Wolf | Europa y la gente sin historia | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 577 Seiten

Reihe: Historia

Wolf Europa y la gente sin historia


1. Auflage 2022
ISBN: 978-607-16-7529-3
Verlag: Fondo de Cultura Económica
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

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Reihe: Historia

ISBN: 978-607-16-7529-3
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Eric R. Wolf reconsidera la historia en cuanto ha sido decidida no sólo por los grandes acontecimientos, los movimientos religiosos y políticos y las inclinaciones o necesidades económicas, sino también por esos testigos y víctimas involuntarios de los grandes cambios o evoluciones del acontecimiento humano.

Eric Robert Wolf (Viena, 1922-Nueva York, 1999) fue una de las figuras más relevantes para el desarrollo de la antropología en México. Durante sus numerosas visitas a este país realizó estudios sobre la cultura mesoamericana y el campesinado mexicano que luego publicaría en libros como The Valley of México. Studies in Prehispanic Ecology and Society (1972). Fue profesor de las universidades de Illinois, Virginia, Yale, Chicago y Michigan. Entre sus obras también sobresalen Pueblos y culturas de Mesoamérica (1967), Guerras campesinas en el siglo XX (1972) y Envisioning Power: Ideologies of Dominance and Crisis (1999).

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PREFACIO A LA EDICIÓN DE 2010
UN LIBRO PARA EL SIGLO XXI Bien podría argumentarse que Europa y la gente sin historia del difunto Eric Wolf es hoy aún más relevante de lo que fue cuando se escribió. En este todavía vigente estudio de antropología global comparativa, Wolf analiza no sólo las dinámicas de la cultura y la identidad, sino también las relaciones de poder y los procesos económicos, además muestra cómo los antropólogos pueden aprender de la historia global y el motivo por el cual los historiadores deben interesarse en los métodos y perspectivas de la antropología. En 1982, cuando se publicó por primera vez, no existía un trabajo comparable en ninguna otra disciplina académica. Años antes de que el concepto se volviera un lugar común, Wolf demostró la importancia del trabajo de campo antropológico en sitios múltiples, argumentando de manera persuasiva que incluso los procesos globales deben estudiarse en sus contextos locales. Wolf permanece como uno de los pocos antropólogos que han descrito, con un lenguaje reconociblemente antropológico, los procesos históricos que condujeron a la creación del mundo moderno. En este libro, Wolf aplica el sesgo profesional del antropólogo a la historia del colonialismo, es decir, favorece la perspectiva del miembro de la comunidad y la importancia de la escala local para comprender la escala global. A diferencia de los historiadores del colonialismo, sin importar sus alianzas teóricas o ideológicas, Wolf tuvo un agudo interés en las organizaciones de parentesco y en las cosmovisiones y estructuras políticas indígenas, y mezcló esta perspectiva antropológica con una infusión de economía política y macro-historia. Al tomar en cuenta la transición del modo tributario de producción al capitalismo, Wolf demuestra su alianza con las perspectivas marxistas en torno a las innovaciones tecnológicas y cambios en las relaciones de producción; posteriormente procede a señalar por qué estos factores deben comprenderse en los contextos de sistemas de parentesco y de culturas locales. Sus análisis, frecuentemente mediados por la ideología y las relaciones de propiedad, tienden a gravitar hacia la intersección entre cultura y poder. Al cambiar el enfoque de los procesos globales de sus propiedades formales a su enraizamiento en circunstancias locales, Wolf indica maneras en las cuales etnografías locales pueden estudiarse desde una perspectiva histórica, no sólo en la tradición del particularismo histórico de Franz Boas, sino también en el contexto de la historia global del capitalismo, la expansión colonial y el crecimiento del Estado. Wolf muestra cómo el mundo estuvo a punto de convertirse en un solo lugar durante el apogeo del colonialismo, cómo los destinos humanos se entretejieron lentamente de manera más intrincada, cómo crecieron discrepancias de poder globales —en un principio modestas— y cómo la hegemonía europea, o del Atlántico norte, eventualmente se convertiría en una característica determinante del mundo humano. Al descartar el nacionalismo metodológico, tanto en el sentido literal como en el sentido antropológico clásico de estudiar grupos humanos nombrados con identidades compartidas, historias continuas y fronteras claras, Wolf adoptó una aproximación que privilegia conexiones sobre sistemas cerrados, movilidad sobre estabilidad, impureza sobre pureza. No sólo rechaza la nación-Estado como unidad de análisis natural, sino que trata a los “pueblos”—grupos étnicos o tribus— como sistemas dinámicos, con fronteras borrosas, inherentemente susceptibles al cambio. Por lo tanto, a diferencia de muchos antropólogos clásicos que escriben sobre las Américas, Wolf no considera los modos de vida contemporáneos entre los amerindios como vestigios de la era precolombina, sino como el resultado de siglos de contacto directo e indirecto. Tal como lo muestra esta obra, el mundo es un lugar en el cual las identidades y culturas nunca permanecen fijas, en donde el cambio sistemático que resuena en él asegura que “un hombre nunca puede entrar al mismo río dos veces”, donde las personas reconstruyen eternamente su barco en altamar mientras se esfuerzan por ganarse la vida. Cabe señalar que la perspectiva de Wolf no es la del “tercermundismo”; a pesar de que no relativiza la pobreza o la opresión, tampoco utiliza conceptos occidentales de desarrollo como puntos de referencia en el estudio de los logros de “el resto”. Por lo tanto, a pesar de estar familiarizado con ellos, el análisis de Wolf es cualitativamente distinto a los estudios de académicos como Immanuel Wallerstein y André Gunder Frank. Los mundos locales, como aparecen en este libro, son irreduciblemente “glocales”: están marcados y a veces dominados por procesos económicos transnacionales, pero se adaptan de maneras flexibles: retienen, adoptan y transforman rasgos culturales a medida que avanza el tiempo. II La contribución de Wolf a la antropología histórica global ha sido ampliamente reconocida. Sin embargo, su trabajo también fue innovador en otros aspectos. En particular, su perspectiva dinámica y sistémica de las culturas como entidades ilimitadas en constante cambio —la cual tendría un enorme impacto en la antropología cultural algunos años después— constituyó una crítica al concepto clásico de cultura propuesto por Boas. No obstante, mientras que los críticos posteriores al concepto de cultura fueron posestructuralistas y posmodernistas (por ejemplo el grupo “writing culture”, véase Clifford y Marcus, 1986), la revisión radical de Wolf de tal concepto surgió de intereses muy diferentes. Su razonamiento era que, dado que las comunidades siempre han estado conectadas mediante relaciones de poder, política, comunicación y comercio, sus culturas no podían estar más limitadas que sus correspondientes relaciones sociales. Por consiguiente, los límites sistémicos son siempre relativos en los análisis de Wolf. Ya en la década de 1950 él había hablado sobre las redes en las relaciones de grupo que “se extienden a través de niveles intermedios desde el nivel de la comunidad hasta el nivel de la nación” (Wolf, 1956: 1065). En Europa y la gente sin historia traza estas redes de relaciones entre grupos por medio de una sucesión de capas históricas y muestra, despejando cualquier duda, las razones por las que la idea de tribus o comunidades aisladas es absurda. Tomar en cuenta diversidades internas, fronteras borrosas y transformaciones históricas no equivale a decir que las sociedades o culturas no existen, o que todas están mezcladas de la misma forma. Las fuerzas centrífugas de la modernidad se ven constantemente contrarrestadas por las fuerzas centrípetas de la comunidad, y la necesidad humana de encontrarle sentido al mundo juntos, en colectividad, asegura un cierto grado de cohesión. No obstante, con el análisis de Wolf sobre las múltiples interrelaciones de poder y comunicación como resultado del colonialismo y otras formas de expansión política, explotación y comercio, es simplemente imposible hablar de las sociedades como modernas, no modernas o premodernas o, para el caso, como sociedades estatales o no estatales. En efecto, el estudio anterior de Wolf (1966) sobre campesinos expuso y descartó de manera efectiva los dualismos superficiales usados en su momento por muchos antropólogos para distinguir tipos de sociedades y culturas. A diferencia de los cultivadores tradicionales, los campesinos se encontraban parcialmente integrados a una sociedad mercantil, una economía monetaria y a un sistema de Estado. No obstante, en contraste con los agricultores modernos en la economía capitalista, los campesinos producían comida para subsistir; en otras palabras, tenían un modo mixto de producción. No eran completamente modernos o premodernos, como la mayoría de nosotros, se podría decir. En consecuencia, el remplazo del concepto de límite por el de frontera, tal como aparece en la obra de Wolf, no es una simple herramienta semántica o clasificatoria ni implica un fin político particular. Más bien, se trata de una manera pragmática de hacer descripciones empíricas más precisas y rigurosas. Tal como sostienen Abbink y Vermeulen (1992: 3) y otros comentaristas, Europa y la gente sin historia exige una reconsideración del concepto cultura. Una vez más, la postura de Wolf no fue posmodernista o posestructuralista; tampoco estaba principalmente interesado, como otros críticos radicales del concepto clásico de cultura, en exponer la dimensión ideológica de la “cultura” conceptualizada como “redes de significado” hiladas por humanos (Geertz, 1973), donde, de hecho, sólo unos cuantos elaboran el tejido, mientras que la mayoría simplemente se enreda en él (Scholte, 1986). Para Wolf, la dimensión ideológica de la cultura era obvia, y las discrepancias de poder arbitradas por cosmovisiones son centrales a su análisis cultural, pero su crítica principal al concepto de cultura siguió otras líneas argumentativas. De la misma manera como los sistemas sociales cambiaban —y distintas partes de estos sistemas lo hacían en diferentes velocidades— y se entretejían en distintos niveles, alcanzado al fin el nivel del lienzo global, las culturas también cambiaban, diversas en su interior, interactuando con el mundo exterior, impugnadas y plagadas de tensiones internas. Los sistemas sociales y los mundos culturales comparten muchas de las mismas características: son internamente diversos, con límites inexactos; son cambiantes y a...



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