punk rock, el reguetón, el rap/hip-hop, la trova, etc. (Viera, 2016: 2021), sino también, desde las epistemologías feministas, por comprender cómo las relaciones de poder que constituyen al género como una normatividad, binaria y heterosexual (De Lauretis, 1996), tienen impacto en sus experiencias en el ser/hacer de mujeres jóvenes músicas. De ahí que mi malestar principal es y ha sido la falta de reconocimiento a la participación de las mujeres como productoras de «cultura», como sujetas de acción no solo en el propio campo de los escenarios musicales, sino también en el campo de los estudios relacionados con el análisis de la música y las juventudes. Así que recibir una invitación para dejar mis reflexiones sobre Morras tumbadas me proporciona una grata satisfacción para subsanar un poco más este malestar que ha sido guía en mi andar.

Como feminista, estoy convencida de que basta de pensar en las mujeres como adornos-objetos. Es tiempo por fin de identificar, como lo dice Itzel Vida (2022), que «nosotras las mujeres también rifamos» en todos los ámbitos musicales y de la vida social. Por ello, este libro dedicado a las jóvenes es un gran logro de los feminismos y de las mujeres que han protagonizado el estilo musical de la regional mexicana. Y es que, a pesar de que nosotras hemos sido nombradas desde los estudios de juventud con experiencias diferenciadas a las de los hombres (Feixa,1998; Valenzuela, 1997; Urteaga 1998), pocas veces se ha problematizado al género de manera articulada con la juventud de manera crítica y desde una perspectiva feminista en las investigaciones (Viera, 2017).

Pienso que la participación y creación de mujeres jóvenes en la música regional mexicana, haciendo corridos, contribuye a cuestionar y transformar la «tiranía cultural» hegemónica existente de manera estructural. Entiendo a la «tiranía cultural» haciendo alusión a lo que Anzaldúa (2015) afirma:

La cultura le da forma a nuestras creencias. Percibimos la versión de la realidad que la cultura nos comunica. A través de la cultura se nos transmiten paradigmas dominantes, conceptos predefinidos, incuestionables e indiscutibles. La cultura está conformada por aquellos en el poder, los hombres (Anzaldúa, 2015, pág. 74).

Y es que la propia historia de los corridos ha dejado ver, principalmente, la experiencia de vida de los hombres (pensados en términos universales) como parte del reflejo de las vivencias y preocupaciones del pueblo (De la Garza, 2016) mexicano. Este pueblo ha sido fuertemente atravesado por un sistema patriarcal donde las mujeres han tenido que generar estrategias de acción para dejarse ver y ser protagonistas.

Como bien se expone en este libro, la música regional mexicana derivada en corridos, narcocorridos y corridos tumbados, entre otros, son producciones culturales que reflejan la realidad que enmarca también las experiencias juveniles. En estas se magnifican expresiones de violencia, deseos egocéntricos e individualistas de poder económico resultado de un capitalismo y neoliberalismo voraz; estereotipos de género donde las mujeres, sus cuerpos y sexualización son objetivados o representados bajo la mirada o deseo masculino. Esto no es nuevo ni exclusivo de este estilo musical. Estas caracterizaciones han estado presentes desde su origen; sin embargo, la exaltación discursiva normalizada en los actuales corridos tumbados ha provocado un «pánico moral y sexual» e incluso «prohibición» de sus líricas, alegando que glorifican la problemática de violencia vinculada con el narcotráfico o la violencia contra las mujeres y de género, sobre todo en los estados fronterizos.

Bajo este panorama aparentemente negativo alrededor de los corridos, algunos cuestionamientos aparecen en mi reflexión: ¿cómo pensar la creación de corridos como formas de resistencia y «contracultura» de las personas jóvenes? Y más aún: ¿cómo las mujeres jóvenes, mediante su ser/hacer corridos, pueden ser irreverentes ante la «tiranía cultural» masculina/patriarcal? Las paradojas y contradicciones están de manera constante y efímera en la realidad juvenil, y demarcan cambios generacionales y significaciones en transformación alrededor de la cultura hegemónica, adultocéntrica y patriarcal.

Una posible respuesta se expresa en lo que Valenzuela identifica como el «presentismo juvenil intenso», el mismo que se manifiesta en acciones o prácticas impulsadas por la incertidumbre de un devenir y donde, como sostiene en esta obra:

Las mujeres se autoidentifican como poderosas, libres, empoderadas, independientes, cabronas, reinas, «perras» (bad bitch), infieles, pisteadoras, fumadoras, bailadoras, que disfrutan su sexualidad, tienen autoestima alta, se asumen como buchonas con acceso al uso de ropa cara y de marca muy cara, que han logrado superarse, que tienen mucho dinero y alto poder adquisitivo.

Si algo queda claro en los corridos —algunos más tumbados que otros— es que las mujeres deciden expresar lo que «la intensidad de su vida (re)significa»; lo que deviene cotidianamente por los riesgos de su condición de ser mujer. Lo hacen siendo protagonistas, tomando la palabra y enunciando en lo público desde su posibilidad de acción. La enunciación de morras en los corridos, como se puede ver a lo largo de este libro, expresa vivencias y experiencias que, acompañadas de líricas, permiten cuestionar —a veces de manera más evidente, otras veces de forma más sutil o incluso casi confusa— la potencia de acción de las mujeres músicas.

Morras tumbadas e irreverentes

Más que en las narrativas feministas, las tumbadas abrevan y resisten desde sus experiencias y la resignificación de sus cuerpos, rompiendo con referentes centrales del orden patriarcal, pero, al mismo tiempo, alimentan la lógica e intereses comerciales del sistema... (Valenzuela, Las Morras Tumbadas).

Es y ha sido muy común pensar a las mujeres que de alguna manera tienen contacto con los escenarios o contextos de la música regional mexicana como «buchonas» o «reinas», lo cual puede tener distintas connotaciones positivas o negativas; esto es parte de la magia de las paradojas de la vida. De manera interesada mi reflexión se centra en exaltar la «irreverencia» del ser/hacer corridos por mujeres; para ello, retomaré el debate que desde los estudios culturales feministas hemos trabajado al pensar a las mujeres como productoras de cultura. Aclaro que quiero dar un giro/fracturar y tensar a esa cultura «tirana patriarcal» con el fin de repensar a las prácticas musicales de las morras tumbadas como una posibilidad que deja ver un entramado de relaciones de poder donde ellas cuestionan y transforman el orden simbólico de las representaciones que se configuran sobre ellas y su actuar (Cejas, 2016).

Entiendo que el ser/hacer corridos permite a las jóvenes «la posibilidad de una lectura diferente de la cultura a través de prácticas que son para nosotras una puerta de ingreso “al contexto material de las desigualdades de las relaciones de fuerza y de poder”» (Grossberg, 2009, pág. 32), y al hacerlo en clave femenina, y a veces también feminista, les permite estratégicamente reposicionarse en un lugar no subordinado. Para ello, retomaré la representación de la «buchona» y la «reyna» desde sí mismas, dejando de lado sus posibles vinculaciones con la mirada masculina. Si bien la representación de la buchona presenta características estéticas corporales hipersexualizadas y son identificadas como las novias de los narcos —o de los músicos cantantes de corridos—, también les permite estratégicamente reposicionarse en la jerarquía de poder. Una buchona que hace corridos, y entre más tumbados sean, nos recuerda que ella es una Reyna, es la que manda. No necesitan de un cabrón para sentirse amadas. Es una sujeta de acción y generadora de conocimientos/saberes transformadores, no de manera romántica, sino en constante tensión con la tiranía cultural patriarcal....



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