E-Book, Spanisch, 304 Seiten
Reihe: Salto de Fondo
Yunkaporta Relato correcto, relato incorrecto
1. Auflage 2025
ISBN: 978-84-254-5183-6
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Una travesía por el pensamiento indígena
E-Book, Spanisch, 304 Seiten
Reihe: Salto de Fondo
ISBN: 978-84-254-5183-6
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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Tyson Yunkaporta pertenece al clan de los Apalech, arraigado en la península de Cape York, en el extremo noreste de Australia. Leemos en su libro que es miembro del clan por adopción, acto ?que puso fin a un camino de búsqueda de sus origines indígenas, después de una juventud confusa y violenta. Desde entonces viaja por Australia y profundiza su conocimiento del pensamiento y la cultura de los pueblos indígenas de Australia. Es artista y poeta y, además, docente de pensamiento indígena en Deakin University Melbourne.
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pertenencias: ¿puedo conservar todas mis cosas en el antropoceno?
Hay nubes negras en el cielo y el seco bosque esclerófilo está silencioso aquí, donde estoy sentado descortezando un trozo de madera oscura, tratando de recordar cómo lo hacía antes. Me entra el pánico un instante cuando reparo en que he perdido mi innato sentido de la orientación. Sé que el camino está al norte de aquí porque antes marché hacia el sur, siguiendo a un wómbat. Pero, de repente, no estoy seguro de en qué dirección está el norte y en este estado de confusión no sabría si el excremento de animal que hay en el tronco, a mi lado, era de un wómbat, un dingo o un puma.
Si no consigo volver a orientarme, llamaré con un grito y Pete McCurley me devolverá el grito para que yo sepa en qué dirección está el campamento. Estoy alojándome una temporada con ese genio del pueblo gumbaynggirr mientras mi reticente fuente de inspiración, Megan, lleva la carga de las obligaciones domésticas y los cuidados infantiles con el fin de que yo pueda tratar de enderezar mi cabeza, porque sus dos hermanas están empezando a pensar que me he vuelto loco.
Nuestra canoa está descansando en alguna sala de exposición: alguien quería seleccionar un contrapunto atractivo de la nostalgia colonial de las demás obras que se exhiben allí.
Así que ahora estoy haciendo un bumerán de guerra para la Ilustración, para añadirlo a las herramientas que podríamos llevar en la canoa mientras remontamos el río. Está hecho de madera de una variedad de acacia de Wilcannia, en Nueva Gales del Sur, roja y dura como un demonio, de una región del mundo donde los bumeranes siempre han sido inmensos y temibles. Cuando lo empecé era un trozo de madera enorme, pero he estado desbastando todos los trozos de la Edad de la Razón que contienen algoritmos del fin del mundo y debo decir que está quedándose un poco delgado. Es una obra (casi) en marcha. Me preocupa que cuando haya acabado va a quedar una buena pila de trozos de madera que tendré que llevarme en una bolsa.
Es mi primer día fuera en un montón de tiempo, aquí, en esta pequeña choza de la nación djadjawurrung, en un hermoso bosque lleno de wómbats. Melbourne ha estado confinada por la covid-19 durante la mayor parte de los dos últimos años y yo he estado engordando y desarrollando diferentes psicosis como si fueran tumores mientras las universidades siguen cerradas para la mayor parte del personal y mi mujer y yo trabajamos desde casa y criamos bebés enérgicamente neurodivergentes y afrontamos cada día de veinticuatro horas tal como viene. Nuestras familias extensas también están agitadas y hay sucesos horrendos con frecuencia, pero no podemos regresar a casa para ayudarlos, así que simplemente coordinamos las facturas, las fianzas y las camas y los vendajes desde nuestros teléfonos móviles y nuestras carteras.
No recuerdo la última vez que vi estrellas como estas sin que el milagro de la luz metropolitana contaminara el cielo nocturno hasta convertirlo en un vacío turbio. Aquí delante de esta choza tengo una pequeña fogata encendida y hoy he podido ahumarme con hojas resinosas y acacias después de tomar un hacha para avanzar; el humo pasó directamente a través de mí y limpió algunos de los tóxicos acumulados a lo largo de los dos últimos años. El retrete más próximo está a una buena caminata desde los arbustos hasta llegar a una de esas casetas en medio de la nada que parece que tiene cincuenta mochileros enterrados debajo, conque no resulta divertido cuando te pones malo del vientre a las cuatro de la madrugada. Ha pasado un rato desde que comí carne en conserva directamente de la lata.
Mi cuerpo está blando y enfermo y me descubro por primera vez en la vida anhelando vagamente las sensibleras comodidades de la Modernidad. Estos días soy prácticamente un hijo de la Ilustración. Tengo incluso que reescribir el libreto de la ópera de Beethoven para que la dirija Simone Young en la Ópera de Sídney. Estoy encajado con firmeza entre las mejillas de la Ilustración, así que, ¿quién mejor que yo para inspeccionarla mientras estoy ahí dentro?
Este es un fragmento de mi composición romántica de Fidelio.
fidelio, acto 2 (aria de florestán)
No es muy romántico, lo sé. Pruebe a hacerlo mejor cuando su mujer y usted estén encerrados en un espacio reducido durante dos años sin otra cosa que hacer que trabajar, cambiar pañales y arrancarse mutuamente trozos del alma.
Sigo metiéndome en problemas por referirme a mi esposa diciendo «mi mujer». Eso es lo que ella es para mí: y yo soy su hombre. Parece que ese retazo de paleomisoginia pierde un poco cuando se traduce para la gente metropolitana de clase media con la que estoy tratando de mezclarme últimamente, así que he tenido que alterar mi lenguaje y empezar diciendo «mi esposa». El problema reside en el bagaje cultural que acompaña a la forma posesiva en la gramática inglesa y al lenguaje de las leyes de propiedad.
En nuestras comunidades aborígenes, cuando alguien te ve por primera vez, normalmente te pregunta: «¿De quién eres tú?». Eso no significa que exista una relación de propiedad; tiene que ver con los grupos, pares y tierras a los que perteneces según tus relaciones, que están gobernadas colectivamente. En nuestro mundo, la pertenencia y la propiedad significan algo absolutamente diferente de la posesión. Significan ser en relación con la familia y la comunidad y el lugar. Tus pertenencias no son tus propiedades, sino tus relaciones. Esta visión del mundo no es muy compatible con las economías políticas, los sistemas legales y los mercados con los que debemos interactuar para sobrevivir.
En la zona de las afueras de Melbourne donde me alojo, las casas se suelen vender por más de un millón, porque ya ni siquiera puedes tener una humilde choza de dos habitaciones a menos que seas millonario. En una subasta inmobiliaria reciente, a la vendedora le parecía un poco extraño heredar este capital transmitido por su familia desde los primeros tiempos de la colonización, un capital que ella no se había ganado. Contrató a un Anciano aborigen para que acudiera a hacer una ceremonia de purificación con humo y un ritual de Bienvenida al País. Supongo que el humo tenía que limpiar la sangre de la tierra y aplacar a los espíritus y que el ritual de bienvenida era para invitar a los nuevos propietarios a poseer la tierra. La vendedora también hizo un Agradecimiento al País: básicamente, una forma agradable de decir «sé que esta es vuestra tierra y lo siento, pero yo estoy ocupándola ahora y no voy a compartirla. Nunca».
Mi generación fue la primera de nuestra comunidad a la que el gobierno del Estado puso el salario en cuarentena permanente, sin que se lo devolviera nunca, para gastárselo en infraestructuras: las carreteras y los postes de la electricidad y los puentes que conectan todas estas parcelas de tierra cercadas que nuestros mayores transmitirían a sus hijos y a sus nietos a perpetuidad. Nosotros no heredamos ningún capital. Dos tercios del capital del mundo es tierra y se emplea para compensar deudas mediante hipotecas. Antaño, las hipotecas fueron una herramienta novedosa que se empleaba para engañar a los pueblos indígenas australianos y convencerlos de que...